21 septiembre, 2020

Hemos salido mejores, y un cuerno

Ya partiendo del propio título, con esa bordería del cuerno, una muestra más. ¿Hemos salido mejores de la pandemia? ¿De cuál, de esa pandemia en cuya segunda ola nos encontramos involucrados y que probablemente acabe siendo más desoladora y mortífera que la anterior?

Pues eso, y entre todo el buenismo, el coaching, los influencers, los mensajitos virales de autoayuda con nubecitas y gatitos y las frases aforísticas que te hacen cambiar por completo tu forma de ver la vida durante los 10 minutos posteriores a oírla... entre todo ese maremágnum, se suponía que íbamos a salir mejores de la pandemia, más empáticos, más humanos, más cercanos, más grupales, menos individuales, más amables, simpáticos, más unidos, menos asalvajados y muchísimo menos animales, pero no...

Y lo sé porque he visto y analizado cuidadosamente mi comportamiento, el comportamiento de los demás, el de terceras y cuartas personas, y no, no estamos saliendo mejores, para nada...

Y lo sé porque seguimos sin dar los buenos días, seguimos pitando en las rotondas, seguimos con prisa cuando deberíamos ir lentos, seguimos insultándonos, seguimos tratando a los niños como inútiles, a las mujeres como inválidas, a los demás como inferiores intelectualmente... Los políticos siguen a su rollo sin pensar en nosotros, los ricos a su riqueza, los perroflautas a sus okupaciones y marijuanas, los ladrones al latrocinio, los puteros a su putiferio, incluso los pasteleros han seguido haciendo más y más pasteles azucarados... Lo sé, seguimos igual que éramos, no somos mejores, no hemos salido mejores, no lo éramos, no lo somos y no lo seremos, ¡y un cuerno!

 



Y lo veo, cuando los sanitarios reclaman simples mejoras en sus condiciones que nadie les da, otra vez unos pobres EPI que llevarse a la boca, cuando algunos maestros con razón reclaman menos ratio, cuando los padres reclaman qué hacer si su hijo da positivo, cuando los DJ y los feriantes reclaman por la desaparición de sus fiestas mientras los botellones campan a sus anchas, los bares están abiertos y los parques llenos de niños, y los que mandan y la sociedad no hacen nada, y ni siquiera aplaudimos ya.

Y lo veo cuando algunos intentan aprovecharse vendiendo mascarillas caras, vendiendo vacunas imposibles, cuando algunos intentan seguir en ERTE para seguir rascándose la barriga, cuando desean que su colegio se confine para volver a las vacaciones pagadas, cuando no quieren que se reabra el Centro de Salud para seguir dejando descolgado el teléfono mientras ven las novelas, y lo veo en el que no piensa en los demás cuando se quita la mascarilla, y lo veo en las manifestaciones antivacunas y antiEPI, incluso en algunos famosos empeñados en aprovecharse de todo ello.

Es triste pensarlo, porque creíamos que tanta unión, tanto aplauso, tanta emoción por conseguirlo y conseguirlo al final, nos iba a hacer mejores, pero al final el ser humano no tarda mucho en volver a su redil, a lo que era, a sacar de nuevo lo peor de sí, sus entrañas, lo que al fin y al cabo somos: un cuerno, detritus, una especie que vino a servirse del planeta y que acabará con él, cosa que ninguna logró hasta ahora.

Veremos el resultado de esta segunda ola, quizá acabe, quizá haya vacuna, quizá todo esto termine como el sueño que fue, tras uno o dos años perdidos por todos, y aun así, aun necesitándolo para no volvernos locos, aun siendo lo mejor desde cualquier perspectiva desde la que se pueda mirar, no, nosotros no vamos a salir tampoco mejores, porque somos lo que somos, y un cuerno...

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