10 enero, 2007

El viejo descampado

Ya no volverán a criar en la tierra mojada los seres vivos del viejo descampado. Ya no surcarán la abundante maleza las lagartijas, los ratoncillos. Ya no cantarán alegres los canarios con sus patitas equilibrándose sobre el fino alambre. Ya no volverá a mudar sus hojas el viejo árbol de ramas quebradizas. Se rompió el ciclo que se llevaba repitiendo durante incontables años. Nunca más volverán a morir cientos de caracoles bajo las mojadas pisadas de los estudiantes de la ETSI de Granada al llegar las lluvias de primavera. Ya no volveré a salvar caracoles junto a mi amiga ante la sorprendida mirada de los viandantes.


Este invierno, tras muchos años pensándolo, la empresa dueña del viejo solar colindante a la facultad ha decidido comenzar las obras. No ha desbrozado, limpiado y saneado como otros años, permitiendo que la vida volviera a brotar en primavera. Esta vez, la muerte y la destrucción han sido sembradas, y con ellas firmada la sentencia de desaparición de numerosas especies animales (al menos puedo recordar ahora 3 especies de caracol distintas) y también vegetales como cardos, jaramagos, amapolas, ortigas, manzanilla, tréboles, dientes de león… Este año, al llegar las lluvias de abril, no volverá a oler a podrido, a caracol muerto, a babosa espachurrada; no volveremos a escuchar el crujir de sus “casas” al ser aplastadas por nuestros zapatos, no volveremos a ver las miradas de odio de las ecologistas ante el sonido de un nuevo gasterópodo hecho trizas; no volveré a sentir la satisfacción de salvar a sólo unas decenas de ellos de una muerte segura en esa carretera de la acera, en el frío y húmedo cemento donde, como ballenas a la playa, van los caracoles a morir.

Una vez más, el progreso puede con todo, va por encima de lo insignificante, de lo que no importa. El hombre vuelve a estar a un nivel más alto que todo lo que avasalla sin piedad. Esto es sólo el homenaje para un pequeño ecosistema, un minisistema que ha pasado desapercibido para casi todos, que apenas representa nada en la historia biológica del Universo, pero que como muchos otros ha acabado desapareciendo por nuestra culpa. Las máquinas siguieron trabajando hoy, ajenas ellas a que posiblemente en unos días habrían eclosionado miles de huevos en ese descampado… donde ayer hubo vida y mañana un amasijo de hierro forjado y cemento.

3 comentarios:

tresky dijo...

:O
yo tb me acordé de los caracoles !!

Anónimo dijo...

Ahh, ¡tú fuiste el traidor!, el que me impidió morir bajo los pasos liberadores de los estudiantes, devolviéndome a la odiada prisión del descampado.

Luego las máquinas de la obra tampoco acertaron a matarme, atrapado en un montón de tierra me transportaron hasta acabar en una maceta de un rico musulmán, y este hombre vive en llano, no hay donde saltar al vacío y sus pies nunca aciertan a pisarme, y ahora soy un puto friki caracol usando internet, con mi vida mantenida eternamente por alguna extraña propiedad del humo de su pipa, ¡me arrebataste mi derecho a moriiiiirrr!

Javi dijo...

tresky: cada vez que me acuerdo de los caracoles me acuerdo de ti. Sólo alguien como tú podría tener un gesto tan noble

caracol suicida: lo siento, avísame e iré a recogerte. Pero que conste que fue tresky la que salvó más caracoles ... Ah, y está visto que si un caracol puede usar internet, todo ser humano puede (sin menospreciar a tu género)