Los seres humanos somos así, partidistas, nos unimos a una causa, a unos colores, necesitamos una manada, necesitamos una militancia, necesitamos sentirnos parte de algo.
Así, unos son amantes de la caza, otros seguidores del Real Betis Balompié manque pierda, a otros les gusta hacer pasteles, otros son forofos de los toros, no se pierden una representación de castellets, lloran con la última procesión de la Virgen del Pincho, son anti-franceses, afrancesados, racistas, ecologistas, culteranos, cascarrabias, pueblerinos, renegados de lo rural, o piensan que "jamás, jamás voy yo a hacer eso, ni muerto...".
Hasta ahí perfecto, hasta la médula, para toda la vida, hasta que la muerte nos separe, de ideas fijas contra viento, marea, huracanes y frentes fríos que entran por el cabo Finisterre y terminan con una gota fría en el Levante, pero siempre con viento de Poniente. Pero, ¿y el legado?, nuestro legado... ¿Qué les vamos a dejar a nuestros hijos? ¿Queremos que sean como nosotros, que sigan siendo seguidores "manque pierdan"? Lógicamente, la mayoría sí.
Pero claro, hay casos en los que es casi imposible seguir una tradición, como seguir siendo calafate, como seguir siendo aficionado del Logroñés, como seguir siendo cristiano en territorio de Chiítas, como ser anti-francés en Francia o tantas y tantas posibilidades como aficiones o emociones se nos puedan ocurrir. ¿Entonces qué? Bueno, eso les pasa a otros, porque mis hijos seguirán a pies juntillas lo que yo les diga,y seguirán mi partido, mi afición, mi creencia, y los hijos de sus hijos, y los nietos y los etcéteras que las ramificaciones del árbol genealógico permitan.
Hasta ahí, bien, imperdonable si no lo hacen, porque nos decepcionarían tanto..., pero, ¿nos hemos parado a pensar en qué hemos podido decepcionar nosotros a nuestros antepasados?
No, no hablo de nuestros padres, abuelos o bisabuelos, de los que más o menos tenemos constancia y memoria, de cuyos principales gustos, aficiones y militancias nos ha quedado algo, aunque sea de oídas. Pero, ¿y de los bisabuelos de nuestros bisabuelos?, ¿y de esas personas que ya murieron hace ciento y pico años y de los que no sabemos ya nada? ¿Nos hemos parado a pensar en que a lo mejor nuestra vida actual les decepcionaría enormemente y que si levantaran la cabeza volverían a meterla de nuevo allá donde la tengan?
Imaginemos a nuestro tataratatarabuelo al cuadrado, amante él de las palomas (colombofílico), que ve cómo ahora nosotros las cazamos. Imaginemos a nuestro tatarabuelo, religioso devoto de la Virgen de la Paz de cuya procesión ahora nos reímos y a cuyos nazaremos llamamos "capillitas", cómo se sentiría al ver dicha situación. Imaginemos a nuestro tatarabuelo seguidor acérrimo del Atlético Aviación, cuando ahora nosotros somos anti-Atleti y del Real Madrid hasta la médula... Imaginemos a ese tatarabuelo seguidor de las ideas de Karl Marx, que ahora ve como nosotros vamos con un jerseycito al cuello y votamos al PP como si nos fuera la vida en ello...
Sólo reflexionemos un momento, ya no sólo en qué nos podrían decepcionar los que vendrán, sino ya en qué hemos decepcionado seguro nosotros a los que atrás quedaron, cosa que jamás habrían pensado, y en cualquier caso, eso nunca: no os decepcionéis a vosotros mismos.