02 julio, 2017

Todos tenemos derecho a ganar

Ahhh, la victoria, el placer de ser el mejor, de aplastar al rival, de ser condecorado, de notar descansando los laureles sobre tus sienes, de estar en lo más alto, en la cúspide, la alegría de ser loado y vitoreado, de ser aclamado y aplaudido, la satisfacción de ver los frutos de tanto o de ningún trabajo, la sonrisa del que lo tiene todo, del que ha vencido, del que ha triunfado, del que ha ganado, contrastando siempre con la media sonrisa de los otros medallistas, con el llanto quizá de los últimos.

Todo el mundo debería alguna vez poder ganar algo, reivindico desde aquí el derecho que todos tenemos a ganar, a sentirnos por una vez triunfantes.

Sí, es cierto que la competición debe siempre ser justa, y debe ganar el mejor, y a veces el mejor siempre es el mismo, y por tanto, sea él el ganador eterno, pero para muchos otros han de existir competiciones, pequeñas y medianas si es preciso, si es precioso, en las que poder ejercer su derecho.

Posiblemente no haya mucha gente que jamás haya ganado nada, los habrá que ganan poco, que siempre tienen mala suerte, que no tienen condiciones para vencer en nada, pero aun así, alguna vez ganarán. ¿Y vosotros, habéis ganado alguna vez algo?



A decir verdad, yo he ganado también varias veces, quizá no a nivel mundial (aunque probablemente sea de los mejores del mundo en algo que no sé, ya que estoy seguro que todos nosotros lo somos en algo, quizá no los mejores, porque la estadística de 7 mil millones de almas es demasiado cruel, pero sin duda en cabeza), quizá incluso siempre he solido ganar mucho más que perder, y eso malacostumbra rematadamente, hasta hacerte pensar que una derrota es el fin del mundo. Quizá debería acostumbrarme a retar a los de mayor nivel, quizá todos deberíamos hacerlo, porque es la forma de mejorar, de evolucionar, cuando ya ganamos siempre a los semejantes, pero... ¿y qué pasa con el placer de seguir haciéndolo?

¿Es que no es maravilloso ser cabeza de ratón antes que cola de León? Quién sabe... podría serlo, pero también hay un increíble placer en el perder por menos diferencia de la que esperas, en el juego imposible, en la competición sin posibilidades reales, en la desigual lucha con resultado de antemano escrito. Sin duda, uno siente más placer perdiendo 260 a 2 contra el Dream Team que barriendo por 100 a 50 a un equipo de gente que apenas era el primer día que jugaba...

Por ejemplo ahora recuerdo que en junio gané una partida de Ciudadelas, y días antes 3 partidas de brisca y un partido de dobles de tenis, aparte de otro individual, no, no me fue mal el mes de junio, aunque sí perdí una apuesta sobre quién ganaría la Liga ACB realizada a primeros de año, eso sí, acerté el Roland Garros para Nadal.

Años antes recuerdo haber ganado algún premio literario infantil, el campeonato de fútbol de las colonias a las que asistí, un torneo de ajedrez jugado entre amigos en el instituto o una competición entre principiantes al tenis. Con eso me conformaría, con eso me conformo, pero sí, reivindico desde aquí el derecho de tantos a ganar.

Reivindico el derecho de tantos niños que siempre parecen quedar los últimos, el derecho a ganar a los abusones jugando a la Oca, sacando un 10 en un examen, teniendo la cartera más bonita del nuevo curso, teniendo la madre más guapa, el nombre más largo o la merienda más apetecible, el derecho a ganar una estampica en un sorteo, a conseguir el trabajo soñado por todos, tener el padre más longevo o los hijos más altos. Reivindico vuestro derecho a ganar, vuestro derecho a llegar más alto que lo que nunca habríais pensado, porque todos estáis hechos para vencer y os lo merecéis, lo que pasa que quizá todos tenemos desvirtuada la idea de una competición: una competición no son los 100 metros lisos, ni el concurso de triples, ni la petanca ni el badminton ni el Acuatlón. La verdadera competición es la vida, y en esa todos sois ganadores, y siempre habrá un día en el que os alcéis triunfantes, porque todos tenemos derecho a ganar.

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