Relajarse subiendo montañas en bici
Cuando ya no hay más remedio, cuando todo está perdido, cuando el ave ya escapó de su prisión y puede al fin volar, cuando sólo queda gritar, cuando el límite quedó atrás, cuando sólo queda desesperarse, cuando el calor aprieta, ahoga, retuerce y maltrata piel y órganos internos, cabeza y cerebro reblandecido y recauchutado, yo tiro por la calle de enmedio, yo rompo todo, yo me cojo la bicicleta, el casco y el brazalete para el móvil, echo 2 euros por si birra, las llaves y el carné, cojo el bote helado del congelador, me calzo unas zapatillas de "sport", unos pantalones de deporte y una camiseta levemente técnica y me echo a la calle, pongo el Endomondo y me voy por los cerros, por las montañas, cual Heidi que sueña con sus cabritillos y cabritillas, con sus alpes nevados, con milka y la leche pura de vaca frisona.
Que qué haría si no viviese en un lugar rodeado de montañas, pues no lo sé, pero me iría por el llano, buscaría el río, el barro, la penuria que hiciera merecer la pena el viaje, que se considerase gritar, que se considerase sufrir, no pedalear desde el sillón como un sibarita.
Cuando todo está así subo cuestas empinadas con la respiración entrecortada, bajo plato y subo piñón, me levanto cual Contador, cual Perico, cual Águila de Toledo que mucho tiempo dure entre nosotros, y pienso que no llego, que el sudor me empapa y me resbala hasta hacerme todo yo resbaladizo, pies y manos goteando entre los que se deslizan manillares y pedales en pos de una caída segura. Mientras, lengua y boca, mucosas y toda abertura al exterior se secan inexorablemente, perdiendo toda la humedad, cada gotita de agua, cada ápice de líquido en sus células, y me aprieta más aún el calor, y me quemo, y la pájara acecha con el tío del mazo de la mano, y bebo, y noto el agua fría golpeando con su látigo la sed, agua fría que dura décimas de segundo en su estado, calentándose rápidamente, notando que no es suficiente para humedecer algo ya sin remedio.
Y me recupero un poco, y dejo de titubear y de tambalearme irremediablemente lanzándome a la cuneta seca y amarilla, pedregosa, arenosa y marchita, cuneta que siempre es el final de muchos, el lugar de la caída, el fin del trayecto de ida que acaba en vuelta en ambulancia o en coche escoba. Me recupero y pedaleo a tope, brotando sangre nueva burbujeante, lanzándose con violencia hacia mis piernas, ahora recuperadas, y ruedo y subo piñón, y de pronto vuelvo a sentir que fue solo un espejismo, y vuelve mi marcha cansina, marchita, sinuosa y penosa, lo intento pero no puedo, y mi cabeza manda órdenes que nadie quiere recoger, todos los órganos y articulaciones del cuerpo más intentando sobrevivir que pensando en que no cumplir la orden es arriesgarse a ser despedidos, o más bien a salir despedidos todos ellos en equipo hacia la cuneta. El cuerpo es un equipo, si algo falla, todos vamos al suelo.
Así, sigo subiendo milagrosamente, como robot, como zombie, piernas que saben que son muy importantes, que si no siguen funcionando todo se va al traste. Los oídos zumban, los ojos lagrimean, la boca intenta por todos los medios exhalar el poco aire fresco que hay en el ambiente, y el cerebro dice que siga, que aguante, que queda poco, y ellos aguantan, todos ellos en una triste sinfonía, ridícula sinfonía de superación personal. Y así llego a mi destino, nosecuántos kilómetros después, tras una enorme cuesta empinada, tras curvas interminables de herradura, sin agua, sin sentido, pero contento por haber llegado. Hace 10 kilómetros casi que pensé dar la vuelta, sin embargo algo me hizo seguir, y beber me recuperó un poco la moral. Ahora no llevo ya agua, pero por dentro sé que esta también es una gran hazaña, otros no lo intentaron.
Mañana, quién sabe si vuelva a intentarlo, o quién sabe si no podré ni moverme del asiento. La bicicleta estática es lo que tiene, que si eres capaz de tener una gran imaginación, puedes conseguir que sus soportes desaparezcan y se vuelva vehículo flotante, flota que te flota por el aire, llevándote a otros mundos, a lugares donde puedes ser un héroe desde tu propio salón. Hoy subí grandes sierras y montañas, en pos de un reto personal, mañana... mañana quién sabe, quizá lo haga con una bici de verdad, o no... que hace mucho calor.
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