15 noviembre, 2006

Gracias a un montón de gente (y III)

Gracias por el ritmo, por los latidos, por el zapateo, por las palmas, por los golpes de bastón, por el cabeceo, por el aleteo, por el suave cacareo, por el musical canto del cuco, del ruiseñor; gracias por el tiempo, por el espacio, por la vida para vivirla en ellos, por la muerte, para vivirla en otros lugares; gracias por los monumentos, por los palacios, por los jardines, por las torres, por los edificios antiguos, por los modernos, por la vieja escuela, por la nueva, por las recoletas plazas, por las cabañas, por los cobertizos, por los graneros y las piconeras; gracias por la palabra, por la letra, por el vocabulario, por nuestro entendimiento que nos permite jugar con ellas, por el de los demás, que nos permite comunicarnos con ellos; gracias por las plumas, las pelotas, las canicas, las figuritas, los llaveros, las estampicas, los yo-yo, los cochecitos, las ruedas, las combas, las caretas, los parches de pirata, las patas de palo; gracias por el calor del invierno, por el frío del verano, por la primavera y el otoño, gracias por el solsticio, y el equinoccio, por los años bisiestos y las lunas llenas, por los eclipses y los meteoritos; gracias al que nos dio una manta, una chaqueta, un fuerte abrazo, un frote de brazos, un aliento, al que nos abanicó, al que nos dio agua, al que se separó para que pudiésemos respirar; gracias al que construyó caminos, al que hizo pantanos, al que ideó el desarrollo sostenible, al que pensó en la electricidad, al que pensó en la televisión, en internet, en el cine, en el teléfono, en el fonógrafo, en el submarino, en la energía nuclear, en la eólica, en la solar, en la biomasa; gracias al que nos sopló la respuesta, al que obvió lo obvio, al que no quiso ser desconsiderado, al que nos supo comprender, al que se puso en nuestra situación, al que no supo qué decir, al que dijo lo correcto, al que nos perdonó, al que no nos olvidó nunca; gracias por aparecer en ese momento, por no desaparecer en aquel otro, por entrar en nuestra vida, por salir sin hacer daño, por salir dejando huella, por entrar para siempre, por jurar amistad eterna, por prometer amor eterno, por comprometerse...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

DE NADA HOMBRE, DE NADA

Javi dijo...

Jaja, pues sí. Aunque para cosas personales, como tú sabes, prefiero dar las gracias cara a cara; y creo ya te las di por lo que te tocaba, sí...

En fin, ya sólo me queda una parte de estas "gracias" que escribo, aunque en total no representen ni un 1% de todo lo que una persona puede tener que agradecer (aunque nunca nos paremos a pensarlo y seamos tan huraños, desagradecidos, pesimistas y egoístas)