Papá, ¿los hombres somos malos?
Luz baja, un padre y su hijo pequeño están sentados tranquilamente en su casa africana, junto al fuego, quizá frente a la tele, quizá delante de un dominó o unas cartas. La situación se presta a conversaciones trascendentes, de hombre a hombre, a divagaciones, a preguntas comprometidas. De pronto el hijo mira a los ojos a su padre y le pregunta con voz algo temblorosa:
-"Papá, ¿los musulmanes somos malos ?"
La pregunta resuena dentro de la cabeza del padre, taladra sus oídos, devana sus sesos, tintinea por sus cavidades, restalla por su pituitario, cóclea y retina, golpea en su entendimiento y finalmente desgarra su alma. Una pequeña lágrima asoma por sus ojos, y un quejoso semblante aparece en su rostro. El niño clava sus grandes e inquisitivos ojos en la cara de su padre esperando respuesta. Al fin, el padre recompone el gesto y responde:
-"No hijo, los musulmanes no somos malos, es sólo que esta sociedad nos persigue como una moda que dura ya mucho, pero tranquilo, algún día pasará".
El niño tarda un segundo en contestar:
"Entonces, ¿por qué en la televisión siempre dicen que venimos a quitarles el trabajo a los españoles, que utilizamos mal la Sanidad pública, que ponemos bombas, que estrellamos aviones, que nos dedicamos a robar..."
El padre se queda blanco, y sólo acierta a repetir:
"Hijo, tú no eres malo".
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Esta frase se podría repetir en distintas partes del mundo, con distintos acentos, con distintos colores:
-¿Papá, los gitanos somos malos?
-¿Papá, los negros somos malos?
-¿Papá, los madridistas somos malos y prepotentes?
-¿Papá, los rumanos somos malos y ladrones?
-¿Papá, los palestinos somos malos y terroristas?
En todos los casos, un denominador común: el espíritu de un niño, su corazón aún intacto, rojo, latente, sin rasguño alguno practicado en él por una vida hostil y canalla. En todos los casos el alma rota de un padre que ha sufrido durante años ese estigma, y que sabe que a su hijo probablemente le espera lo mismo. En todos los casos, una profundísima reflexión sobre la vida, partiendo de un niño pequeño, de quizá 6 años. En todos los casos, la impotencia de un padre al no poder satisfacer la demanda de su niño.
No, ciertamente no son malos, aunque los medios de comunicación diariamente digan lo contrario, aunque la sociedad diariamente diga algo distinto. Los gitanos, los musulmanes, los negros, los rumanos, los palestinos. Malos habrá entre ellos, pero dudo mucho que ese niño que hay detrás de esa cruda pregunta lo sea. Ese niño no tiene por qué sufrir también ese estigma cuando sea grande.
Y a todo esto, reflexionando yo sobre la vida en esta humilde botella, y sin esperarlo, tras escuchar una noticia sobre violencia doméstica y feminismo, escucho de un niño español, de raza blanca, y con esos mismos grandes y curiosos ojos, la más cruda de las preguntas, que literalmente me parte el alma:
Y supongo entonces que la respuesta será la misma: "Hijo, es sólo una moda, algún día pasará"...
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