10 noviembre, 2006

Un gesto a preservar, que vale más que mil palabras

Dicen que una imagen, un gesto, un guiño, una mirada, valen más que mil palabras… Lo valen. ¿Quién quiere ver el futuro, si no dejamos que esas pequeñas cosas existan y fluyan, como serpientes intempestivas e invisibles a los ojos de los que se dejan llevar por el estrés inútil de hoy?

Paseaba yo por la calle, metido en el maremágnum de gente, en la impersonalidad de la multitud que va y viene sin preocuparse por el prójimo. Paseaba yo sin dar apenas crédito al violinista, al tañedor de acordeón y al falso pobre, escritor con vocabulario raído e incorrecto para dar pena. Paseaba sumido en mis propios pensamientos de difícil recuerdo, quizá no tan importantes. Fue entonces cuando surgió de entre toda esa parafernalia de sonidos, luces, colores y caras, esa imagen, ese gesto, ese guiño que cada vez que lo veo me recuerda que nunca debe perderse, y que ésa y no otra es la forma de actuar:

Una joven rubia, no mucho mayor de 20 años, sale de la tienda donde trabaja portando una pequeña cajeta, que deja junto al contenedor de basura; hasta ahí nada fuera de lo común, probablemente todas las tardes hace lo mismo, todas las tardes realiza el mismo gesto, el mismo ritual antes de cerrar la tienda, ese océano azucarado de colores, sabores, olores y texturas donde trabaja. En ese momento, cuando se dispone a desandar los 3 metros hasta la puerta de la tienda, un caballero se va a cruzar en su camino. En teoría, el caballero debía pasar antes porque estaba más cerca del punto de cruce, pero es ahí donde se activó cierta neurona de su cerebro que le decía que debía dejar pasar a la niña. El caballero se detuvo, miró a la chica y esta comprendió que la dejaba pasar y pasó… Dijo gracias y continuó hasta la tienda, y el caballero, seguro feliz por su buena acción y segregando cierta hormona que le hacía estar a gusto consigo mismo, también siguió su camino más o menos largo sin importar probablemente si el segundo perdido con la chica haya sido más o menos decisivo en la realización de sus planes futuros.

Una vez la chica entró en la tienda, fue cuando yo pasé al lado y la miré por curiosidad: era rubia, de estatura media y bastante guapa, sonreía y estaba ligeramente ruborizada. Realmente se sentía bien por aquella acción de ese caballero. Quizá duraría sólo segundos, minutos u horas; pero gracias a aquel gesto de galantería, caballerosidad o llamémoslo como queramos, ella fue feliz por un momento y también segregó esa misma hormona que le hacía estar en armonía con el mundo que le rodeaba. ¿Quién dijo que con las mujeres no se debe ser galante, caballero? ¿No es bonito ceder la silla a una mujer, sujetarles la puerta al pasar, cederles el paso?



La culpa de todo la tienen las falsas feministas, esas burdas intentonas de simulacro de luchadora por los derechos. Esas que no saben nada, que no piensan y que cumplen con los chistes machistas (son las torpes que no entienden nada de nada). Las mujeres y los hombres son iguales, vale; pero ellas no comprenden que son lo más maravilloso que hay (menos las "feministas-machistas"), y que por eso lo hacemos y estamos orgullosos de ello, como lo haríamos por un anciano o un niño o un adulto o un semejante cualquiera. Yo también lo habría hecho. Enhorabuena al caballero, porque aunque él no pudo ver esa sonrisa, yo la recogí para el mundo, para la “visión popular”; y os aseguro a todos que por esa sonrisa muchos morirían, que por volver a hacer a aquella joven sonreír muchos matarían. Aunque “esas” no quieran, lo siento, seguiré siendo caballero aunque les fastidie. Lo seré mientras quede una sola mujer capaz de sonreír así después de haberle cedido el paso, el asiento, la puerta, la palabra…

5 comentarios:

Anónimo dijo...

" La culpa de todo la tienen las falsas feministas, esas burdas intentonas de simulacro de luchadora por los derechos."

Una cosa es respetar la igualdad... y otra la educación...

Y la educación no se ata al género.

Lo de ceder el paso a una mujer, en el fondo es un protocolo (arbitrario).

Yo creo que lo cortés es cedérlo el uno al otro (claro, que puedes morir de interbloqueo) ya sea mujer u hombre.

Creo más en la cortesía que está más cercana a las necesidades que a la arbitrariedad.

Ceder el asiento a una persona mayor, discapacitada, o embarazada, independientemente de si es hombre o mujer, es mucho más coherente.

No lo es, que por el hecho de ser mujer tener más derecho a un asiento que un hombre.

Javi dijo...

Puede que la educación no se deba atar al género, pero por algo se ha salvado de siempre a "las mujeres y los niños primero". Evidentemente, habrá mujeres que no se lo merezcan en absoluto...

Lo de morir de interbloqueo es algo que cada vez pasará más, sí.

Y evidentemente, lo ideal sería que TODO el mundo siguiera un parecido "código", tan coherente como eso mismo que tú dices. Algo como: "cuando veas a un anciano, discapacitado o embarazada, cédele siempre el asiento". Por desgracia, lo mismo que la cortesía de hombres hacia mujeres, esta costumbre cívica tiende a perderse. (Por supuesto que no debería haber privilegio por razón de sexo en esto).

Y digo lo mismo: no sé, pero me encanta seguir viendo este tipo de actitudes (no deja de ser un "darse" a los demás, que sobre todo en la ciudad, donde a los demás ni los miramos con las prisas, apenas existe).

tresky dijo...

Eso está muy bien
pero ni unos ni otros se paran con el coche en el paso de peatones !!

Migue dijo...

Eli tiene toda la razón del mundo xDD Hace un rato mismo, viniendo del trabajo, cuatro coches se han saltado en mi jeta el paso de cebra. Además, es que iban tan rápido que ni siquiera podía uno "meter la patita" a ver si así se daban por aludidos y paraban... ¬¬

Javi dijo...

Je... yo en esos casos alguna vez me gustaría llevar una cámara de fotos (en plan radar), a ver si así paran.

Ahora, que a veces cruzan con el semáforo en rojo unas agüelas que no se tienen en pie..., que me da a mí que son un pelín suicidas.

Y bueno, por no hablar de una amiga a la que creo que no he visto cruzar en verde en mi vida... XD