Patrimonio de la Humanidad, Baeza y Úbeda
Uno no puede visitar una sin pasar por la otra, y viceversa: no puedes ir a Úbeda sin echar una tarde en Baeza; ciudades, pueblecillos hermanados para siempre por la historia, por la cercanía y por todo lo que representan como lugares patrimonio de la humanidad que son.
Para ir a Baeza, uno tiene que pasar por los cerros de Úbeda, y mejor que mejor en una mañana encapotada y con llovizna, que le da a esas montañas otro color, a esos campos de olivos otro tono aún más plateado y gris, y a esos edificios históricos aún más atractivo.
Cuando pensaba en Baeza antes de visitarla, deseaba encontrarme un casco histórico mágico, con la capacidad de trasladar a cualquier persona 400 años atrás. Quería encontrarme unas calles llenas de piedra, donde nada me hiciera pensar que estaba en el siglo XX ó XXI, y donde a la vuelta de la esquina esperara enfrentarme con cualquier caballero de la Edad Media.
Callejuelas alrededor de la catedral de Baeza (escenarios de la película "Alatriste")
Al llegar a Baeza uno ve que eso es posible. Con sólo llegar a la Plaza del Pópulo y situarse en una de sus esquinas, uno se traslada 500 años atrás, creando pequeñas fotografías mentales según la imaginación disponible tras la visión de películas, lectura de libros, postales, etc... Luego el callejeo confirma lo dicho: es posible pasear por Baeza viendo sólo piedra, alrededor de la impresionante Catedral, pensando que estás en época de Felipe III, sin que nada, salvo un mensaje en el móvil o tu indumentaria haga pensar otra cosa.
Interior de la catedral de Santa María en Baeza
Por aquella zona encontramos también el Palacio de Jabalquinto, con esa curiosa fachada, que considero una de las 7 maravillas de la Provincia de Jaén, y enfrente de él, la Iglesia románica de la Santa Cruz, una de las pocas que podemos encontrar en el sur de España. Mirando a un lado, el Seminario, o la antigua Universidad, y muchos muros y mucha piedra.
Palacio de Jabalquinto
Pero si buscamos una experiencia única, no podemos olvidar visitar ese centro histórico y sobre todo los aledaños de la Catedral durante la noche, cuando ya no haya personas allí, cuando sólo queda el rumor del viento, el sonido de las hojas, el balanceo tétrico de los cipreses y los pasos de los zapatos y los de tu acompañante. Mirar a la torre principal de la catedral, ya sin luz que la ilumine, sólo con la tenue luz nocturna de las farolas, como si se tratara de candiles de aceite, no puede hacer más que remontarte a otra época, hacer que te encuentres contigo mismo, que sientas de algún modo a todos los que estuvieron ahí antes que tú, que te encuentres en un lugar intermedio entre "allí" y "aquí". Evidente es el miedo que puede recorrer tu cuerpo al andar por los callejones, esperando quizá la emboscada como cualquier Alatriste de la vida, mirando a alguna vieja ventana desvencijada desde la que parece probable que te esté mirando algún espíritu...
Fuente de la Plaza de la Catedral de Baeza y Catedral de Baeza desde uno de los ángulos de la Plaza
Quizá yo tuve suerte y no nos cruzamos esa noche más que a una o dos personas en la hora que estuvimos paseando alrededor de la catedral de Baeza, o sentados en la fuente de enfrente, viviendo esa noche mágica, absorbiendo historia por los poros, sintiendo que ya no éramos nosotros, sino antiguos antepasados que allí vivieron, y sintiendo el gusanillo del miedo al pasar por determinados sitios, el miedo a sentir algo del "más allá", el miedo a sentir la magia, y por supuesto el miedo a esa emboscada de espadachines que al final no llegó.
Y luego está Úbeda, claro, que es otra cosa, mucho más ciudad que el pequeño pueblo baezano, con su descomunal Plaza de Vázquez de Molina, jalonada por la Sacra Capilla del Salvador (otra de mis 7 maravillas de Jaén), por el Palacio del Deán Ortega o la Colegiata de Santa María la Mayor, lugar impresionante en el que no parar de hacer fotos usando el mayor angular posible en nuestra cámara.
Sacra Capilla del Salvador, en Úbeda
Colegiata de Santa María
Como digo, Úbeda es otra cosa, y no tiene esa magia pétrea del centro de Baeza, ni esa posibilidad de callejear un rato viendo sólo piedra; pero igualmente impresiona ver que cada calle tiene su vieja casona, su portada de piedra, su detalle medieval, e incluso preciosas iglesias como la de San Pablo.
Portada románica de la Iglesia de San Pablo en Úbeda
Se nota de todas formas que nos gustó más pasear por Baeza, quizá más acogedora, pero la experiencia en ambos casos fue estupenda. Eso sí, como digo siempre: los viajes no los hacen los lugares sino las personas con las que los visitamos.
Y por favor, no dejéis de pasear una noche solitaria, a la 1 de la madrugada por los alrededores de la Catedral de Baeza, porque quizá la magia se os revele también a vosotros...
3 comentarios:
Me encantan esas dos ciudades que con arte. propio de un escritor de guías de viaje... ¡Jeje...! Por suerte, nos coge bastante cerca. ¡Las de veces que hemos pateado esas calles, callejuelas y callejones sin salida. En algunas ocasiones, hasta se podría decir que nos hemos perdido en ese laberinto histórico, y vete a saber si en ese espacio de tiempo "perdido", no hemos viajado al pasado, empapándonos de cultura sin ser conscientes de ello: como si apoyando la cabeza y aguzando el oído pegados al muro pétreo, por ósmosis nos transmitiese el conocimiento... vete a saber, si algo de eso no es real, y en el mismo ambiente, en el mismo aire que respiramos, no permanece la historia invisible a nuestros ojos, pero certera en su esencia.
Una noche que soñé con un callejón ubetense y al pie de un arco árabe, era presa de un grupo que me asaltaba... jeje, fue tan real el sueño, que desperté confuso y pensando qué habría de cierto en ello. Lo curioso, es que esa noche, estábamos durmiendo en una pensión de otra ciudad fantástica, como es Burgos.
Un abrazo.
¡Vaya! Lo siento. El escribir apresurado, me ha echo cometer el error de omitir al comienzo <"Tan bien describes...">
Sorry!
Yo la verdad es que sólo he estado un par de días así que aún me quedan bastantes veces por repetir.
Y me apunto la de Burgos y muchas otras de Castilla, que ancha es y mucho que ver tiene.
La verdad es que no sé si tenemos atrofiada la imaginación, con tanta tecnología, pero ojalá pudiera soñar más veces ese tipo de sueños como el tuyo, que llegan tan de tarde en tarde...
Un saludo.
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