A veces hay lugares que no son extremadamente bonitos, que no son extremadamente fresquitos para el verano, calentitos para el invierno, que no tienen una arboleda excesivamente frondosa ni un suelo totalmente adecuado para practicar el deporte, que no están libres de insectos, ni de polución, ni de partículas de polvo en cantidad, ni de ruido...
A veces hay lugares que parecen no tener nada, o que al menos no parecen tenerlo para algunos de esos señores que rigen nuestros destinos desde anchos sillones. A veces hay lugares que acaban siendo pasto de la especulación, del dinero, del "progreso" mal entendido, de la locura. A veces hay lugares que no se merecen demasiado, que se merecen mucho, que no merecen la pena, que merecerían luchar hasta el final.
No sé si este es el caso: Los Paseíllos Universitarios de Granada, allá por el viejo Campus Universitario de Fuentenueva, pulmón del Centro-Sur de Granada, cruce de caminos perpendicular entre Severo Ochoa y Camino de Ronda. Al lado de la histórica Facultad de Ciencias, de la vetusta de Aparejadores, de la moderna de Canales, Caminos y Puertos (y quizá vías de metro...). Con una piscina de 25 metros, pistas de voley-playa, baloncesto, hockey, campo de fútbol, pistas de fútbol sala. Con canchas de tenis, campo de Rugby, y el pabellón polideportivo de Fuentenueva donde tantas gestas del voleibol y ping-pong granadino han tenido lugar.
Un lugar interesante, con muchas cosas que te harán pasar por allí si vives en Granada durante 1,3,5,15,30,50 años...
Quizá todo lo dicho no sea suficiente para tocar la vena sensible de algunos, pero aún hay más: Las primeras carreras de tu hijo cuando aprendió a andar, esas vueltas en patines cuando eras pequeño en los 70, la primera bici con ruedines, el hula-hop, el partidillo de voley-playa con tus nuevos amigos de 1º de Facultad, el partidillo de fútbol con tus viejos amigos de 5º de Facultad, el primer beso (esta va para ti, Jesús), las carreras detrás de pantalones cortos y piernas bonitas, los partidos del trofeo Rector, del trofeo interno de Tenis, el día de piscina con el chico o la chica que más te gustaba, el paseo de dos ancianos que llevan 75 años casados, los más de 15 años paseando por allí a aquel perro que tuviste en los 80 y 90, esos niños o universitarios que salen de las clases, esas excursiones de chavales con síndrome de down, ancianos enfermos en sillas de ruedas, chicos autistas con ganas de saltar, brincar y sonreír, sobre todo sonreír.... Todo, en esos árboles, esos jardines, ese asfalto...
Un lugar inolvidable que una ciudad nunca se perdonaría si desapareciera. Por suerte, los Paseíllos nunca desaparecerán. Sin embargo, los últimos años, han tenido que cerrarlos de noche por culpa de los alcohólicos del botellón, juventud y generación ya perdida. Por desgracia, el Ayuntamiento de Granada (PP), la Junta de Andalucía (PSOE) y el "magnífico rector" de la Universidad de Granada (es que yo tengo un Payá [el que quedó segundo en las votaciones] de cartón en el salón, y entonces...) no tienen la menor intención de evitar que una de las líneas del futuro Metro de Granada pase justo por enmedio de los Paseíllos cortándolos por la mitad, dividiendo por dos su importancia, su valor.
Hay una Plataforma Ciudadana que va recogiendo firmas, poniendo algún cartel, y reuniéndose con algunas personas para intentar que cambien el recorrido del metro. Ya tienen más de 4.000 firmas, que se me antojan pocas, además de que la difusión que está teniendo la historia es escasa. La otra opción que evitaría el destrozo del metro sería soterrar la línea durante 500 metros por Severo Ochoa, y eso es caro. Como suele ocurrir, adiós al lugar-paraje natural, ¡bienvenido, cemento!
A ver si entre todos, por internet, pudiéramos hacer algo, ¿no? No sólo hablar, contarlo, sino actuar. ¡Salvemos los paseíllos!, aunque sea sólo porque una vez pasamos un rato maravilloso allí.