Cuando vuelves a casa y ya no es tu casa
Ah, del poeta que durante tantos años cantó
a su amada tierra sus odas consagró
lírica brotando a borbotones de su pecho
anhelando algún día, un solo día volver.
Desterrado de los suyos por la guerra
ni siquiera pudo llevarse un puñado, de tierra
llora el alma huérfana, perdida, añorante
sueña con ese regreso, aunque sea de anciano.
Su casa dejó, por las bombas derruida
sin vestigios de su infancia, ya perdida
Todo se vino abajo, cayó en el olvido
La luz se volvió gris, la risa llanto.
Años después, la gran noticia: el tratado de Port Achejong es un hecho, la posguerra ha terminado, si es que es posible semejante aberración lingüística. Los antiguos habitantes de la vieja ciudad y la provincia podrán volver a su tierra casi 60 años después. Eso sí, a cambio de la paz duradera, si es que es posible eso, han cedido varias hectáreas de tierra a sus enemigos para así zanjar la gran disputa. Ahora, muchos territorios han cambiado de dueño, ahora, muchos ya no podrán volver "a casa".
Maleta en una mano, corazón en la otra
Vuelve el poeta latiendo con fuerza
Soñándose, soñándolos, soñando su tierra
Pocos kilómetros quedan, nervios, afán...
El niño ahora es anciano, pero da igual
podrá jugar de nuevo, podrá reír, en casa
El niño llega, mira a un lado, a otro, y se deprime
Su casa ya no es su casa, ahora es extranjera.
Tratados firmados por poderosos, rompen almas
ahora la casa del poeta ya no está en su patria
ahora sólo llora, sólo pena, le han despojado
Le quitaron 60 años de sueños, una vida entera.
Los reportajes sobre los recién regresados se suceden en las televisiones. Muchas historias hablan de lo mismo: al regresar, muchos de ellos se han encontrado con que sus casas están ocupadas por otros, con que sus tierras y sus hogares ahora ya no están en su país, porque han sido dadas al enemigo. Ahora, al volver a casa, muchos se han dado cuenta de que su casa, de que su tierra, ya no es suya, y se desmoronan, negándolo todo, negándose a sí mismos, y despotricando de sus gobernantes, firmantes de un tratado, a salvo desde un sillón.
Se puede soñar, se debe, debería ser obligado
Por desgracia, los sueños no siempre se cumplen
La suerte no suele sonreír a los desdichados
Y por eso cada vez los sueños son más caros
Lástima del poeta, de sus amigos, primos, vecinos
Chicos, hombres, ancianos, que volvieron a casa
Llorando en las cunetas se quedaron, esperando nada
Mirando al infinito, sin ilusión, ni esperanza
Porque sólo hay una cosa tan grande en la vida
en el mundo no hay una sensación tan exagerada
Agradable como esa, no señor, para nada
Cuando después de todo, regresas a casa.
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