José Ángel y Manolo, esa España Cañí
A veces hay casualidades que no pueden serlo, que tienen que encerrar un gato sí o sí, que deben responder a algún plan o a algún tipo de homenaje, porque no es posible que dos de las personalidades más representativas de una época se vayan la misma semana tras tantos años desde que surgieron y convivieron en el imaginario popular, en algunos de nuestros recuerdos más ociosos. Se trata de José Ángel de la Casa, periodista deportivo y locutor de partidos de la selección española y competiciones retransmitidas por RTVE durante 30 años, la parte profesional y seria del tema; y de Manolo el del Bombo, aficionado y animador de esa misma selección española durante más de 30 años, estampa sempiterna de las gradas y figura algo casposa de la furia española, la parte folklórica de todo esto.
Ambos aparecían en nuestras pantallas cada vez que jugaba España, en RTVE, fuera el país que fuera, y por supuesto en España, en aquella época en la que el Sánchez Pizjuán era la casa de la selección, y en la que luego se decidió ir por todos los campos. Ahí, en el previo encontrábamos a José Ángel con su tremenda sobriedad y sabiduría, que ahora sorprenden ante el impostado histrionismo de los nuevos aprendices de cantadores de goles, con su voz inconfundible que nos recuerda a los millenials esa infancia acabada y esa adolescencia ya lejana, y entre las gradas, en esos planos que van buscando banderitas y camisetas, ahí aparecía también Manolo con su boina y su tremendo bombo, dándole que te pego para deleite de esos contados españoles emigrantes, a veces viajeros y luego de Erasmus que solían salpicar aquellos campos exóticos.
Fueron unos 80 gloriosos que derivaron en unos 90 de furia y en unos 2000 de esperanza, que siempre acababan en los cuartos de final, jugando como nunca y perdiendo como siempre, contados por José Ángel y golpeados por Manolo, y que nunca podremos olvidar pese a que las personas ya hayan desaparecido, aunque los personajes ya están para siempre plasmados en esa historia.
A José Ángel le van a sobrevivir dos goles sobre todo, el de Señor a Malta que supuso el 12-1, con su gallo inconfundible e inolvidable (es sorprendente pensar que tenía 33 años ese día, cuando su voz aparentaría muchos más) y la clasificación para la Eurocopa del 84, y el inesperado golazo de Nayim en la final de la Recopa que el Zaragoza ganó en 1995 al Arsenal; y por supuesto, muchos más, tantos y tantos hasta que llegó la generación que nos dio los títulos justo tras su jubilación. Manolo vivió su apogeo en los 80 y 90 también, siendo archiconocido, y desde ahí fue languideciendo tanto personal como famosamente, saliendo poco a poco del foco y siendo ya más recordado en los programas de recuerdo que por sus actuaciones. La enfermedad fue haciendo mella también en los dos, que esta semana, aún a una edad joven, nos han dejado.
Simplemente sirva como recuerdo a ambos como personajes, más admirable seguramente el periodista, y como representantes de esa época que ya no volverá, de esas postrimerías del siglo XX que se nos fueron hace medio siglo ya y que forjaron parte de lo que somos como pasado recordable que son, de esa España cañí rojigualda a la que ya no conoce ni su padre, y que con solo escuchar la voz inconfundible de José Ángel, o los bombazos de Manolo, se nos viene a la memoria.
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