Existís porque yo os miro, para los de las fotos
Existís porque yo os miro,
Existís porque dejasteis en algún momento plasmada vuestra imagen en una película que fue revelada al viento para plasmar para siempre vuestra esencia, vuestro rostro, vuestro cuerpo, ahora desaparecidos, ahora ajados por el tiempo. Quedó, eso sí, vuestro legado, quizá en algún objeto, quizá en simples genes que ahora están esparcidos en cientos de personas.
Seguís existiendo por tanto en ellas, en cientos de tataratataranietos, pero no es igual, en ellos sólo permanecen ademanes, gestos, venas, tics o dejes que ya tuvisteis vosotros y que se fueron heredando, como vosotros ya los heredasteis de antiguos pobladores. Permanecen en ellos, en mí incluso, color de ojos, de pelo, enfermedades benignas y malignas, defectos y excesos físicos, cosas bien y mal puestas, cuerpos altos y bajos, gordos o flacos, culos anchos o estrechos, manos finas de pianista o pantorrillas gordas. Unos heredaron una cosa y otros otras, construyendo así su yo, cogiendo de aquí y de allá, como hicisteis vosotros.
Pero aun así, ya nadie os recuerda, salvo una o dos veces al año o así, en total, cuando un tataranieto se pregunta qué sería de vosotros, o cuando alguno os maldice por heredar un mal congénito. Aun así, ya no sois nada, ni un rumor en el viento que susurre nada, al contrario que contemporáneos vuestros como Espronceda, Niceto Alcalá Zamora, Carlos III o Fernando VII, que de todas formas también serán olvidados, pero dándole más tiempo al tiempo, que si algo tiene el tiempo es mucho tiempo.
Así, ya no sois nada, pero hoy existís mientras miro vuestras fotos, salvadas de la quema por el escaneo, que quizá no es más que prolongar la agonía. Contemplo vuestros rostros casi fantasmagóricos por culpa de la técnica fotográfica, contemplo otros más modernos, sonrientes, felices en los años 20. Ahora ni los niños están vivos, simplemente envejecieron, tuvieron otros niños y tras ser abuelos acabaron muriendo hace 20 ó 30 años.
Hoy, volvéis a existir, pero mi conexión con vosotros es escasa, ¿quién soy, por qué oso a perturbar vuestra memoria, vuestro sueño o vuestra desaparición en el tiempo? Soy yo, el que ahora os miro, el que veo esa imagen plasmada en papel cartón y ahora en bits, soy yo el que os contemplo y os traigo aquí de nuevo, cuando ya ni lo esperabais, y me pregunto qué fue de vosotros. ¿Quién soy? Pues me cuesta explicarlo, porque ni siquiera sé quiénes sois. A algunos os intuyo, quizá primos de mi bisabuelo, o quizá abuelos de mis primos segundos, pero por la otra parte, con los que ni comparto sangre. Eso sí, como personas que sois, os admiro con la curiosidad de un niño de veintitantos años, con todo el respeto a vuestros 140 o más años, peinando canas la mayoría seguro, e imagino vuestra vida, larga y próspera, y en algunos casos hasta puedo ver a través de las fotos vuestra evolución inexorable…
Hoy, señores y señoras mías, titos algunos, bisabuelos o abuelos incluso, completos desconocidos otros, o familiares de gente que conozco; os hago este pequeño homenaje, mirando vuestras fotos, pasándolas respetuosamente y guardando todo un ritual, tomando aire ante la llegada de cada imagen, e imaginando en mi cabeza cómo debió ser vuestra vida y comparando cómo es la nuestra, comparando esas niñeces, esas vejeces, esas madureces de cada época, cuando existían las viejas de 40 años, ahora que aún hay niñas de 45 años. Todo cambió mucho. Ahora hay jóvenes de 75, cuando antes había ancianísimos de 60. Sí, todo ha cambiado tanto, y nada ha cambiado en absoluto, y aun así, ya nadie os recuerda, porque quedasteis demasiado atrás. Así, sólo os queda que otro como yo os vuelva a rescatar aunque sea un rato pequeño, y que quizá plasme ese rato en un post como yo, como simple homenaje a ese día, a ese ratito en el que volvisteis a existir.
Siempre vuestro, Javi, el de 100 años más adelante.
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