Venecia, vamos juntos hasta Italia
Cuando pisé Venecia por primera vez, la sintonía inconfundible de Hombres G recorrió durante varios minutos mi cabeza: "Vamos juntos hasta Italia, quiero comprarme un jersey a rayas, pasaremos de la mafia nos bañaremos en la playa, Veneeeecia, Veneeeecia", por supuesto, melodía y banda sonora de una ciudad maravillosa, de una ciudad sumergida en el mar, donde el agua no discurre en forma de río sólo por un lado, no, más bien la ciudad es el río, y el río la ciudad, entiéndaseme como cada uno pueda.
Al venir por mar y desde un crucero, lógicamente la salida fue desde la terminal de cruceros, andando por un pasillo largo, bordeando calles aún lejos del centro, hasta llegar por fin a la Piazzale de Roma, cerca de la estación, con los primeros vendedores de 'paloselfies', los primeros mapas turísticos a 2 euros y esas primeras góndolas aparcadas.
Venecia tiene fama de ser sucia y maloliente, cosa que por suerte evitamos, pero también preciosa. Tiene un callejeo magnífico, con calles que discurren paralelas y perpendiculares a sus canales, a veces más canales que calles, más anchos los de agua que los de asfalto, calles que bien podrían ser minicallejuelas, sin números que claramente puedan hacernos ver dónde empieza y termina cada uno (los números de las casas no siguen un orden coherente o al menos el que estamos acostumbrados en España, del 1 en adelante, no... compliquémoslo, somos venecianos). Callejuelillas, patios, callejones y callejuelas, piazzas y piazzales, menudo lío para la orientación. Por supuesto y ni que decir tiene que las casas dan al agua, pues las calles son de agua, y los vehículos lógicamente, autobuses, coches, motos y utilitarios van por mar.
Venecia está en el Norte, muy al Norte, y por eso es normal casi que llueva, y quizá el clima frío evite esos olores de los que muchos hablan, y que no tuvimos. Poco a poco callejeando, serpenteando, buscando los carteles del Puente Rialto (el que cruza el Gran Canal) o la Piazza de San Marco, lugare emblemático al que casi una hora después de comenzar nuestra excursión llegamos, ahí, brutalmente extasiante, con su Campanile al mando, vigía de la plaza y de toda la costa veneciana, de lo que fue un gran país, un Imperio, un Ducado, lo que debiera ser en una esplendorosa época que nos dejó esta magnífica plaza, creme de la creme mundial. A los lados la Basílica de San Marcos y el Palacio Ducal, ambos lugares en los que entramos, lugares en los que claramente merecía la pena gastarse unos eurillos.
En la Basílica escuchamos nuestra primera misa en italiano, en una capilla donde sólo cabían 16 personas... y en el Palacio Ducal disfrutamos como enanos con las impresionantes esculturas y pinturas, sobre todo con las pinturas de batallas, completamente detalladas, lanza por lanza, armadura por armadura, de genios de la talla de Tintoretto, que gracias a su enorme longevidad pudo crear tantas y tantas obras, una sola de ellas a mí me llevaría toda una vida y no llegaría ni a la suela del zapato... Un lugar donde los poderosos gobernantes venecianos planearon seguro alguna gran batalla y resistieron el asedio de tantos turcos.
Por dentro del Palacio Ducal, tras decenas y decenas de preciosas estancias en las que apenas se podía emplear tiempo si se quería ver todo, tuvimos el "placer" de visitar las cárceles, pasando por el famoso Puente de los Suspiros, último vistazo de tantos a la luz del día, tantos que acabaron para siempre sus días ahí.
Venecia, paseos en góndola, agua, puentes, suspiros y muchos, muchos turistas, y muchos vendiendo paloselfies, muchos millones de paloselfies, para inmortalizar el momento, una fotografía individual o de pareja que no haga necesario pedir un favor a nadie, quizá para un mundo cada vez más individualista, en el que cada vez necesitamos menos del prójimo, y en el que cada vez nos preocupamos menos de su el prójimo necesitará algo...
Venecia, la Sereníssima, capital del viejo Véneto, República Independiente de Venecia hasta bien entrado el siglo XIX. Ciudad-estado flanqueada por islas, constituida en sí por más de cien islas unidas por cientos de puentes, ciudad de Marco Polo y de Casanova, de Vivaldi, Tiziano y Tintoretto, y ciudad del famoso Carnaval romántico estilo siglo XVIII.
Venecia, paseo de vuelta en Vaporetto, que no es una aspiradora aunque podría serlo, mareantes paradas para esperar, precioso camino hacia el barco de vuelta. Sin duda, primera estación magnífica para un crucero de luna de miel, una ciudad eterna como Roma, aunque quizá acabando engullida por las aguas no lo sea tanto. Una ciudad engullida por turistas como nosotros, que le dan también y a la vez le quitan su encanto. Chicos, vamos juntos hasta Italia... Venecia nos espera...