26 marzo, 2019

Camarón que se duerme

El mundo cambiando en cuestión de años, ni siquiera décadas, centurias o incluso milenios como antes. El ser humano perplejo y superado por la velocidad de los cambios en este siglo. Profesiones que fueron casi eternas y que ahora ni existen, otras que nacieron pensando durar para siempre y que fueron meras motas de polvo en el desierto, todo vertiginoso, todo veloz, todo despersonalizado e impasible a las tradiciones, de un mundo actual que camina claramente hacia volverse completamente irreconocible para sí mismo, perdiendo todas y cada una de sus raíces, todo lo que le hacía ser como era, caminando hacia ese completo y total olvido del que ya no sabe de dónde viene, ni hacia dónde va...

Sí, para muchos ha sido un "camarón que se duerme", y se los llevó la corriente, mientras que a otros los arrasó directamente el progreso.



Son sistemas que nacieron igual que se fueron, como los precursores de la fotografía en el siglo XIX, como la propia fotografía analógica en el XX, ahora devorados por lo digital, por lo volátil, por una nueva tecnología que nos permite hacer miles de millones de tomas, de imágenes que van a la nube, pero que un buen día se evaporarán para jamás volver a existir. Y sí, entonces nos daremos cuenta de que de nosotros no quedará ni rastro, porque ya no hay fotografías impresas de los postmillenials, y quizá dentro de 100 años, un anciano podrá tener 0 fotografías de sus bisabuelos, cuando esos mismos bisabuelos aún conserven 3 ó 4 de los suyos, nacidos en 1860, que se hicieron 4-5 fotos en su vida, pero que aún perviven gracias al formato físico. Es curioso, pero sí, el sistema de la fotografía, tal y como la conocimos en el XX acabó, y con él todos los que se dedicaban al revelado, que ahora se reduce a una impresora para imprimir ese digital, que acabó con todo ese negocio.



Igual pasó con los videoclubs, esos que nacieron en los 70, que explotaron en los 80 y primeros 90, y que comenzaron a languidecer a primeros de siglo XXI, esos que ahora quedan contados en España, a uno por ciudad como mucho, esos que sólo subsisten porque sus dueños ya son demasiado mayores para reciclarse. Igual con las tiendas de discos, esas que también tuvieron su boom en los 70-80-90, incluso en los primeros 2000, y que cayeron a piñón, a la misma vez que las descargas ilegales, el pirateo y el incipiente streaming apareció. Hoy en día, ni películas ni música suelen tener formato físico, y quizá también dentro de 100 años no conservemos nada de ahora, cuando sí tengamos aún películas en VHS de los 80, qué ironía, aunque sin capacidad para reproducirlas. Eso sí, si no cortan internet, podremos seguir descargándolas.

Y así, con muchos otros servicios, como el taxi, que ahora batalla con Uber y Cabify, intentando entender el cambio, camarones aún dormidos ante la corriente que se los intenta llevar. No son sólo los modelos, es que los gobiernos no son capaces de proteger estas industrias, porque los que mandan y habían apostado o invertido en ellas, ya salieron corriendo a tiempo, como siempre... ellos sí son los verdaderos tiburones.



También nos dejaron hace tiempo los artesanos, los oficios antiguos, esa alfarería, esos curtidores, ese lechero y huevero, esos albardoneros, incluso los zapateros y afiladores, todos destrozados por el usar y tirar actual, por lo volátil, por lo impersonal, que poco a poco fueron llenando nuestras ciudades de copias y copias de franquicias mientras morían las tiendas de toda la vida, mientras morían nuestros cascos antiguos, mientras morían inclusos las periferias, mientras los centros comerciales se llenaban de luces y colores, y seres alienados con tarjetas de crédito y de fidelización, meros consumidores, meros 'targets', meros 'customers' que no valen más que los datos personales que puedan proporcionar, meros buscadores de descuentos que se creen listos por estar comprando barato allí, mientras un buen día la tienda de la esquina acabará cerrando y ellos se acabarán entristeciendo, ellos, culpables también de aceptar unas reglas de juego que jamás fueron justas.

Y no es sólo esto, no son sólo "profesiones del siglo XX", de abuelos, es que muchas de las que ahora aún parecen importantes están heridas de muerte: empleados de banca, que ya están reconvirtiéndose en simples agentes inmobiliarios o consultores de inversión, que ven como los cajeros automáticos les sustituyen. Agentes de viajes reemplazados también por las aplicaciones que ofrecen búsquedas a tutiplén de los mejores precios en la red. Recepcionistas de hotel sustituidos por robots, cirujanos sustituidos por robots, incluso programadores informáticos de robots sustituidos por robots, rizo rizado de esta casi incomprensible deriva que nos llevará a la total incomprensión de nosotros mismos. Sociedad curiosa la de 2050, cuando todo haya "reventado", cuando los millenials (los verdaderos, los nacidos entre 1980 y 1995) no entendamos nada, y seamos unos seres incomprendidos que aún recordamos lo que éramos, las raíces, cuanto todo esté perdido.



Sí, camarones que se fueron durmiendo y no supieron adaptarse, es fácil decirlo cuando tu profesión sigue aún vigente, privilegiado suertudo, pero te podría haber pasado a ti, que piensas que siempre hará falta alguien que haga jamones, hasta que un día un chino fabrica jamones sintéticos con más o mejores grasas monoinsaturadas que el tuyo, con mejores cualidades organolépticas. Aceitunero jiennense que se cree el rey del mundo hasta que un árabe acaba creando un aceite sintético superior 1000 veces en cualidades al de oliva. Dueño de McDonalds que acaba claudicando ante las hamburguesas de tejido artificial, baratísimas. Maestro de primaria que acaba en la calle porque los robots lo hacen mucho mejor. Camarera de pisos y repartidor de Glovo que acaban siendo sustituidos por un Roomba/Conga y un dron. Mozos de almacén sustituidos por apiladores automáticos, y mientras, ¿qué? ¿Nos vamos a quedar todos en nuestra casa por la incapacidad para hacer algo útil para la sociedad?  ¿Cómo vamos a generar riqueza, cómo vamos a prosperar si no valemos para nada? ¿Sólo los ricos o los que tengan la propiedad de las grandes empresas y de los robots van a poder ganar pasta?

Pues la respuesta es clara: sí. Todo tiende a eso, como hace ciento y pico años. Todo fue un sueño que duró un siglo, pero los patrones volverán a ser los mismos, los propietarios de los medios de producción, de las fábricas en su momento, y de los robots ahora; y nosotros, los proletarios tendremos las migajas, ahora sin siquiera tener que trabajar, con una renta mínima (de la que hablaré pronto) y sentados dando de comer a las palomas. Y mientras, los ricos, los dueños de todo tendrán por seguro que ninguno de nosotros podrá escalar para robarles el puesto, como en cierto momento en el siglo XX eso se hizo posible, porque no hubo ningún momento en la historia como el siglo XX en el que alguien de clase baja tuviera más posibilidades de ascender a la clase alta, tiempo al tiempo.



Y lo llaman "camarón que se duerme", cuando deberían llamarlo: capitalismo agresivo cual ballena que a todos nos comerá.

Y mientras tanto, van cerrando todas esas viejas tiendas de toda la vida, y mientras tanto la mayoría nos vamos alienando comprando en Carrefour en vez de en la tienda de la esquina, en el Leroy en vez de en la ferretería de siempre, en el Garnier en vez de la pastelería de toda la vida, en la Fnac en vez de la papelería de dos calles más arriba, en Interflora online en vez de en la floristería o en Ikea en vez de en la tienda de muebles de la avenida. Sí, cuando en las ciudades no haya más que colmenas franquiciadas y tiendas de chinos, nosotros estaremos contentos yendo a macrourbes comerciales con todo lujo de detalles, perdiendo finalmente todo lo que éramos, lo que nos hacía diferentes, convirtiéndonos en iguales a todos los demás pueblos, ciudades y países, todos estandarizados, y olvidándonos de lo que realmente importa y tiene valor en la vida; y todo porque los camarones no eran sólo los comerciantes de barrio, de pueblo o los artesanos de toda la vida, no, porque los camarones somos nosotros mismos, y ya hace rato que dormimos...

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