Desde siempre se ha dicho que todas las cosas dependen del cristal desde el que se miren, por lo que las opiniones sobre algo pueden ser realmente infinitas, como infinito puede ser el número de personas que las observen. Pero, ¿alguna vez intentamos cambiar nosotros mismos nuestro propio cristal? Es decir, ¿hay mucha más diversidad de opiniones que de personas? Pues yo creo que no tanta como debería, y por eso desde aquí os animo a intentar mirar todo siempre desde al menos 3 puntos de vista distintos. Os sorprendería y enriquecería enormemente ese ejercicio mental (que a algunos les costará más que a otros, claro).
Como práctica o ejemplo para intentar cambiar un poco nuestros esquemas, yo propondría algo tan simple como cambiar nuestra ruta diaria, nuestras costumbres, un poquito, para que nos entre un soplo de aire fresco. La mayoría de las personas somos así, animales de costumbres, que una vez que estamos a gusto con algo o lo tomamos como normal, ya nos convertimos en seres acomodados e inmóviles sin capacidad para cambiar. Cuántas personas realizan exactamente el mismo camino por las mañanas, ya sea andando, en bus, en coche o en helicóptero. Las mismas calles, los mismos horarios, las mismas caras, las mismas miradas al mismo paisaje que resulta casi transparente. Aburrido, muy aburrido, alienante y provocador de hastío y depresión. Muchos de esos seres humanos ni son conscientes de sí mismos, robots, máquinas hechas de ceros y unos, autómatas con obsolescencia programada a la edad de jubilación que ya vagamente son capaces de tomar decisiones por sí mismos.
Así, propongo algunos ejercicios para dar un poquito de luz a esas mañanas, tardes, noches, a esas vidas, sin tener que esperar al fin de semana para desfogarnos, a un fin de semana al que algunos llegan tan cansados que ni siquiera son tampoco capaces de pensar. En esos casos hablaríamos de autómatas que esperan a las vacaciones de agosto, que luego pasan volando y derivan en síndromes post-vacacionales aún peores que la propia rutina. ¿Entonces cuándo acabamos con ello, a la hora de la jubilación? ¿Y si no llegamos? ¿No sería mejor dar un poco de color a nuestro día a día, a nuestro periodo lunes-viernes, que realmente es el que más tiempo nos ocupará a lo largo de nuestra vida? En fin, probemos (cada uno habrá de buscar adaptarlo a sus circunstancias, esto sólo son posibles ejemplos que podrán valer a todos o no, en todo caso, la gracia es proponer los tuyos propios):
Ejercicio 1: Cambia los sitios por los que pasas. Mañana, cuando te bajes del bus urbano que te lleva al trabajo, no tomes la primera bocacalle (camino más corto), camina unos metros más hasta la siguiente. Un nuevo universo incluso de distintos colores, olores, caras y hasta sonidos se abrirá ante ti. Quizá entonces te des cuenta de que estaba ahí al lado, y que sólo te hacía perder 1 minuto de tu precioso tiempo. ¿Y si al salir del trabajo haces exactamente lo mismo y tampoco tomas la misma calle? Otra opción para el que pueda es de vez en cuando es salir para el trabajo diez o quince minutos antes o después de lo normal. Eso también cambiará el paisaje y provocará en nosotros otras sensaciones.
Ejercicio 2: Visita por la mañana los sitios que sólo ves por la tarde-noche. Todos estamos acostumbrados a frecuentar ciertas calles o lugares cuando salimos por la noche, y desde ese prisma los vemos siempre y los tenemos etiquetados en nuestras estructuras mentales. Rompámoslas, o simplemente, y no es precisamente algo simple: enriquezcámoslas. Obliguémonos a pasar por uno de estos lugares un mediodía. Os aseguro que alucinaréis por muchas cosas: gente distinta, tiendas abiertas que ni sabíais que existían, el sol está justo al lado contrario de cuando lo soléis ver en el atardecer y así ilumina de forma mágica todo, y por supuesto, huele distinto y hace una temperatura y humedad también distintas. De nuevo, provocando en vosotros nuevas sensaciones.
Incluso podría decirse "visita sitios, donde no están", como este
patio de los leones de la Alhambra que está en Zarauz (Guipúzcoa)
Ejercicio 3: Deja de desayunar exactamente lo mismo durante la semana. Sé que muchas personas cambian su desayuno los fines de semana, pero no es suficiente. Desayunad algo distinto por ejemplo el miércoles, aunque sólo sea porque la mermelada que echéis a la tostada sea de ciruela en vez de fresa. Ese gesto ya podría cambiarlo todo. E igualmente, cuando convertimos en rutinarios los domingos por comer siempre paella, pues probemos de vez en cuando a romper puntualmente la tradición... Nuestra cabeza lo agradecerá proporcionándonos también nuevas sensaciones.
Ejercicio 4: Sal a la calle a la hora que nunca lo has hecho. Prueba a no ver un partido de Champions del Madrid, y cambiarlo por alguna actividad interesante con amigos, hijos, familia, o incluso solo, por qué no. Aplicable también a nuestra telenovela favorita, o a nuestra cita diaria e inexcusable con el gimnasio que tanto nos gusta. Curiosamente se podría pensar que este ejercicio es malo. ¡Por favor, hablas de salir de la aburrida rutina, y nos recomiendas que no hagamos justo la única actividad del día que realmente nos gusta y disfrutamos con ella, entonces nos estás quitando lo único que nos hace humanos y nos saca del tedio semanal! Ya, lo sé, pero hablo de cambiarlo por "una actividad interesante", es decir, por otra, simplemente. Y con ello, pues podremos conocer cómo es el mundo mientras nosotros vemos la Champions, la telenovela o estamos en el gimnasio... y hay cosas que ver. Por desgracia, un ejercicio ideal que sería el no ir a trabajar una mañana y dedicarse a mirar el mundo en ese horario, no puedo recomendarla, porque no está el horno para bollos. No obstante, si os queda algún día de las vacaciones anuales, podéis intentar guardarlo para usarlo el 4 de marzo (lo acabo de elegir aleatoriamente) y dedicaros a disfrutar...
Ejercicio 5: No guardes para siempre las cosas buenas, úsalas ahora, porque más adelante a lo mejor no las tendrás. Este también está relacionado con un "vive la vida como si acabara mañana". Como sabemos, muchos acaban guardando eternamente la cubertería buena, el mantel bueno, la ropa para las ocasiones, el coche bueno, etc... Muchos jamás volverán a ponérselos. ¿Por qué? Pues porque somos así de masoquistas, y nos gusta hacernos sufrir a nosotros mismos como si fuéramos nuestros propios padres que nos van prohibiendo cosas por nuestro bien. ¿Pasaría algo si de pronto un día sacas el mantel y la cubertería buena y los disfrutas con tu marido? ¿No será mejor eso que sacarlos dentro de 10 años y ver que han envejecido y ya no están tan perfectos? ¿Pasaría algo si te pones la ropa que sólo usas el día de Navidad, para hacer un bonito viaje con tu familia en noviembre? ¿Pasaría algo si coges más a menudo ese magnífico Mercedes que tienes muerto de risa en el garaje, sólo para fardar en las ocasiones especiales? No sé de qué sirve un Mercedes con 10 años y 10.000 kilómetros, la verdad... Y así con el dinero también, el que lo tenga... ¿De qué nos vale dentro de 30 años haber dicho hoy: "no voy a ese concierto, o no hago ese viaje porque tengo que ahorrar" ? ¿Dentro de 30 años podremos hacer ese viaje o existirá siquiera ese grupo? Lo dudo, mejor ahora, ya habrá tiempo dentro de 30 años para no poder ir a otro concierto por culpa del de hoy (eso sí, llevándonos al saco de nuestros recuerdos este que hoy tenemos delante, claro).
Ejercicio 6 (y paro ya, que me enrollo): Incorpora nuevos ítems a tu vida. Intenta conocer a alguien cada día (aunque sea de vista), escuchar un nuevo grupo cada semana, seguir un nuevo blog o página web o facebook o twitter cada quincena, ver una película de un actor o director que no conocías cada mes, probar un nuevo sabor o plato cada trimestre, aprender un baile o un deporte nuevo cada seis meses, visitar una ciudad nueva cada año, viajar a un país distinto cada lustro, aprender un nuevo idioma cada década, y por supuesto, recordar que la vida puede ser maravillosa cada siglo...