31 enero, 2019

Perdiendo por 27 a 0

Imaginemos la situación: partido de fútbol de alevines entre el Real Gran Ciudad "B" y el Villaplana de la Redecilla, a un lado jóvenes promesas que quizá algún día jueguen la Champions, y a otro lado unos chavales de pueblo pequeño que sólo toman esto como una diversión más. El resultado final lo dice todo: ¡¡ 27 a 0 !!

Un padre del Villaplana increpa al entrenador del Gran Ciudad por haber seguido animando a sus chicos a que metan más y más goles a unos rivales que acaban llorando avergonzados por la paliza recibida. El entrenador le dice que esto es un deporte de competición, y que no sería profesional decirles a sus jugadores que se dejen ir. El padre le dice que no tiene corazón, que en las categorías inferiores se está para enseñar a divertirse jugando, que eso no es el Mundialito... y así con todo.

En mi opinión no se trata de decirles a los mejores jugadores que dejen de jugar como saben, que se retengan y jueguen mal aposta, simplemente para no humillar a los que hoy en día son peores, porque quizá eso sería humillarles más, pero sí puede haber varias alternativas para que todos ganen, porque... estaréis conmigo en que ganando por 27 a 0 no se aprende demasiado. El equipo superior podría aprovechar un partido frente a un rival tan débil (qué te digo yo, quizá a partir del 10-0, que ya parece que el partido está resuelto) para probar otras cosas:

-Enseñar a los laterales y extremos a jugar a banda cambiada
-Permitir jugar a chicos que no lo hacen tan a menudo
-"Obligarse" a jugar como mucho a dos toques
-Disparar a puerta sólo con la pierna mala
-Sacar siempre el portero en largo para ensayar ese tipo de juego, etc.

No se trata de dejarse, pero sí de ponerse uno mismo más dificultades que sirvan por un lado para sacarle mucho más partido al encuentro y a la misma vez para permitir al rival un respiro. Quizá el partido acabe igualmente con una paliza, pero seguro que todos se lo pasan mejor.



A esto, también decir que las categorías inferiores españolas están llenos de entrenadores frustrados y sin alma, capaces de mandar a sus chicos presionar al rival a muerte cuando ganan por 15-0. El problema no es que lo hagan, el problema es que algunos no se dan cuenta de que en su equipo están los 10 mejores chicos de la provincia, los 10 chicos más altos y más fuertes, los 10 chicos de más edad dentro de la permitida, mientras en el otro sólo hay 10 chavales de pueblo, sin selección natural alguna, sólo los 10 que se apuntaron a jugar, muchos con 1 ó 2 años menos que los de la ciudad. ¿Tiene eso algún sentido?  Pues sí, a esos entrenadores les quitaría el carné, la verdad... O les daría una lección obligándoles a entrenar al equipo pequeño, a ver si así aprenden... Seguro que aprenderían mucho más.

Por otro lado, decir que tampoco podemos volvernos locos con lo de traumatizar a la infancia. Todos hemos perdido alguna vez de paliza con alguien, y no ha pasado nada, al revés, nos hemos picado para intentar mejorar la próxima vez, aunque la diferencia fuera brutal, aunque meter un solo gol o hacer un solo disparo a puerta ya fuera un récord mundial.

En mi caso, recuerdo que en la escuela, en 4º-5º jugábamos a menudo en los recreos un partido frente a chicos de 2 cursos superiores, con la diferencia enorme de calidad y fuerza que eso suponía, y con la retahíla de derrotas que significaba. Eso lógicamente nos hizo mejores en nuestro intento por ganar alguna vez (que alguna vez ganamos), y aunque no es exactamente el caso del que hablamos, cuando perdíamos de paliza, simplemente nos cabreábamos y olvidábamos...

También recuerdo haber jugado en un equipo de "retales" en verano, con gente que apenas sabía ni tocar la pelota y recibir alguna paliza de los mejores, y no pasaba nada, o tantas y tantas derrotas que uno se lleva en la vida, a veces unas más abultadas que otras, y sin embargo entonces nadie vino a decirle al rival que se dejara ir, y quizá nosotros mismos nos hubiéramos enfadado de haber visto algo así.

Por eso, mi propuesta sería clara: autodificultarse un poco las cosas, para el equipo superior, intentando no jugar en las mejores condiciones posibles, en los mejores puestos posibles, haciendo lo que mejor sabemos hacer, sino intentando potenciar lo que se nos da peor, aprovechando ese partido para practicarlo.

Ojo, no es cuestión de hacer ver a los que no son tan buenos que aunque no valgan nada, siempre habrá alguien que les facilite las cosas, no, tampoco sería buen aprendizaje; simplemente se trata de hacerles ver que todos podemos divertirnos en este mundo, en esta vida, porque al final de eso es lo que se trata, y quizá un día los que ahora son apalizados acaben jugando contra otros peores, y sólo si entonces ellos recuerdan que un día perdieron 27 a 0 pero se lo pasaron como nunca, permitan a los que ahora van a derrotar, pasarlo tan bien.

Y es que no lo olvidemos: nuestro niño no va a jugar nunca en el Real Madrid, porque es más fácil que nos parta un rayo a que eso pase, y lo que está ahí es para divertirse y no humillar a nadie, porque siempre habrá algo en lo que ese alguien podría humillarle también a él, y entonces quizá ya no nos gustaría ni le aplaudiríamos tanto, porque quizá no deberíamos preguntar: "cómo habéis quedado", sino: "cuánto os habéis divertido".

27 enero, 2019

Mi #10yearschallenge, aquí hace 10 años

Estos últimos días está de moda en redes sociales lo que se llama el #10yearschallenge, que consiste en poner una foto de hace 10 años y una foto de ahora para ver cuánto hemos cambiado. Como buen 'millenial', no voy a ser menos, pero en vez de usar las redes sociales lo dejaré por aquí.

En primer lugar y echando la vista atrás a ese "Cómo éramos", tendría que recordar qué escribía por aquí justo ahora hace 10 años. Se trataba de una entrada con vídeo, llamada Cuando fuimos los mejores..., que me surgió al ver el vídeoclip de "Memoria de jóvenes airados", de Loquillo, donde aparecían varios ídolos de mi infancia (qué casualidad, justo este mes hablaba de los ídolos deportivos de la infancia y aparecían algunos de ellos como Epi y "Jimix"). Justo en el artículo me preguntaba cómo o dónde se nos fueron o habían pasado esos últimos 20 años. Pues bien, ahora lo tendría que retocar a: "cómo han pasado estos últimos 30 años".

En cuanto a la parte gráfica del #10yearschallenge, que no voy a dejar pasar para hacer las cosas bien, recuerdo que hace no mucho publiqué varias fotos en plan "foto-película" de 4 fotogramas llamada "si es que se veía venir", que se referían a una época pasada hace más o menos 10 años, por lo que una de ellas podría servir para comparar, así que ahí la tenéis, mi #10yearschallenge...




Ahora podría incluso invitaros a sacar las 7 diferencias, pero no voy a hacer... no, porque casi ni llega a haberlas. Hala, nos vemos en el post de 2029, lo que no sé es si para entonces seguiré teniendo la chaqueta (que sí, que no os preocupéis, ahora dan subvención por las reliquias  xDD)

22 enero, 2019

Cuando un 8 es un 0, encuestas de satisfacción

"A continuación le pasaré una encuesta de satisfacción, pero por favor, póngame un 9 ó un 10, porque para la empresa un 8 es como un 0".

Supongo que a la mayoría nos ha ocurrido este caso, que nos digan semejante frase tras realizarnos un servicio, ya sea de venta, compraventa, atención al cliente, posventa, etc...  La típica situación en que somos clientes que acudimos o llamamos por teléfono, y una vez finalizado este servicio del que hablamos, nos pasan una encuesta de satisfacción, que supuestamente trataría de ver cómo de contentos estamos con la atención recibida o los trabajos realizados, con el objetivo de valorar la calidad del trato que nos han dado y por supuesto del producto que hemos comprado, arreglado, intercambiado, o de la información que hemos obtenido.

Lo cierto es que las encuestas de satisfacción son muy valiosas para quien da el servicio, ya que le permiten saber cómo le valora el cliente, qué puntos fuertes y débiles tiene y qué evolución positiva o negativa tiene en el tiempo, lo que da la posibilidad de mejorar unos aspectos o reforzar otros.

El problema viene cuando a ti una empresa te pide rellenar la encuesta y te obliga a poner la nota que ellos quieren, ya sea chantajeándote emocionalmente el comercial o empleado con que la nota es para él y menos de 9 es un suspenso (y por tanto piensas que lo van a despedir o algo así por semejante porquería de nota), haciéndote algún regalo en caso de que la rellenes con buena nota, o directamente no poniendo en la lista desplegable nada más que los valores 9-10 (verídico, lo he llegado a ver)... Eso habla fatal de la empresa, y de camino dan casi ganas de llorar al ver el podrido sistema capitalista en el que nos encontramos.



En este caso, lo normal es que si no estás contento del todo, le pongas un 9, ya que el 8 es un 0 ó un suspenso, evidentemente, para no arruinar la vida al pobre empleado o comercial, no sea que le echen nada más ver la nota. Nadie en su sano juicio, ni siendo la peor persona del mundo, se atrevería a poner notas como un 6 ó un 7, que de toda la vida han significado "Servicio bien" o "Servicio notable", a riesgo de ser tachado de personaje sin corazón.

Y luego, y aún mejor y para remate total, recibe uno la publicidad de la empresa, o la ve en los carteles en el propio centro y ve cosas como: "nuestros clientes nos ponen un 8,75 de nota", y claro, pienso: «Joder, qué pedazo de nota tienen, eso es que dan un gran servicio y los clientes están contentísimos con ellos, voy a fidelizarme y fidelizarme y fidelizarme...», pero no... resulta que si tenemos en cuenta que las notas posibles son 8-9-10, o como podríamos simplificar: 0-1-2, o incluso 0-5-10 para usar la escala típica del 0 al 10, la nota media es un 3,75 sobre 10, por lo que entonces debería haber pensado: «Joder, qué nota tan mala tienen, es la última vez que paso por aquí, directamente me voy a la competencia, estafadores...».

Todo esto ocurre debido a que este tipo de encuestas usan un sistema de puntuación bastante popular últimamente (y que me parece muy útil) llamado Net Promoter Score (NPS), que se basa en considerar que los que ponen un 6 o menos no están nada contentos con la empresa, los que ponen un 7 u 8 no la recomendarían, y los que ponen un 9 ó 10 están tan contentos que sí la recomendarían a todos sus conocidos. El problema es que se está falseando el dato por parte de las empresas, ya que el cliente debería pensar que está valorando en una escala de 0 a 10, sin siquiera conocer esa consideración, pero previamente se le está predisponiendo negativamente a poner una nota por debajo de 9, lo que significa mentir dando una opinión que no es la suya real.

¿Para qué nos intentan engañar con artimañas como esas? ¿Para qué inventarse y llorar diciendo que un 8 sería un suspenso, cuando luego la empresa se jacta en su publicidad de tener un 8,75 como nota (haciendo creer que es en una escala de 0 a 10 y no de 8-9-10)?



Desde aquí os sugiero renunciar a hacer este tipo de encuestas si antes os predisponen a puntuar de cierta manera, pues así son engañosas y en nada ayudan al empleado que os ha dado el servicio, ya que al final la empresa sabe que las valoraciones son sólo mentiras piadosas y para nada las tendrá en cuenta a la hora de su futuro laboral. Sin embargo, si nadie rellenara estas encuestas, la empresa dejaría de usarlas como falsa publicidad...

Y luego piensa uno en la preocupación que yo tenía cuando los alumnos realizaban las encuestas de satisfacción, con valoración libre de 1 a 5, donde normalmente la media era un 4,5 más o menos, lo que podríamos ver como un 9 (salvo si tenemos en cuenta que la escala era de 1 a 5 y no de 0 a 5), y donde el que estaba enfadado por algo o simplemente era un rebelde con causa, te plantaba un sonoro "1" para hacer media con mejores notas, hundiéndote en la miseria. ¿Y pasa algo? Pues no, para eso estamos, y faltaría más que uno ni siquiera pudiera dar su opinión.

Si no predispusieran a sus clientes, es normal que las valoraciones bajaran, y mucho, pero así sí serían valoraciones reales, de clientes reales, con problemas reales y satisfacción real, que en ellas estaría diciendo a la empresa qué opinan en realidad de ella, y cómo piensan que podrían mejorar su servicio. No como ahora, que sólo son encuestas de autobombo.

Aviso a navegantes, a la próxima que me mande una encuesta de satisfacción, le pondré la nota que se merezca...

16 enero, 2019

Mis ídolos deportivos, cerrando una etapa

Los ídolos deportivos, junto con muchos otros ídolos (ya sea cinematográficos, del mundo de la Ciencia, la cultura, las letras o el Nobel de la Paz), son esas personas a las que uno admira con ilusión, defiende con pasión y que hacen que en cierta manera al verlos o saber de sus nuevas hazañas a uno se le hinche el pecho de orgullo sintiendo todo eso como tuyo propio.

Los ídolos son esas personas a las que uno admira y por las que jamás siente, ha sentido ni sentirá envidia, porque simplemente los ama en cierta manera y son tan suyos que incluso rechazaría cualquier acusación a ellos por verídica que fuera.

El idolatrar a alguien suele ser mucho más proclive en la infancia, por lo que la mayor parte de nuestros ídolos en la vida van a ser siempre personas mayores que nosotros, ya que no sé por qué, en cierta manera no es fácil idolatrar a alguien más joven que tú (ya que se entiende aquello de que el joven es el que tiene que aprender de ti o ser tú su modelo, y no a la contra).



Tenemos varios tipos de ídolos según la edad: los primeros modelos de super-humanos que conocemos cuando somos muy pequeños, y que no sólo idolatramos sino que idealizamos y magnificamos ya para siempre; luego llegan otros que conocemos antes o en la adolescencia, y que comienzan a ser verdaderos modelos, no sólo super-humanos, sino realmente y de forma pensada, querríamos ser justo como ellos; luego llegan otros que tienen prácticamente o algo menos de nuestra edad, y quizá en estos casos ya se pierde esa idealización y es más admiración, aunque en cierta manera también se idolatren; finalmente, también podemos idolatrar a gente más joven, pero hay algo en nuestra naturaleza que se opone a ello, permitiéndonos sólo admirarlos a tope, y diríamos que desear que fuesen nuestros hermanos pequeños, hijos o incluso nietos...

Recuerdo mis primeros ídolos deportivos de niñez, que lo serían para toda la vida, allá en los 80 y primeros 90, cuando aún casi ni sabes por qué los idolatras, pero sí sabes bien que ellos son los tuyos, y no otros. Recuerdo que en el ciclismo era más de Perico Delgado que de Induráin (por aquello de que era más veterano y que daba más espectáculo), no sé por qué siempre he tendido a idolatrar a la gente que ya veterana es capaz de permanecer ahí y seguir ganando. El tenis español era un páramo, pero ahí estaba Arantxa para idolatrarla, y también como mujer Blanca Fernández Ochoa y esas primeras hazañas femeninas de nuestro deporte. En el fútbol era del Barça, así que tuve varios de ellos, como Guardiola, Bakero o Stoichkov. En el baloncesto yo era muy de Epi (aunque no llegué a verlo en plenitud) y por ser paisano Andrés Jiménez, en waterpolo de Estiarte y Rollán o en balonmano de Lorenzo Rico, pero ya digo, más o menos todos eran porque ganaban. En el mundo del motor yo era de Aspar o Carlos Sainz, y me caía bien Tarrés y mal Colomer (que venía a quitarle el trono), y en el atletismo de Fermín Cacho, como todos...



Luego fui creciendo y estos primeros ídolos retirándose, y necesitaba otros, otros que aún fueran mayores que yo, y la mayoría los fui conociendo en la adolescencia e incluso alguno (que ya era más admiración que idolatría) incluso recién comenzada la carrera.

En el ciclismo luego fui muy de Carlos Sastre, pero el mío mío era Alejandro Valverde (incluso por delante de Contador que era el que más famoso era). En tenis el mío era Juan Carlos Ferrero, pero se retiró pronto, y mientras fui idolatrando a gente que iba llegando a veterana como Corretja, Moyá o David Ferrer. Por ejemplo con Nadal, que es menor que yo, ya no tengo nada de idolatría, simplemente admiro su enorme carrera, pero sin emoción ni palpitaciones, ni defensa a ultranza. En fútbol fui completamente de Xavi desde que apareció (aunque los focos no eran de él aún), y en parte luego también de Villa e Iniesta (aunque a él sí le llevo unos meses). En baloncesto fui completamente de la "Bomba" Navarro, que justo se retiró este año, y en balonmano sí podría decir que no lo tuve nunca claro: quizá los veteranos Masip, Garralda y Barrufet, y luego cuando llegaron también a mayores, los Juanín García y Alberto Entrerríos. Si miramos un poco más allá, tenemos a Alonso, pero a este simplemente lo admiré, pero sin idolatría. En el atletismo era de Reyes Estévez y Marta Domínguez (aunque a esta ya la desenmascaramos del todo).



Así es la historia, y poco a poco todos hemos cumplido años, por lo que mis ídolos de adolescencia que aún siguen en activo ahora peinan canas o ni siquiera tienen nada que peinar (pues al final como yo, que les sigo 2-3 años por debajo en la edad). ¿Qué pasará luego? Pues no lo sé, llegarán chicos y chicas que admiraré y seguramente me identifique con ellos, pero será otra cosa, será cierta admiración, pero ninguna ferviente idolatría, que para eso la edad poco a poco va relativizando todo y nos hace partícipes de esa misma relatividad.

Mientras tanto, disfrutemos los últimos coletazos de aquellos que vimos comenzar y ahora se baten en retirada, los Gasol, Villa, Raúl Entrerríos, Aginagalde, Gibernau, Hombrados, Valverde, Xavi, Iniesta, Juanín García, Sainz, Alonso, David Ferrer, Feliciano López, Calderón..., sin duda para nuestra generación, ellos y no otros serán aquellos ídolos que tuvimos. Lo que venga después, lo viviremos de otra manera, ni mejor ni peor, pero no será igual, por eso vivamos el momento, porque se está cerrando una etapa...

12 enero, 2019

Elige es con ge, también para tapas emigrantes

Este lo cogí hace un tiempo en el centro comercial Parque Corredor, en Torrejón de Ardoz (Madrid). Se trata de una franquicia que simula una especie de bar de tapas andaluz, llamado Indalo Tapas.



Esta vez se les fue la mano con la "elección", así que como siempre no olvidadlo: elige es con ge

07 enero, 2019

¡Nos atacan las ONG!

El otro día, andaba yo paseando por la gran ciudad junto a ememe, henchidos de orgullo, epatados por la iluminación invernal, prendidos por el espíritu navideño y enviciados en las compras a las que nos incitan las grandes y pequeñas superficies con sus suculentos e irrechazables descuentos. Todo idílico: escaparates engalanados al uso de la época, guirnaldas en las puertas, gente con algún gorro de Papa Noel, villancicos de fondo (lógicamente inclusivos, por lo que no nombran para nada a ningún niño, mula ni buey, para no herir sensibilidades de otras religiones, que de eso quizá hablemos otro día), etc., una estampa que no hacía presagiar lo que luego pasó.

En una de esas famosas calles peatonales de la gran ciudad, tan concurridas cualquier día por estar llenas de comercios, de pronto salió a nuestro paso una chica joven, de unos 20 años, pelo rizado moreno, vestida con una especie de uniforme y pertrechada con una carpeta y un boli, que con amable dulzura nos invitaba a escuchar un rato lo que tenía que decir sobre la ONG Acnur, a la que representaba y para la que se dedicaba en sus huecos libres de la Universidad a conseguir nuevos socios que costeen su magnífica labor en nuestra sociedad, a nivel mundial.



En este momento no nos pillaba con nada suelto, ni ganas de pararnos, porque hacía frío, ni ganas de ahí, en mitad de la calle dar nuestro número de cuenta o datos personales (incluyendo DNI) en mitad de la calle a nadie, por muy carnet de una ONG que tuviera colgando en la solapa. Simplemente no nos apetecía, pero lógicamente eso no nos convierte en unos desalmados capitalistas automáticamente, o no debería hacerlo, por lo que tranquilamente le dijimos que no nos interesaba y tras insistir levemente, nos dejó ir.

Fue tal nuestra suerte que unos metros más adelante nos aborda un chico alto, con el pelo largo y pinta de perroflauta bohemio, de manual, de los que a veces gusta encontrarte porque es más probable poder hablar de Baudelaire o de la última ocurrencia de Emilio Lledó que con los demás que van por la calle con 5 bolsas del Bershka o con los calzoncillos al aire por tener los pantalones casi bajados o con zapatillas tan fucsias y uñas tan fluorescentes que harían palidecer juntos a la vez al color fucsia y a la aurora boreal más fluorescente. «¿Tienen un minuto?». Pues no, a la de antes, mucho más guapa, donde va a parar, le habíamos dicho que no, así que seguramente no era el momento de pararnos a dar explicaciones exactamente por lo mismo, por lo que insistimos en que no, diciendo que llevábamos algo de prisa, por lo que automáticamente nos dio las gracias y grácilmente se dio la vuelta para repetir su pregunta a otra pareja que caminaba en sentido contrario.

Parecía que todo estaba solucionado por hoy, y de hecho más adelante pasamos junto a otros dos voluntarios, de Aldeas Infantiles creo, que hablaban entre ellos, aunque mirando un poco de reojo el panorama. Nosotros un poco cohibidos nos hicimos los locos, como si no fuera con nosotros el camino de escaparates que estábamos haciendo, y hicimos más raudo nuestro paso, a ver si no se percataban de nuestra existencia, cosa que nos salió bien...

Pero fue después, otros pocos metros más (ojo, ya irían 5 "comerciales" de ONG en menos de 30 metros), nos aborda un chico joven también, como todos, mucho más bajito que el otro, mucho más "pijo", como una versión masculina de la primera chica, y nos repite lo de siempre. «Lo siento, tenemos prisa» -dijimos-. «No pasa nada, puedo ir andando junto a vosotros y os voy contando» -contestó él-.  Y la verdad es que como táctica comercial era genial en ese momento, porque nos ponía en un brete, entre la espada y la pared, ya que si teníamos prisa y ése era el problema, él nos seguiría casi hasta nuestra casa para revelarnos su rollo, poniéndonos las cosas fáciles; y si el problema era que habíamos mentido, tendríamos que decírselo, o quizá pegarle un bofetón o un simple bufido, un insulto cortante: "¡¡hombre ya, pesado!!"...

El caso es que no supimos que decir, y aunque volvimos a aligerar el paso, comenzó a andar a nuestra par con el objeto de contarnos. Fue en ese momento cuando la situación empezó a hacerse tensa, ya que por la izquierda nos adelantó otra pareja que iba a toda velocidad y llevaba pegada a la chica que nos abordó al principio, persiguiéndoles impenitentemente, contándoles su rollo sin que pudieran desembarazarse de ella. Nosotros les miramos con lástima e insistimos al chico con un «que de verdad, que no», y ahí quedó todo...

Y mientras la chica se alejaba con ellos, veíamos a los dos que habían quedado atrás y que hablaban entre ellos, abordando de nuevo gente en la calle, y también al chico hippie alto, al que esta vez sí parecían escuchar con atención, y me imaginaba una clara escena de película de serie B de los setenta, con una ciudad tranquila en época de Navidad, que acababa siendo atacada por hordas de colaboradores/comerciales de las ONG, que eran capaces de perseguirte a casa, que estaban sedientos de sangre, todos a una sola "conversión" de llegar a objetivo, a unas horas de acabar el mes, poniéndoseles la cara de zombie, los dientes afilados con colmillos draculescos, con el tesón intacto y la fiereza de un doberman. Atacan y atacan sin piedad, y en unos pocos minutos han arrasado con todo en esa calle que poco rato antes era el símbolo de la tranquilidad consumista, y ahora es sólo un cementerio de cuerpos inertes y sanguinolentos, todos socios de Acnur y Aldeas Infantiles, claro que sí...


Por Cierto: Y si podéis, no dejéis de ayudar, claro, aunque siempre podéis haceros socios por internet. Los refugiados (ACNUR) y los niños sin hogar, os lo agradecerán (Aldeas Infantiles SOS).

03 enero, 2019

Típico balance del año acabado (Año 13)

Quizá debiera remitirme a lo comentado ya en el balance del año 2013, pero antes expresaré mi indignación ante la numerología, que me dice que mi 2013 fue una mierda, y que la decimotercera (o 13) vez que voy a hacer un balance de un año acabado, también voy a analizar un año que fue una mierda.

Ambos, 2013 y mi año 13 han sido un mojón, una mierda, detritus, hablando sin pensar, hablando en caliente, hablando en frío y tomándolos con perspectiva, ambos, casi completa y totalmente fueron una verdadera basura, y así quiero que conste.

Por ello, valorando pros y contras, teniendo en cuenta todo el histórico y las variables pasadas y futuras, y evaluando posibles atenuantes y agravantes, sí: el año que pasó fue una mierda también, y yendo lastimosa y fatalmente mal el año que estos días comienza, nos irá a todos mucho mejor que en el que ya pasó.

Por tanto, y sin más dilación ni paliativos, a todos, y en cualquier caso: ¡Que tengáis un feliz y dichoso 2019, que a muchos seguro que sí os irá de lujo!, disfrutadlo, que los años son finitos y se acaban.