03 octubre, 2017

Aquellos días con mi madre, hace 5 años

Hace algo más de 4 años que comencé a preparar un blog paralelo que permanece oculto desde entonces, en el que primeramente plasmaba las historias pasadas ese año que había ido almacenando en un diario, y después ya lo hacía en directo.  Al final todo conforma una especie de mini-libro de 30 artículos que algún día podría acabar sacando a la luz, quién sabe, aunque para no remover viejos fantasmas, conciencias o evitar sufrimiento a algún enfermo que lo pudiera leer, quizá para siempre me guarde para mí, salvo algunos retazos que por qué no, aquí podría dejar...

Justo hoy hace 5 años de la época que describía este artículo, que me gustaría compartir, ahora que ha pasado un lustro y para muchos las cosas siguen igual de complicadas, para otros se solucionaron y en otros casos por desgracia no tuvieron solución.



Hasta ahora, el récord mundial de días que había pasado sin hablar con mi madre, seguramente fue cuando en 2006 me fui a Taizé (Francia), ya que allí había poca posibilidad de comunicar con el exterior, pese a que había cabinas y se podía usar el móvil. Allí seguramente pasaron 4 ó 5 días sin hablar con ella.

Además, cabe decir que desde que me fui a estudiar a Granada mi madre siempre me ha llamado, o yo a ella, cada 2-3 días como muy tarde, por lo que siempre he estado muy en contacto con ella.

Hoy puedo decir que hasta ayer llevaba casi 3 semanas sin hablar con ella...

Desde hace un mes más o menos, las conversaciones por teléfono con ella se hacían casi imposibles, ya que apenas se le entendía nada. Es en persona y apenas se le entiende, salvo que con la ayuda del contexto normalmente se puede salvar la situación. Creo que pronto tendremos que comenzar a usar papeles para entendernos.

Es crudo, pero es así, ahora ya no hablo con mi madre por las noches. Mi padre, que apenas sabe usar el móvil, es el que habla (eso sí, ella marca la llamada) y me va contando lo bien que está ella, pese a que sé que tiene muchas más dificultades para comer, y que ya tiene que pasar por la batidora todas las comidas para ella.

La alegría de esta semana ha sido cuando ayer me conecté a Gmail para mirar mis correos y vi a mi madre conectada... Le hablé por el chat, que no usa nunca, ¡y me contestó! No os puedo describir exactamente lo que sentí, pero fue una alegría muy grande, como si la tecnología hubiera por una vez servido para algo bueno, tan bueno como volver a hacer posible la comunicación entre un hijo y su madre.

Fueron sólo unas pocas palabras, pero así ya sabía que ella está ahí y ella que sigo bien, pese a que mi padre se lo diga todas las noches. Quizá a partir de ahora pueda chatear más con ella o escribirle emails, ya que no puede hablar pero sí hacer el resto de cosas. En cualquier caso, este fin de semana volveremos a vernos, y nos reiremos pensando en lo maravilloso que es poder hablar a través de la red...

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