El desapego a la obra cuando el autor ya no vive
No sé si será carencia o defecto mío, y no sé si os pasa, claro, pero yo siento más apego a algo que esté escrito, publicado o filmado, por alguien que aún esté vivo. Es decir, que de alguna manera para mí es como si esa persona, autor, actor, o lo que sea, me estuviera contando de viva voz o en primera persona la historia, como si hubiera un cierto diálogo entre ellos/as y yo, que si uno sabe que puede darse también en la realidad, es como que te reconforta, que lo disfrutas más, y que si sabes que está muerto queda como difuminado de alguna manera.
Es verdad que por ejemplo te puedes leer un libro de Oscar Wilde y ser capaz de tener con él esa complicidad misma que tendrías si fueras uno de esos lectores del siglo XIX o él uno de esos escritores del XXI; es como si toda esa enorme distancia temporal se diluyera al estar ambos en ese diálogo continuo que narrador y lector realizan mientras lees la novela, aceptando tácitamente que si el narrador te está narrando es porque existe (un "narro, luego existo" que tendría sus implicaciones filosóficas seguro), y de esa manera siendo capaz de disfrutarlo, pero...
Y sigo en este párrafo, pensando que no es exactamente lo mismo cuando lees a un Pérez Reverte de la vida con quien el diálogo te lleva a visualizarlo aquí sentado con pierna cruzada y ese rostro inquisitivo, mientras intentas entender las motivaciones de sus personajes tan ricamente descritos, y dándote la sensación de poder preguntarle cualquiera de las dudas, arriesgándote eso sí a acabar siendo retado en duelo o ridiculizado con un comentario mordaz típico de redes sociales. Incluso me pasa al leer a escritores "que debían estar aún vivos" pero fallecieron jóvenes, que tampoco es lo mismo si sabes que no existen, habiendo perdido así cualquier derecho a réplica.
Con las películas me pasa igual, y es una terrible carga cuando el tiempo pasa y cada vez hay más clásicos en el Cielo y menos en la Tierra, y es bastante difícil ver un largometraje de los años 50 y 60 en los que la mitad estén aún entre nosotros, incluidos protagonistas, director, guionista, etc... Como decía, me pasa que cuando sé que aún viven, en cierta manera siento esa interpretación más mía, más cercana, aunque la sepa paladear igual en ambos casos, pero siempre existe ese matiz que me la hace más mía.
Otro ejemplo serían los encuentros deportivos antiguos, que ya parecen decimonónicos cuando son anteriores a los años 50 y a nadie ya le late el corazón, y que sin embargo, cuando aún alguno de ellos queda entre nosotros te hace verlo de otra forma, más cariñosa, de nuevo más cercana y probable que las más antiguas.
Poco más que añadir esta vez. Algún día todas estas historias mías se leerán cuando ya no esté (jaja, iluso), y entonces, seguramente a alguien en algún lugar le pase lo mismo y piense "sabiendo que el Ervija Rico está muerto ya no siento igual todo esto, no le tengo ese apego y cercanía como antes, cuando sabía que la posibilidad de dialogar en la realidad con él aún existía", ley de vida, la mayoría de las obras hechas por la humanidad ya son de autores fallecidos, y ése sin duda es su gran legado, y el nuestro el de ser capaces de disfrutarlo, existan ellos o no, que siempre lo harán mientras alguien reconozca esa autoría, poco podemos decir en el caso del Lazarillo de Tormes, pero eso es otra historia...
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