16 mayo, 2024

No hay prisa, y no me convencerás de ello

Medida estrella de la semana para combatir el estrés: "no hay prisa, y sólo debe haberla cuando realmente la haya, que es el 1% de las veces".

Pues eso, y empezando mi consultorio "zen" o "hippie" recién montado, he de decir que por experiencia  sólo el 1% de las veces que las personas decimos "tengo prisa" es cierto. Puede ser que nosotros pensemos en muchos casos que la hay cuando no la hay, y obviamente también hay casos en los que para eludir una situación comprometida, embarazosa o aburrida, digamos que hay prisa, porque es algo que a los demás rápidamente nos hace salta un resorte de "ah, vale, voy a evitarle estrés a esta otra persona".

Y ahí es donde está el error, porque nosotros no tenemos por qué ser los que absorbamos la prisa de nadie, las malas vibraciones de los demás, la energía negativa de cualquiera. Si nos plegamos ante todo el que nos diga "tengo prisa" adaptando nuestro discurso, nuestra actitud o nuestras acciones a ellos, nos estamos perjudicando nosotros mismos, absorbiendo esa energía mala de ellos y liberándoles...

Por ello, tenemos que aprender que el otro no es nadie para tener prisa, y que el tiempo de los demás vale lo mismo que el nuestro. No debemos estresarnos hablando con nadie, para darles un informe rápido de todo y que puedan seguir, porque todo ese nerviosismo se queda en nosotros... 

No, el conductor del autobús no tiene por qué tener prisa mientras le explicamos algo, ni un comercial tiene que hablarnos rapidísimo para contarnos lo que vende, ni un conocido que nos pregunta por la calle va a apagar un incendio aunque se le ve nervioso para irse. En esos casos lo mejor es dejarles ir, no darle cancha, y que sigan su camino estresando a los demás, no a nosotros.


Un caso que me ocurre personalmente es cuando voy al médico, porque soy consciente de la cantidad de personas que hay esperando y que tienen poco tiempo para las visitas, por lo que les intento explicar tan rápido mi problema que la consulta es una vorágine y casi me entero, y me atienden peor, sólo intentan transcribir rápido muchas cosas y el resultado es un desastre que me puede acabar perjudicando a mí. Es un ejemplo, pero seguro que en algunos casos os pasa, con gente que siempre tiene prisa y que os requiere para algo, y básicamente lo que os está es chupando la energía (¿personas tóxicas?, bueno, no digo que lo sean en general, pero la situación sí lo es).

Y pensaréis, ¿y si hay alguna ocasión que todo se está quemando y estamos en ese 1% de verdad en el que hay prisa? Bueno, pues tampoco pasa nada por ir un poco más despacio, nadie dice que no hagáis nada o no creáis a nadie, pero no se puede estar en el otro 99% de ocasiones con la escopeta cargada o al borde de un ataque de nervios, no tiene sentido. 

Es mi consejo "zen" de hoy: Relativicemos la prisa, porque es una mentira como una catedral. En nuestra vida realmente todos tenemos un puñado de prisas, que hubo, que habrá que resolver, y ya está, ¿el resto? Simples mentiras que nos contamos a nosotros mismos, que los demás nos cuentan para traspasarnos sus miedos, sus ansiedades. Y así acabo: Di no a la prisa de los demás

10 mayo, 2024

Se acabó, evitemos ser pisoteados

Uno va por la vida de buenas, intentando portarse bien, no molestar a nadie, pasar inadvertido para que todo el mundo sea feliz, pretendiendo no dejar huella, ni de carbono ni ninguna otra, procurando no interferir, no entorpecer, mantener la buena armonía del universo; en definitiva, uno intenta hacer lo que querría que los demás hicieran, pero es que no... es que te das cuenta de que todos y todas miran sólo por sí mismos, y algunos incluyen además un altísimo nivel innato de incivismo e hijoputismo, y bajísimo de empatía (muchos son esos que se llaman a sí mismos "personas empáticas", o al menos es lo que ponen en los currículums, los currícula y en Tinder y Grindr).

Total, que desde hoy he decidido dejar de pasar la mano a todos ellos, quizá haciendo pagar a veces a justos por pecadores, pero es que no se puede ser toda la vida bueno ni tonto, mientras los demás te miran por encima del hombro o con miraditas de condescendencia, a ver qué pasa... Obviamente a ellos ser tan malos no les ocasiona daño alguno, pero cuando uno bueno deja de serlo, todo el karma va a por él como una apisonadora, eso está claro.

Y es que a partir de hoy tú y yo, vamos a:

-Dejar de apartarnos cuando vemos venir a alguien desde 100 metros en la acera hacia nosotros, mirando el móvil, chocando si hace falta.

-Dejar de desviarnos levemente, encoger el cuerpo o los hombros cuando nos cruzamos con gente y claramente no cabemos, chocando si hace falta.

-No dejar pasar a la gente con carritos que sabemos que no van a darnos las gracias ni a mirarnos cómplicemente.

-Dejar de decir buenos días a la gente que no nos lo haya dicho la última vez (vampiros gaznápiros los llamaría yo por ello).

-No dejar colarse a nadie en las colas porque "es que voy a hacer una preguntita solo", para evitar esos falsos que al final acaban haciendo toda la gestión o compra porque "ya que estamos...".

-Pegarles un bolsazo o un mochilazo a los coches que no se paren en los pasos de cebra cuando estamos ya pasando por ellos (esos listos que como aún no has llegado a su carril siguen sin pararse porque da tiempo, y todos suponemos que si fueran a atropellarte pararían).

-Decirles un "quién te crees que eres" o un "por qué me tratas así" o un "yo te he hecho algo" a los que por en atención al cliente no nos traten maravillosamente, tengan un mal día o no.

 


-Tener prisa cero cuando un coche nos pita justo al ponerse en verde un semáforo.

-Hacer womansplaining en el metro o las salas de espera (este es sólo para mujeres, y se trataría del contrario del mansplaining, que consiste en abrir las piernas los hombres cuando están sentados en sillas en fila con otras personas para que se les aireen los genitales, mientras que las mujeres las mantienen juntas como señal de decoro aprendido y heredado).

-Decirles un "no me estoy enterando de nada" o un "con tanta palabra he dejado de poner atención y estoy pensando en las rosquillas de Homer" a los que todo el rato están hablando y no nos dejan meter baza.

 

Y más cosas que se me sigan ocurriendo y apunte, tiempo al tiempo, nos convertiremos en nada en unos ciudadanos de M... en unos despojos humanos inadaptados, en unas rémoras, en unos molestos seres incivilizados... sí, nos convertiremos en todos vosotros, ¡y a mucha honra!

04 mayo, 2024

¿No os pasa que os gustan tanto las falsas alarmas como a mí?

¿No hay mayor placer en la vida que experimentar una falsa alarma? ¿No hay más felicidad que la que se vive cuando te das cuenta de que nada malo pasa? ¿No hay mayor segregación de dopamina y serotonina que cuando el alivio empapa todos los poros de tu piel?

Os lo garantizo como futuro tratamiento de belleza y antienvejecimiento, sería una especie de predisposición a una situación de tensión que luego finalmente no se da, desencadenada por la buena noticia que nos dice que efectivamente todo va bien y todo va a seguir así.

Y eso nos pasa cuando nos llama el maestro a la palestra para regañarnos y luego es para alabarnos, cuando nuestro padre nos llama recién llegados tarde y luego es para darnos un beso, cuando el médico titubea un poco antes de darnos el diagnóstico positivo, cuando nuestra pareja nos dice tenemos que hablar y es sobre algo bueno, cuando llegamos al taller y resulta que el ruido del coche se ha ido, cuando cambia la ley y nos beneficia, cuando bajan unas acciones pero suben otras, cuando el bulto desaparece, cuando el jefe nos llama a su despacho para comentarnos algo indiferente, cuando la alarma de incendios se activa por error, cuando la tormenta es sólo el vecino moviendo muebles, cuando el teletexto se ha equivocado de equipo poniendo el gol, cuando los titulares son solo un bulo.

Así, nos da de pronto un vuelco el corazón y se nos encoge el alma pensando que todo puede haber acabado, y de pronto la explosión de color y felicidad lo cambia todo.

Y si todo finalmente va mal, y las alarmas son completamente verdaderas, al menos, sabed que nadie nos podrá quitar lo bailado.