28 diciembre, 2006

Pidiendo el aguinaldo

¡Hay que ver!, a veces los que hacen las noticias nos intentan manipular y convencer para que pensemos algo a partir de cierto momento. Si nos quieren convencer de que Halloween es una tradición totalmente implantada en España lo hacen; si nos quieren convencer de que algo no existe, simplemente ni lo nombran. Me pareció curioso que el día 24 saliese un pequeño pueblo de Córdoba (no recuerdo cuál) en el telediario, como diciendo que la tradición de pedir el aguinaldo el día de Nochebuena estaba prácticamente perdida ya en toda España...¿Seguro? Entonces salían los niños del pueblo, y la reportera con tono compungido decía que era una antigua tradición en desuso. No sé en otros pueblos (seguramente en las ciudades sí se haga mucho menos), pero en Porcuna, el día de Nochebuena había ya niños a las 12 del mediodía pidiendo el aguinaldo de casa en casa. ¿Perdida? No, más viva que nunca...

¿No es una bonita tradición que los niños vayan cantando villancicos de casa en casa y pidiendo el "aguilando" (como se dice en mi pueblo)? Quizá los del telediario prefieran otras tradiciones menos religiosas y más laicas (que ahora es moda quitar todo lo que suene a creer en algo que no sea la Coca-Cola) como Halloween, donde los niños también van de casa en casa y también piden cosas... Mmm, ¿es mejor la tradición americana que la española, aun haciendo en el fondo casi lo mismo? Nos querrán convencer como siempre de que sí, de que la nuestra ya no existe (pese a ser más bonita), de que la otra está totalmente arraigada ya... Pues lo siento, amigos manipuladores: yo pedí el aguinaldo, mis sobrinos, mis hijos lo pedirán, mis nietos... y no podréis hacer nada para que desaparezca, que lo estáis deseando.

¿Por qué siempre son nuestras tradiciones las que desaparecen? No creo que cuando se implante en España el "día de acción de gracias", llegue el momento en que desaparezca... quizá el roscón de reyes o los pestiños de Semana Santa sí, pero no, por favor, la fiesta invasora no...

Recuerdo que un año éramos más de 10, con panderetas; otro sólo 2 pero con bandurrias; otro incluso llevamos un pianillo electrónico, y estuvimos "sacando" las canciones el día de antes; y alguna vez sacamos más de 20.000 pesetas, cantando incluso en tiendas y bares. Ver la cara de un tito, de una vecina, de una abuela enternecida por tu canción, no tiene precio. Además siempre te ofrecían un polvorón, un mazapán, un rosquito... A esos que prefieren tirar huevos a las casas que no les dan caramelos, sólo les puedo decir que aunque sólo sea en estas fechas no les vendría mal un poquito de humildad y aprecio a sus propias tradiciones.

¡Feliz Navidad a todos! Y que nadie pueda considerar infeliz el 2007.

23 diciembre, 2006

Arantxa y Conchita, mujeres que abrieron el camino

Hoy día es más normal ver un campeonato deportivo en el que son las mujeres las que más medallas consiguen para España. Es cierto que en la mayoría de deportes, la selección masculina es la que más afición atrae, pero la verdad es que hay ya varios en los que las audiencias se asemejan a las de los hombres (como las chicas del basket o las del hockey hierba), gracias a que sus resultados son buenos.

A pesar de todo esto, los noticiarios siguen terminando día tras día sin referirse a una sola mujer y sólo en época de grandes acontecimientos se habla de ellas (últimamente se habla de la esquiadora granadina Rienda, pero lo justo). ¿Qué pasaría si Laia Sanz (trial) o Sheila Herrero (patinadora) fuesen hombres? Pues seguro que se les daba más tiempo en los medios.

Realmente, sólo existe un deporte en el que las mujeres han llegado a atraer la misma o más atención que los hombre: el tenis, y todo gracias a Arantxa y Conchita

Salieron de la nada, como dos niñas de 16 años que empezaban a avanzar puestos en las clasificaciones. Luego, Arantxa ganó Roland Garros (1989, aunque me pilló chico para verlo). Su furia, su raza, sus ganas, hicieron que todos los aficionados (en su mayoría hombres) las siguieran para ver sus partidos (en muchas ocasiones más interesantes técnicamente que los masculinos). Arantxa ganó luego 2 veces más en París, y Conchita (la que siempre se acababa desmoralizando en los momentos claves, aunque podía haber llegado más lejos) consiguió ganar en 1994 el torneo más importante: Wimbledon. Jugando juntas le dieron a España 5 Copas Federación (Campeonato Mundial). En los 90, en todos los periódicos salían diariamente sus resultados por el mundo. Jamás se repetirá algo parecido, jamás saldrán 2 tenistas tan buenas a la vez…

Ahora que se ha ido también Conchita, merece la pena hacerles un gran homenaje, porque han levantado la ilusión por el deporte femenino en este país de aficionados hombres, que gracias a ellas han visto el deporte de otra manera: más técnica, más plástica, aunque no del todo exenta de fuerza.

Yo por mi parte, les diré que jamás vi un partido de tenis masculino más bonito que el mejor de cualquiera de ellas dos. Gracias: Arantxa Sánchez Vicario y Conchita Martínez, ¡guapas!, por hacernos vibrar y por hacernos ver las cosas de otra manera, con ese otro arte que dais las mujeres…

19 diciembre, 2006

Vocaciones

No recuerdo la última vez que me había pasado, y seguro que esta no será la última: estando sentado tan tranquilo en un lugar indeterminado de mi devenir diario, vi una imagen, me metí en situación, sentí cosas... y me dije a mí mismo que eso exactamente es lo que quería hacer con mi vida. ¡Cuántas veces habré pensado hasta ahora algo así! No sé, ya digo que no recuerdo la última vez, así que no podría decir si realmente esta fue la primera o no… Viendo a aquel señor con gafas que intentaba explicar la lección con mayor o menor fortuna, sentí que eso era lo que quería hacer (no sé si para siempre, pero al menos en algún determinado futuro), enseñar.

Ya digo que seguro que antes me ha pasado, y he podido querer ser director de cine, pianista, informático, tenista, periodista, sacerdote, ecologista, alcalde incorrupto, profesor, buena persona, novio de Lorena Bernal... (y más cosas que pondría si no supiera que esto puede leerlo alguien). Seguro que antes me ha pasado aunque ahora no lo recuerde.

En fin, sé que el camino es duro y sé que a mitad de camino mis dudas o mi inseguridad aprendida harán mella y volverán a conseguir oscurecer mi luminoso ideal de futuro; pero no me parece un mal camino ahora que lo pienso, y de todos modos, ¿cuál de estas cosas excluye a las otras? No, por favor, que yo mismo no me ponga límites, ya estarán los demás para limitarme… Sí, los demás a veces sólo sirven para poner en el suelo los pies del que ya estaba volando para conseguir lo que parecía inalcanzable.

Bueno, soñaré y lucharé hasta que consiga hacer lo que quiero, cuando lo encuentre, si aún no lo hubiese hecho (que ya pongo de mi parte y digo que será muy pronto). Mientras tanto, ya hago lo que más me apasiona en la vida y lo que quiero que me dure lo menos 80 años más: VIVIR

15 diciembre, 2006

Gracias a un montón de gente (y IV)

Gracias al que nos sonríe nada más vernos, al que se dirige a nosotros nada más intuirnos, al que siempre nos habla, al que nunca nos pone mala cara, al que nos considera amigos, al que no nos considera, al que nos espera al salir, al que nos espera para entrar, al que es parte de nuestra vida, al que no lo será nunca; gracias por esa silla, por esa cama, por ese bordillo, por esa sombra, por ese rayo de luz, por ese paraguas, por esa sombrilla, por ese soplo de aire fresco; gracias al que se levantó en el bus, al que se agachó a recogernos algo, al que no dudó cuando le pedimos ayuda, al que dudó pero al final lo hizo, al que nos recogió día tras día el bolígrafo, la cartera, el pañuelo, la bufanda, al que se empeñó en ser galante, al que se empeñó en ser gentil, al que intentó ser honrado y honesto, y al que lo consiguió; gracias a ti mi amor, a ti mi amigo, a ti mi hermano, mi tío, mi cuñado, mi conocido, mi querido, mi amado, a mis padres, mis abuelos, mis primos, mis colegas, mis vecinos; gracias al que arregló las tuberías, el reloj, la persiana, el cristal, el calentador de agua, el aparato eléctrico, el bajo del pantalón, el tacón de los zapatos, el toldo, la antena receptora, mi corazón, mi hígado, mis pulmones, mis riñones, mis muelas, mis oídos, mis ojos, mi boca, mis piernas o mis manos; gracias al que no se puso pesado, al que no tuvo un mal gesto, una mala palabra, una excusa tonta, un reparo, un miedo, una desconfianza, un recelo; gracias al que piensa en nosotros como parte de ellos, al que piensa en nosotros una vez al día, una vez al mes, una vez al año, una vez en la vida; gracias a la mujer de la fotografía, al que escribió esto que me emociona, al que cantó aquello tan sentido, al que posó para aquel cuadro, al que inventó una canción popular, al juglar, al bufón, al payaso, al tuno, al tamborilero, al tenor, al fandanguero; gracias al que silba siempre, al que tararea, al que nananea, al que sabe hacer pompas, al que sabe hacer malabares, al que se sabe la lista de los reyes godos, al que recuerda todo el guión de un teatro infantil, al que sabría interpretar al piano, a la flauta o al violín una brillante sinfonía; gracias a todos ellos, y a todos los demás, pues más gracias aún, porque cualquier cosa buena que hubieseis hecho ha sido imprescindible, y todos debemos agradecéroslo. ¡¡ GRACIAS !!


Hala, por fin se acabó esta cuatrilogía... internet descansará más tranquilo hoy...

10 diciembre, 2006

Nuestro recuerdo olvidado, un tesoro si es encontrado

¿Qué siente alguien cuando de pronto puede retroceder 30, 40 años, coger ese momento y sentirse dentro durante un rato? ¿Qué se siente al recuperar tu juventud, tus 20, 30 ó 40 años? Pocos privilegiados pueden conseguir algo así. Otros nos esforzamos por nunca sentir que no estamos ya en la juventud. Pocos pueden revivir cosas más que con un simple recuerdo evocado por un sabor, un olor, un color, una vista conocida, un objeto antiguo…

Un señor que salió en los medios acababa de recuperar su flamante Corvette, su flamante vehículo de juventud comprado con el sudor de su frente, y a estrenar, para ir de fiesta en fiesta paseando a las chicas. Hoy, el señor está más cerca de los 70 que de los 60; hoy, no podríamos pensar siquiera en que ese señor hubiese sido joven alguna vez, pero lo fue. Además, hoy y sólo hoy, ese señor tenía 25 años; sí, era un chavalín que recuperaba por un momento esos años quizá muertos, y ahora revividos por ese montón de chatarra que había sido sustraído de su garaje casi 40 años antes.

Me recuerda a la caja que una vividora llamada Amélie Poulain devolvió al niño que la guardó detrás de un ladrillo de su casa, 40 años antes, cuando el Águila de Toledo volaba por las carreteras francesas sobre sus tubulares. Sí, podrían pensar que ese chaval ya no lo sería tanto, pero sí; para mí, Amélie Poulain le devolvió la caja al mismo niño que se la dejó. Sólo ese mismo niño habría llorado al verla, habría tocado con tanta delicadeza esas viejas postales, esa figurita de una bicicleta; sólo ese mismo niño. Si ese niño hubiese muerto dentro de él, apenas se habría fijado, y habría sido más importante para él saber quién se la había devuelto; pero no, el niño estaba ahí, y lo importante era que la caja había vuelto, que su niñez había vuelto y que si la tenía olvidada un poco, ahora podía evocarla y sentirla de nuevo, y quizá quedarse ahí para siempre: cuando las cosas hacen menos daño, cuando todo cobra más importancia y cuando lo importante no es más que una mera anécdota.

Sí, siento envidia por ese hombre que se montó en su viejo Corvette (que ahora regalará a su hija, ¡cosas de la vida! y del paso del tiempo) como un adolescente con un coche nuevo, que ahora es una reliquia de museo, y que veremos a ver si acaba andando tras pasar una temporada en el taller.

Me pregunto si me sentiría igual al recibir algo que guardé de joven (de niño, porque joven soy; bueno, niño soy siempre porque así nací y no querría cambiar las cosas buenas que recibí), si lloraría de nostalgia por el tiempo pasado, de alegría por lo bien que lo pasé o por reencontrarme con un viejo recuerdo. Sí, es bonito y a todos se lo aconsejo. Muchos guardamos cosas que luego no queremos para nada, pero si las encontráramos 30 años después, serían quizás nuestro mayor tesoro. Esto ocurre a veces con la niñez, con la juventud, ya que las matamos para siempre o las circunstancias las matan. Algunos tienen suerte y las encuentran de nuevo tras la jubilación o antes, pero 30 años después de perderlas: entonces se dan cuenta de que eran su mayor tesoro y que querrían haberlas tenido durante todo ese tiempo.

Para los que aún tengáis un tesoro: no lo guardéis, utilizadlo, sentidlo, vividlo, estad con él, aunque sea una persona o un objeto; otros los perdieron para siempre y sólo unos pocos los encontraron, pero no podrán recuperar el tiempo perdido...

04 diciembre, 2006

Aún quedan muchas batallas...

Cuentan que una vez quise contar lo que pasó,
en el rincón sin nombre donde dormité, de número 229.

Cuentan que te amé, lo que aguanté,
que supliqué volverte a ver,
contando a todo el mundo
cómo iba a morir sin verte amor.

Otra puta vez me equivoqué
y no encontré como la otra vez la forma de decirte:
que por más lejos que estemos,
más trincheras que cavemos,

más disparos, más silencios
y más lágrimas de enero;

sin saber si volveremos,
si el permiso será eterno;

que te sirvan estas líneas
pa que sepas que te quiero.

En esta situación sin nombre...

Cuentan que se fue, que no volvió al atardecer
y yo encontré la carta que no te envió, de título:
amarte es para siempre.

Otra puta vez tocó perder y no volver
como la otra vez que no supo decirte:
que por más lejos que estemos,
más trincheras que cavemos,
más disparos, más silencios
y más lágrimas de enero;
sin saber si volveremos,
si el permiso será eterno;

que te sirvan estas líneas
pa que sepas que te quiero.


Pa que sepas que te quiero,
más disparos, más silencios,
que te sirvan estas líneas,
que por más lejos que estemos;
si el permiso será eterno
y más lágrimas de enero,
sin saber si volveremos,
más trincheras cavaremos.
En esta situación sin nombre....

---Soldado 229 (Antonio Orozco e Iván Ferreiro)---


...que te sirvan..., y me creas o no, habrá más líneas seguro...