Conforme me acercaba por la carretera, lo primero que me sorprendió fueron las farolas amarillas antes de las entradas a los túneles, que tenían unos huecos raros a la entrada y salida en el techo. También vi con curiosidad una bandera de España (seguramente en el Condado de Treviño, ese incomprensible trozo de Burgos dentro de Álava). A 50 kilómetros ya olía a hierba húmeda, pasando por entre las montañas de ese Despeñaperros propio con una carretera para cada sentido. La primera palabra nueva fue Zerbitzubidea (vía de servicio), y luego continué aprendiendo con las tiendas de muebles (Altzariak), o la efímera entrada por Navarra (Nafarroa). Por supuesto, todos los rótulos oficiales están puestos en Castellano y Euskera, lo que no ocurre por ejemplo en Cataluña, donde suelen estar sólo en "dialecto catalán".
Se ve una distinta configuración de los pueblos, y un increíble cauce en sus ríos, de poco recorrido pero gran caudal. Anochece antes que en el sur, y ninguna operadora de telefonía aparece en la red al cruzar la "frontera" (irónico). ¿Lo primero? Saber como se pide una cerveza: parece que pidiendo una caña o un zurito te entienden perfectamente.
San Sebastián es una ciudad pequeña, que se puede considerar bonita, rodeada de montañas con bosques verdes. Está junto al cauce del río Urumea, y es una ciudad moderna con una estructura reciente, que posee 3 grandes playas (Zurriola, La Concha y Ondarreta) delimitadas por montes como el Urgull o el Igeldo (donde podemos encontrar un parque de atracciones al estilo de hace casi 100 años, conservando toda la esencia de una época ya pasada, con un funicular y la "Montaña Suiza" como principales reclamos). Hay alguna iglesia con interés, y una bonita catedral, pero tampoco se puede considerar entre las mejores. La gente es acogedora, amable, y los adultos generalmente hablan en castellano por la calle (por debajo de 15 años es bastante complicado escuchar a los niños hablando otra cosa que no sea euskera). También he de decir que me encontré a don Alfredo Landa por la calle, y como no he visto demasiados famosos en mi vida, pues me hizo ilusión.
Por la noche San Sebastián tiene una gran zona para salir en la parte del Bulevar, debajo del monte Urgull. Hay gran cantidad de calles llenas de bares, pubs y tabernas, donde hay un ambiente juvenil y agradable (aunque como no podía ser de otra forma, algunos intenten convencer a los visitantes de que ese lugar no es ni España ni Francia, sino otra cosa totalmente distinta, menos mal que la gente aún es capaz de pensar por sí misma). No, no ponen tapa con la bebida, aunque por un par de euros te puedes comer un pincho de algo, y hay algunos que están bastante bien. Fue la primera vez en años que no me ofrecieron un CD cuando estaba tomando un refresco en la terraza de un bar.
Aproveché también para pasarme por un pueblo típico (Zarauz), y por Francia (Bayona y Hendaya), además de para ver un par de grandes acontecimientos deportivos, como la Clásica Ciclista de San Sebastián (vi por primera vez a grandes corredores como Valverde, Sastre o Gárate, y alguna leyenda del pasado como Marino Lejarreta), y el Campeonato de España de Atletismo (donde Ruth Beitia saltó 2 metros y 2 centímetros por primera vez, y Manolo Martínez perdió su primer campeonato de España tras 13 seguidos), donde aproveché para sentarme entre los atletas, entrenadores y familiares (sólo son gente normal, pero que salta mucho... xD). Por la noche me volví en un Búho (bus urbano nocturno) en el que iba Marta Mendía (guapa saltadora de altura).
Lo importante de los viajes, no obstante, son las personas con las que los realizas, y quizá por eso este viaje ha sido mucho mejor. De todas formas, apunto San Sebastián entre mi lista de las 5 ciudades donde no me importaría vivir, e incluso aprendería a hablar en ese galimatías que es el euskera si hiciera falta.