06 julio, 2017

Posteando, que no es poco

Años atrás solía escribir al llegar de la facultad, muchas veces antes de cenar y otras una vez cenaba, ya en mi habitación del piso de estudiantes.

Otras veces lo hacía en Porcuna, sobre todo en vacaciones o los fines de semana, primero en un viejo ordenador y después en uno más moderno que regalé a mi madre con uno de esos primeros sueldos que hacen ilusión gastar en eso, y que aún permanece en su lugar.

Ahora lo hago desde otro lugar, sin mucho tiempo, en huecos que voy teniendo, a veces cada 3 semanas, escribiendo durante un par de horas 3 post seguidos para tener que publicar, así es el no tener demasiado tiempo para estas cosas, y eso influye como ya he dicho en otras ocasiones en la inspiración: si no tenemos tiempo para pensar, para tener la mente en blanco mirando al horizonte y para aburrirnos, difícilmente estimularemos nuestra imaginación y difícilmente fluirá líquida hacia el infinito creador, y así es bastante complicado pergeñar algo que realmente merezca la pena, pero ahí sigo, por supuesto.



Hoy son las 8 y cuarto y creo que puedo disponer de un cuarto de hora para escribir, sin musa ni nada, aporreando teclas sin ardor inspirador, como autómata que no decide por sí mismo qué decir. No sé qué tendría que decir, qué interesaría que dijera o qué cosa incluso debería callarme. Y así me presento desnudo ante el público del mar, en una botella sin etiqueta que muestra su interior pudorosa y avergonzada inevitablemente.

Recuerdo ahora que cuando no tenía blog también escribía tiernamente en mis 12 ó 13, aporreando un viejo teclado en WordPerfect, cosa que los niños de ahora verían antediluviano; escribiendo tonterías consentidas y sin sentido que unas y otras creaban todo un mundo interior con el que defenderse de un hostil mundo exterior. No sé si esta bitácora no será lo mismo, una defensa frente al mundo exterior que a todos nos agobia y agota, y a mí por supuesto también, y por eso ahora que la angustia o la ansiedad me puedan querer tirar al suelo, escribo premeditadamente, para aliviar tensiones, para soltar lastre, para desanclar pulsiones, para librar ataduras. Y así, despacito se me van los 15 minutos que tenía, pergeñando otro atentado público en la red, mientras una pesada mosca revolotea por toda la habitación posándose de vez en cuando en mi tronco desnudo (verano que es), azotado por el viento de un ventilador bestial que no es capaz de emitir suave brisa, será cosa de los "chinos".

Y mientras pasa el tiempo y aporreo, pienso en cómo sería si tuviera horas libres de sobra para soñar, para inspirarme e imaginar, para divagar y soltar todo eso plasmado en quién sabe qué, quizá en escritura, cómo no, pero quizá en miles de artes si tuviera ese gen activo, el del artista multidisciplinar. Pero yo no tengo lienzo ni arcilla, no cuento con partitura o cámara de vídeo (quizá en el móvil...), sólo tengo un teclado y una conexión a internet, ¿qué puedo hacer si no...? Y se me va el tiempo, se me agota, llega la hora casi de cenar, y qué sería de mí si tuviera ahora que bañar a mi bebé, entonces el blog desaparecería o acabaría siendo uno de esos blogs de artículos breves para no morir, para superar su propia supervivencia, pero siempre vivo, como no, pese a estar encofrado y enclaustrado entre segundos y minutos que lo tienen aprisionado, que no lo dejan fluir ni expresarse a gusto, que sólo le permiten bocados de libertad, de una expresión justa y mínima para cubrir el expediente. Así es, así me encuentro, y mientras tanto veo que me acerco a mi entrada 1000, que no será este año ni el siguiente, pero que sin duda llegará, pese a que sin duda la vida nos condiciona a todos.



A mí, ahora, no me deja más que despedirme hasta la siguiente, en este cálido verano de 2017 que a todos nos adormece. Ojo, esto no es un chungui-post ni nada, las imágenes lo hacen parecer lo que no es, ¡benditas imágenes y su capacidad de evocar y hacernos sentir cosas! Quizá un día de estos vuelva a escribir un relato breve, quizá breves palabras, hasta la siguiente...

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