El hada azul, homenaje a la mujer española
Las tradiciones familiares no deben perderse, y deben repetirse año tras año mientras sea posible, porque si no, algo faltaría. Como todos los años, en mi pasada cena de Nochebuena se escuchó este poema:
El Hada Azul
Cierto día el Hada Azul,
quiso a la tierra bajar
y mandóse preparar
su gran carroza de tul.
Diciendo: "A cada mujer
de las diversas naciones,
les voy a dar tantos dones
como pueda conceder".
Bajó aquí sin dilación,
tocó su cuerno amarante
y acudieron al instante
una de cada nación.
Llamó y dijo a la italiana:
Tú tendrás ardientes ojos...
y tendrás labios tan rojos
que parecerán de grana.
Por tu cutis sonrosado,
dijo a la inglesa, serás
entre todas las demás
un tesoro codiciado.
Por tus nacarados dientes
le dijo a la austriaca luego,
verás quemar en el fuego
de amor a tus pretendientes.
A la mujer parisién
le dio una distinción,
ingenio, 'espriz', corrección...
y hasta corazón también.
Y así fue haciendo lo mismo
pródiga con todas ellas,
repartiendo entre las bellas;
a una sentimentalismo,
a otra ingenio, a otra blancura,
a otra claro entendimiento,
a esa otra un alma pura...
Así acabó sus dones,
que entre todas repartió,
cuando al terminar salió
de entre todas las naciones
una gallarda manola
muy joven, casi chiquilla,
que lucía una mantilla
de rica blonda española,
y que acercándose al Hada,
ruborosa dijo así:
Según veo para mí
no me habéis dejado nada.
Quedóse el hada un momento
suspensa de admiración
y fijando su atención en ella,
con acento dijo luego:
¿Tú qué quieres
que yo te pueda otorgar?
¿Tienes algo que envidiar
a todas estas mujeres?
¿No tienes el pelo acaso
abundante, negro, hermoso?
¿No tienes el porte airoso?
¿No hay en tu mirada clara,
rayos de sol que fascina?
¿No es tu sonrisa divina?
¿No es bellísima tu cara?
Entonces, ¿qué quieres?, di
si aún juntando a todas ellas,
resultan menos bellas que tú.
¿Qué buscas aquí?
Sin embargo, dijo el Hada:
yo no quiero que al marcharte
tengas por qué lamentarte
de que no te he dado nada.
Y mirando a la manola
dijo alzando más el tono:
¡¡¡A ver, que traigan un trono
a la mujer española!!!
PC: Este poema lo ha recitado siempre mi padre a petición popular, cuando llegaban ciertas ocasiones, reuniones familiares junto al chisco, nochebuenas y similares, siempre corazón en mano y espíritu ardiente, tal y como le enseñaron en la escuela allá por los años 40. Buceando en internet veo que es probable que la autora de la poesía se llamase Rosita Denia, maestra en las primeras décadas del siglo pasado.