El primer día del resto de nuestras vidas (2)
Sí, hoy, como todos los días anteriores de la historia, es el primer día del resto de nuestras vidas. Es cierto que para algunos probablemente sea una fecha especial, un antes y un después, quizá gente que ha tenido un accidente y ha vuelto a nacer, u otro que acaba de aterrizar en un lejano país que acabará siendo su hogar definitivo, quizá otros acaban de ponerse novios con la mujer que será la madre de sus hijos, a otros les acaba de tocar la lotería, incluso unos más podrían haber firmado literalmente su sentencia de muerte, sí, pero para todos, incluso para nosotros que nos reunimos hoy en torno a estas letras, es el primer día del resto de nuestras vidas.
Sí, hoy amaneció un poco antes para nosotros, porque en un descuido adelanté media hora el despertador, pudiendo así disfrutar de la sensación extraña de haberme adelantado a mi propio tiempo, de estar viviendo un momento que de otra manera habría dormido, y quizá soñado. Recordando ahora esa frase que siempre me repetía un gran hombre y que ahora sólo puedo repetir aproximada: quién más duerme, menos vive; y sí, lleva toda la razón. Ahora resulta que llevo años durmiendo esos 30 minutos de más, esos 30 minutos en los que el mundo funciona ajeno a que yo no estoy en él, dormitando todavía, inconsciente esperando el sonido del despertador que esta vez nos brindó una segunda oportunidad, para aprovechar el momento, para ver cómo es la vida adelantada 30 minutos a nuestro propio tiempo.
Así, me levanté tranquilo, me vestí y preparé las tostadas, hasta que vi el fatídico discurrir del reloj de la cocina, que me decía que claramente faltaban veinte minutos aún para despertar. ¿Sería todo esto un sueño? ¡Qué cagada!, con la mala noche que habíamos pasado, calor, el niño llorando y habernos acostado un poco tarde viendo las andanzas de aquel Bufón por Vietnam, recordando siempre a ese añorado recluta Patoso con su Chaqueta Metálica Kubrickiana. Sí, ni corto ni perezoso dejé el microondas funcionando y salí corriendo a la cama, poniendo el despertador para dentro de 25 minutos, para disfrutar del sueño que me quedaba, aún con la cama calentita esperándome, y disfrutamos como enanos de esos 25 minutos que nos había regalado la vida, que sin ese error levantándome antes cual Colignon en Amélie, nunca habríamos paladeado.
Después, sí, sonó de nuevo impenitente, imperturbable, impenetrable, inexorable el despertador, dando al traste con el momento, y comenzó de nuevo el ciclo de nuestros rutinarios días, el primer día del resto de nuestras vidas pasando a toda velocidad, justo antes de mañana, que por supuesto es el primer día del resto de nuestras vidas. Trabajando, trabajando, a toda velocidad, descansando, comiendo y volviendo a casa, saludando de vuelta a toda la familia. Luego salida en bicicleta para desentumecer rápidamente, y llegada a toda velocidad para ducharnos y ponernos de nuevo a escribir estas líneas, para enriquecer el blog, para recordar para siempre este primer día del resto de nuestras vidas, y despacio, antes de dar por terminada la entrada, acabo de recordar que quizá esto sea simplemente un deja vú...
Y tecleo en el buscador "resto de nuestras vidas", dando con un post que casi ya no recordaba haber escrito hace poco más de un año, "el primer día del resto de nuestras vidas", y me doy cuenta de que no puede haber dos post con el mismo nombre, y me siento como aquellos inventores que en dos lugares distintos del mundo y sin conocerse en absoluto, inventaban la misma herramienta, artefacto o lo que sea, o incluso escribían sobre algo totalmente similar, pura casualidad, sólo que esta vez fui yo mismo (bueno, mi yo de 2016) el que también ese día sabía que al día siguiente sería el primer día del resto de su vida, como lo es hoy, como lo será mañana. Y sí, me reafirma del todo, ahora ya lo sé: hoy es el primer día del resto de nuestras vidas...
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