Viajando a lejanos lugares sin conocer lo tuyo
Un compañero de trabajo se fue de viaje de novios a Nueva Zelanda, otro a las Islas Maldivas (seguramente es difícil encontrar a alguien que las sepa poner en un mapa), una compañera de una amiga: a las Seychelles, otro amigo a Tailandia de vacaciones, una prima a Vietnam o la India u otros amigos a Japón.
Mis cuñados a Nueva York y Riviera Maya, viaje ya de andar por casa, como el de otros que se fueron a Cancún, y básicamente si en Semana Santa o el puente de Diciembre no haces un viaje de más de 10 horas en avión es que ni has salido de casa. ¿Hacia dónde vamos, o hacia dónde nos llevan?
Entiendo que en nuestras edades (de 20 a 40) es el momento de viajar lejos, de conocer el mundo, por si acaso en el futuro ya estamos más atados (niños, trabajo, etc), o incluso si en el futuro el combustible hace prohibitivos los viajes en avión, pero quizá esta locura colectiva de viajar a lugares lejanos acaba perdiendo el norte y el rumbo, justo cuando estamos en España, uno de los países más visitados y envidiados para vivir del mundo, y máxime cuando muchos de estos que ahora viajan a Australia, no han pisado en su vida el norte de España si son del sur o incluso el sur si son del norte.
Insisto: viajar hay que viajar, y si es lejos, pues esas horas que pierdes, pero a la vez llegas a un lugar más lejano, donde te sientes mucho más pequeño, donde sales de tu zona de confort, ya sea de idioma, de tradiciones, de comida o de clima, y en definitiva creces mucho más que yendo simplemente cerca, donde tienes la ventaja de disfrutar más el camino (el del avión son nubes y más nubes), poder ir a tu aire parando donde quieres, no salir de esa zona de confort al menos idiomática, y tener el placer de conocer tu propia casa, que como ya decía antes, es idolatrada y deseada por medio mundo.
¿Es que no tenemos aguas cristalinas en las Baleares, clima impresionante en las Canarias, la mejor arquitectura e historia a nivel mundial, la mejor gastronomía, la gente más agradable, los más bellos paisajes montañosos y playeros, los mejores conciertos, estadios deportivos, variedad de tradiciones, fiestas y costumbres de norte a sur, etc.. y todo tan cerca de casa? Pues sí, y tantos lo están infrautilizando y subestimando, como cosas que pueden ver en la tele cualquier día, pero sí, exactamente igual que eso que ahora van a ver a 24 horas de camino en Nueva Zelanda.
Viajas lejos y no conoces tu casa. No, no es cuestión de conocer cada rincón, un Ovetense no tiene por qué conocer cada iglesia, ni un alicantino cada playa de su comarca, ni un madrileño cada museo, ni un porcunero cada olivo, pero sí haberte hecho una idea de lo que tienes, visitarlo, amarlo y respetarlo, para luego poder ser el embajador de ello ante los demás, de tus raíces, de lo que eres y nunca te podrás despojar.
Y es que se encuentra uno gente que viene de varias semanas de Safari y fiestas en islas africanas, que no ha estado jamás en Cantabria y Asturias; gente que ha pasado por el Amazonas y el río Yang-Tsé y no ha visitado París ni Londres (valgan ambas como parte de nuestra "ciudad", por ser más cercanas); gente que ha recorrido enteras las islas griegas pero ni siquiera ha visitado una capital de las 4 provincias que rodean a la suya; gente que ha recorrido los fiordos en cruceros pero no ha remado en las barquitas de su Retiro o su Plaza de España.
Esa gente se apropia del término "viajar", como si sólo yendo lejos viajaras, como si viajar fuera sinónimo de disfrutar y el resto sólo fueran de fin de semana a Badajoz y Albacete (con todo el respeto para los pacenses y albaceteños). Viajar al quinto pino para perder el norte y desconectar, como si no se pudiera desconectar en Cazorla, en los Pirineos o en un viaje por el románico castellano, a lugares paradisiacos como si no lo fueran los mágicos bosques gallegos, los acantilados vascos o las playas mediterráneas no masificadas.
Desde aquí reclamo el derecho a irnos de viaje de novios a las Canarias como se hacía antes, o a Cuenca como se hacía aún antes. Reclamo el derecho a perder la única semana de vacaciones que tenemos este año visitando Zamora y alrededores, Teruel y Alicante, Córdoba y Jaén, o el norte de Navarra y Huesca, disfrutando cada momento, a nuestro aire, sin la programación obsesiva de esos viajes enlatados que buscan la "foto fácil" que todo el mundo hace.
Y eso sí, una vez reivindicados, y visitados, en mayor o menor medida, pero haciendo un balance mucho más equilibrado, reivindico también el derecho a irnos a tomar por saco, al quinto pino, haciendo kilométricas escalas aéreas, para mirar desde lejos nuestra casa y pensar en lo pequeños que son los nuestros, lo nuestro y nosotros cuando allí volvamos, porque allí por supuesto también desconectamos, crecemos y disfrutamos, pero siempre sin olvidar que lo mejor lo tenemos seguramente esperando en la puerta de casa...
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