20 febrero, 2010

En la ciudad de Salzillo, Murcia

Murcia es una de las 7 ciudades más grandes de España, y una de las más desconocidas (no es andaluza ni valenciana, está ahí un poco en mitad de la nada y ni siquiera tiene playa...). Importantes personalidades de la historia nacieron allí, y como no ocurre en otros lugares, aquí sí se les reconoce como merecen, y casi todos ellos dan nombre a una gran avenida, un jardín o una importante plaza: Francisco Salzillo, Alfonso X el Sabio o el Conde de Floridablanca son buenos ejemplos.

En general no creo que sea una ciudad especialmente bonita (San Sebastián me gustó mucho más), aunque sí con una importante historia desde la Edad Media. Su casco antiguo recuerda a esa época, con un callejeo laberíntico, eso sí jalonado por grandes plazas con enormes y centenarios árboles. Una vez que andas por la zona hay bastantes lugares pintorescos por los que pasear, alrededor sobre todo de la imponente Catedral, con varios palacios, iglesias barrocas y algún monasterio.


Catedral de Murcia y Plaza del Ayuntamiento

En los atardeceres y también por las noches, da gusto pasear por algunas de sus plazas, o por el Paseo del Malecón, al lado del que discurre manso el Río Segura (abajo tenéis una foto donde se ve una sardina encallada), que nos muestra estampas que recuerdan a las del Genil en Granada. Es curioso, pero hay varios paralelismos entre las dos ciudades, parecidas en población, lejanas ambas de la playa, con una rival "playera" como Cartagena en Murcia y Motril en Granada, con gran tradición universitaria, con varios proyectos fallidos de equipo de fútbol (Murcia, Ciudad de Murcia, Atlético Ciudad, Granada, Granada-74, Granada Atlético), con catedral, con nuevo tranvía, etc...



Definitivamente el civismo no es uno de los signos de identidad de sus conductores: Se saltan semáforos, hacen las rotondas fatal, están todo el rato pitando y encima le echan la culpa al que va correctamente. Es cierto que las obras son grandes culpables de ello, pero se nota que la conducción no es una de sus virtudes. A cambio, esas obras han dejado un interesante y útil medio de transporte, como es el tranvía, que te puede acercar casi hasta el centro de forma gratuita. Fue una sorpresa cuando me dijeron lo subvencionado que estaba, y que no había que pagar, ¡eso sí, te dan el billete igualmente!.



Para comer, la verdad es que no se puede comparar con las tapas de Andalucía; hay muchos bares y restaurantes en el centro, pero no me convencieron mucho. Por cierto, cuando veáis un cartel cerca del Corte Inglés que pone "Frescco a 10 minutos" y la dirección en la que hay que ir, ¡no vayáis!: el Frescco está cerrado desde hace bastantes años; por las telarañas yo diría que décadas o siglos. Suerte que había una feria de artesanos, pasteleros y demás, donde uno puede hincharse. Añadir también que tiene muuuchos centros comerciales, pero claro esos son más o menos iguales en todos lados.

Para terminar, diré que lo importante de los viajes siempre son las personas con las que los haces, y no los lugares. Las personas pueden hacer que unas tapas en un bar de mala muerte sean inolvidables, y que el mejor paseo solitario por el parque más idílico sea triste por falta de compañía. En el pequeño acuario, en el planetario tamaño pequeño de Murcia, en la feria de antigüedades detrás del Museo Salzillo o en un eterno callejeo buscando algo que llevarse a la boca, si estás solo, todo es en blanco y negro. Y precisamente Murcia, tuvo mucho color...

1 comentario:

Eita dijo...

Sin palabras... ;)