Muchos de esos momentos en nuestra existencia nos los pasamos haciendo cola, aguardando la llegada de algo, esperando por fin la resolución, y muchas de esas ocasiones hacen pasar el tiempo despacito, muy lento y parsimonioso como el caer de esas gotas cuando el charco desde el que caen se agota. Muchos son ratos de impaciencia absoluta, de la más desconsolada y dolorosa incertitud, y nos hacen estresarnos hasta lo imposible, en vez de simplemente conformarnos en el esperar, que también es un disfrute, en todo el viaje a Ítaca, que debería haber sido una expedición soñada, pero del que no aprovechamos cada paso caminante como deberíamos.

Pero a veces la angustia es demasiado grande, y no podemos más que alegrarnos por una cosa, y eso es justo lo que nos atañe hoy, pues esta mañana salió el sol, tenemos un día más... y van unos pocos, y quedan cientos... Y mientras, nosotros, como siempre, viviendo, y esperando, y mientras esperamos se nos pasa la vida en un suspiro, por algo que no sabemos si llegará... por algo que estamos completa y absolutamente seguros de que ni siquiera es futuro, porque ya es un hecho.
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