29 mayo, 2006

Mi mayor responsabilidad

Todo comenzó en el siglo pasado, cuando yo rondaba los 16 años. Un buen día, mi hermano y mi cuñada me comunican que ¡voy a ser tío!. Como no tuve hermanos menores, fue entonces cuando se despertaron mis instintos paternales y empecé a plantearme cosas: ¿Cómo era posible que de un hermano mío (y de mi cuñada) fuese a salir una criatura nueva, un nuevo ser humano, que a partir de ahora formaría parte de la familia? Sí, es el milagro de la vida.

Luego, ya lo asimilas (entre otras cosas porque la barriga crecía y ya estaba claro que no era de broma). Al final, un buen día vas al hospital y allí está: un pequeño "ratoncito" marrón-colorado (por el parto), pero precioso e indefenso, que duerme como un angelito y cuyos movimientos tan ligeros y suaves te hacen enternecerte. Sí, a partir de ahora ese niño va a formar parte de tu vida. Es "de los tuyos" y PARA SIEMPRE...



Es un antes y un después que el ser humano no alcanza a comprender (nadie recuerda qué pasaba antes de nacer, pero la vida seguía también entonces sin nosotros), y la verdad es que aunque recuerdes tu vida antes de nacer ese tipo de personas, luego ya no la entiendes sin ellas.

En fin, que llegó la hora del bautizo cristiano y en ese mismo momento me fue encomendada una de las misiones más importantes que voy a tener en la vida: ser padrino de Carlos (a esa se unieron luego otras 3 misiones igual de importantes: ser tío de Álvaro, Cristina y Patricia..., y quizá algún día se una también la misión de ser padre de alguien..., qué miedo...). Con 16 años, fui uno de los padrinos más jóvenes de la historia de la Iglesia católica (jaja, qué importante suena).



¿Mis tareas? Bueno, pues ante todo yo tengo que estar dispuesto en todo momento (y para siempre) por si él me necesita. Se supone que debo guiarle en su conocimiento y acercamiento a la Iglesia, a nuestras tradiciones religiosas (que en Porcuna son bastantes) y que debo velar por su bienestar y felicidad últimos (no es que deba ser como un ángel de la guarda; pero, ¿por qué no?, aunque también estaría bien enseñarle a alguien el camino, tan bien que nunca más te vaya a necesitar). Quizá por esto, conviene que los padrinos tengan más experiencia, pero a mí ganas no me faltarán.

En fin, que aunque aún no se lo haya dicho seriamente a ese simpático, responsable y observador niño de 6 años que se llama igual que su padre Manuel (a su padre siempre le llamamos Carlos sin serlo), ni a mis otros 3 sobrinos: por mi parte jamás se quedarán sin NADIE a quien acudir. Eso, eso sería suficiente para hacerme levantar por las mañanas si no tuviera nada más por qué hacerlo...

PS: ¿A que no habéis visto unos niños tan guapos en vuestra vida...?

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