26 junio, 2019

Las desgracias nunca vienen solas

8 de la mañana, suena el despertador, sin querer, al mirar la hora durante la noche —que hemos pasado vomitando un par de veces y con dolores estomacales—, hemos retrasado la hora de la alarma, así que en vez de las siete y media ya son las ocho, hay que correr...

Nos ponemos rápidamente una de las chanclas y buscando la otra nos damos con el dedo gordo en la esquina de la mesa (uno de los dolores más grandes que existen junto con el del hueso de la risa, que provoca el "dolor del viudo" en el codo), después, la puerta está extrañamente abierta a mitad, así que no lo esperamos y nos damos de frente con ella. Al llegar al baño a refrescarnos, abrimos más de la cuenta el grifo de la ducha con los nervios y todo se convierte en una gran serpiente que lanza agua por todo el baño. Cuando nos damos cuenta, por fin nos hemos refrescado, pero usando champú en vez de gel de baño. Tiramos de la cisterna tras orinar, pero no funciona bien y sigue echando agua tras llenarse.

Al afeitarnos nos cortamos, y cuando vamos a la cocina a recoger las tostadas, ya están quemadas (parece ser que habíamos puesto un minuto de más la noche anterior y olvidamos que lo habíamos hecho). El microondas echa una chispa al calentar la leche, así que nos la bebemos fría, no pasa nada. Por desgracia no hay magdalenas, así que nos tomamos la leche sola. A mitad nos entra tos y se nos cae un poco de la taza por lo que nos mancha el jersey, así que tenemos que volver al cuarto a cambiarnos. Nos damos cuenta de que no tenemos ninguno limpio así que buscamos una rebeca más antigua y nos dirigimos al salón a por las llaves y el móvil, pero se funde la luz y tenemos que abrir la persiana para buscarlo, pero resulta que la cuerda estaba ya en las últimas y se cae la persiana. No pasa nada, así entra algo de luz y podemos recuperar el móvil y la cartera.



Finalmente salimos de la casa y encontramos una mudanza en el ascensor así que tenemos que bajar los cinco pisos andando a toda prisa, con la mala suerte de cruzarnos con el vecino pelma del cuarto y también con la del tercero que sube con el perro que siempre lame todo lo que pilla. Al llegar abajo, en el espejo vemos que llevamos aún una horquilla en el pelo. Finalmente salimos a la calle y justo al pisarla nos damos cuenta de que es un charco y nos ha mojado los bajos. Corremos de nuevo hacia la parada de bus, pero en la estrechez de la calle van dos ancianos pillando todo el hueco. Al final justo llegando pasa el bus, así que tardaremos 15 minutos más.

En ese momento nos llaman del trabajo, que se adelanta la reunión y ya nos están todos esperando. Al buscar la tarjeta para el bus, no controlamos bien el móvil y se nos cae de canto en la acera rompiéndose la pantalla. Bueno, no pasa nada, el bonobus está vacío y lo tenemos que recargar, pero sólo llevamos 50 euros y no aceptan tanto dinero. Discutimos pero no hay nada que hacer, así que de pronto una señora decide pagarnos el viaje, por lo que agradecidos continuamos.

Al llegar al trabajo, el jefe se ha retrasado por un problema y al final la reunión no ha empezado, un compañero nos pregunta por el móvil y como entiende nos dice que es sólo el cristal templado, así que no pasa nada, se ha salvado todo. Nos da la buena noticia de que ayer nos tocó a todos la Primitiva, así que serán 1200 euros a dividir entre los 10 del departamentos. El día en el trabajo es muy productivo y volvemos a casa muy contentos.



Imaginando todo esto último y tras bajar del bus por no poder pagarlo, tenemos que volver a casa a coger el coche a toda prisa, con tan mala suerte de que resbalamos al doblar la esquina con una caca de perro mezclada con a saber qué, y nos caemos, parece que no nos hemos roto nada. Nadie nos ayuda, como en el bus. Ahora resulta que las llaves están en el fondo del bolso, así que no hay manera de encontrarlas y cuando lo hacemos, de nuevo aparece el vecino pelma. Volvemos a casa a coger las llaves del coche y recordamos que se las habíamos dejado a nuestro hermano, así que tenemos que llamarle, pero el móvil no funciona, así que cogemos el fijo pero se ha quedado sin batería.

Recordamos que el conserje anda cerca, así que salimos al rellano a llamarlo, pero sólo está la vecina cotilla que se entera de todo. Finalmente encontramos al conserje que nos deja el móvil para llamar a nuestro hermano, pero no nos acordamos del teléfono, así que nos deja su móvil para que metamos la tarjeta y de ahí conseguir llamar.

Nuestro hermano tiene las llaves y venía justo para coger el coche, pero se ha retrasado un poco más. Cuando finalmente llega, nos da las llaves y vamos para la cochera, pero nos damos cuenta de que alguien al pasar ha roto nuestro espejo del conductor, que cuelga, así que subimos a casa y buscamos un rollo de cinta aislante para pegarlo todo, pero no encontramos. En el transcurso, empieza a arder literalmente el frigorífico, así que ahora hay que coger todo lo congelado y desenchufarlo. Como no nos da tiempo, nuestro hermano se compromete a llevarlo a casa de nuestros padres, todo, al menos lo congelado.

Al final encontramos la cinta aislante y vamos a enrollar el espejo para que no se caiga. Al salir vemos que la puerta del garaje no funciona así que tenemos que echar marcha atrás e ir hacia la otra punta que esa sí funcionará. Finalmente salimos camino del trabajo, pero hay obras y nos retienen un rato en la calle. Luego ya sí cogemos la autovía y por fin llegamos.

La reunión ha acabado, y ya no merece la pena ni preguntar, tenemos un mal día. Nuestro jefe nos reúne y le contamos todo pero no le parece aceptable, así que nos manda para casa a reflexionar. Nuestro hermano ya se ha ido, y como no tenemos móvil tenemos que esperar a la hora de salida para que nos venga a recoger. Mientras comemos en el restaurante de siempre, donde no hay manzanas que es lo que pedimos siempre y tomamos una mousse de limón, que tiene dentro una avispa muerta, a saber por qué. Definitivamente llega la hora de salir y nos recoge nuestro hermano y nos lleva a casa.



Nos duele mucho la cabeza, pensamos cenar cuatro cosillas, pero el frigo está roto, así que acabamos comiendo galletas y Krispies que es lo que hay, y resulta que hoy hay Champions así que no se emite nuestra serie favorita. Entramos en Netflix pero no va internet, y en ese momento recordamos que al día siguiente tenemos que hacer un importante informe, así que vamos al ordenador y lo encendemos, pero nos sale no sé qué de un secuestro de la policía y que tenemos que pagar dinero, así que nos asustamos y lo apagamos. El día no puede salir peor, así que nos vamos a la cama a acostarnos, a ver si mañana todo mejora, pensando en que quizá si alguna persona se hubiese levantado en el bus de por la mañana y hubiese puesto los 80 céntimos para nuestro viaje, nada de esto hubiera pasado, o si quizá no nos hubiésemos comido el Amaretto caducado y con un agujerito que había en el frigo, no hubiéramos tenido tan mala noche ni cambiado el despertador, o quizá si no hubiéramos nacido o la Tierra no girase, locuras, locuras...

Al día siguiente, amaneció, al despertador sonó a su hora, y ya sólo quedaba una larga lista de tareas a resolver, 10,15, las que fueran, pero poco a poco, con esfuerzo, tesón y resiliencia, mucha resiliencia, en pocos días, cada arreglo, cada detalle, cada desatino, estaría solucionado, y entonces, para nosotros sería toda la satisfacción, y para nosotros, por ese sentimiento del buen trabajo realizado, quizá el mundo sería un mejor lugar para vivir.

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