Cambiando de papeles por un día
Paseaba yo por la calle como hago otras veces, nada, costumbre fea la mía de pasear por la calle, a quién se le ocurre. Paseaba yo mirando la vida, como hago otras veces, nada, costumbre censurable la mía de intentar ver más allá del robotizado mundo que nos rodea, invadiendo la intimidad de personas, animales, plantas y cosas, a quién se le ocurre…
Cuesta abajo, por la misma calle de todos los días, pasando entre estudiantes que ya no son de los míos, a los que llevo más de un lustro pero que tienen las mismas caras, los mismos problemas, las mismas ilusiones. En fin, a lo lejos viene una chica, con su carpetita apoyada en el pecho, tímida, huidiza, de mirada asustadiza. Yo la escudriño discretamente, pues me ha llamado la atención como interesante objeto de análisis. Tiene el pelo corto, moreno, con mechones sobre los hombros, es bajita y dudo que nadie la calificara como guapa. Al cruzarse conmigo bajó aún más la cabeza y la mirada, inocentemente, casi con pena por no poder dar más de sí misma. Sí, no era guapa y parecía saberlo. Por fuera, niña, por fuera.
Segundos después, un par de calles después, pasando todavía entre estudiantes, veo acercarse otra chica, de hecho veo acercarse muchas personas, pero entre todas esa destaca y llama la atención. Igualmente va con su carpetita, pero esta es altiva, de mirada segura y paso firme, nada huidiza. Yo la escudriño tímidamente, por miedo al qué dirán, pues me parece también objeto digno de análisis. Es rubia, con coleta, ojos azules y muy guapa, más alta que la chica anteior. Además, tiene un cuerpazo y lo sabe, y para destacar aún más viste para realzar esa virtud. Al cruzarse conmigo subió aún más la cabeza y fijó más fuertemente la mirada al frente, segura de sí misma y con aire narcisista. Sí, era muy atractiva y parecía saberlo. De hecho estaba claro que se creía la mujer más impresionante de las que la rodeaban. Creída, niña, creída. Pero por fuera, niña, por fuera.
Dos niñas, dos formas de ser, dos historias. Y pensaba yo, calles más adelante, fluyendo… Ojalá por un día se pudieran cambiar los papeles, que sintiera la fea las miradas tímidas de los demás, admirándola por guapa, por maravillosa, por mujer de bandera, que se sintiera segura. Ojalá por un día se sintiera la guapa ignorada, invisible, despreciada por los ojos de los demás, preocupados por cosas más interesantes, que se sintiera insegura y fuera de onda.
Y como con el caso de las guapas y las feas, me gustaría que ojalá por un día existiese la máquina que invierte a las personas, y que se pudieran cambiar los papeles: los ricos de maletín, tan subidos ellos por sus dólares, con los mileuristas; los repartidores de bombonas, con los concejales traficantes de influencias; los vendedores ambulantes de CD’s con los Kanouté, Eto’o, Drogba y Adebayor; las ancianas con las jóvenes; las niñas con las madres, etc. Ojalá por un día las que siempre lloran pudieran reír. Verlas así por la calle me haría la persona más feliz del mundo. Ojalá los altivos que siempre van como si fueran los reyes de Saba pudieran llorar por un día, víctimas del infortunio diario. Verlos así me reconfortaría al menos ese día.
Y para terminar, propongo un pequeño ejercicio que podríamos hacer todos para cambiar el mundo (al menos en este caso hablo en masculino, pero todo es extrapolable a casos y sexos):
Mañana, cuando vayas por la calle, mira a las que no son tan guapas como miras a las tías buenas, y admíralas, porque la mayoría de ellas son exageradamente bonitas por dentro, maravillosas y dignas. Mañana, cuando te cruces con las mujeres guapas, vuelve la cabeza, ni las mires, como si fueran una fea, indignas de reparar en ellas por ser tan feas por dentro, tan indignas. Mañana haremos del mundo un lugar más bonito, más justo, por un día…
4 comentarios:
Ha estado usted vrillante, señor Ervija, pero da la casualidad de que yo soi de las guapas y ni por casualidad espero esa mákina llegue algún día a funcionar. Son ustedes los feos que se creen mui intelijentes, y no se dan cuenta de que sus razonamientos no les yevarán más que a amargarse aún más.
Seguro que un día de estos recomendará que se haga realidad el "tío la vara". Esto es el colmo.
Angela María: Muchas gracias por lo de vrillante.
Y no debes preocuparte, porque la máquina sólo funcionaría durante un día, así que en 24 horas podrías volver a ser guapa (o fea, claro), pero lo bueno sería la experiencia que vivirías.
Y sí, quizá otro día hablemos del "tío la vara", pero eso será otro día.
Saludos
Bueno Javi, comparto contigo tu "pequeño" enojo con nuestro homólogo, el ser humano. Así de complejo (y divertido) se muestra cuando deja de mirarse el ombligo.
No hace mucho hice un comentario parecido (no recuerdo dónde ni en que entrada) en el que relataba cómo en ese mundo cuántico en el que nos movemos, podría presentarse un sinfín de situaciones al mismo tiempo, y este universo nos mostraría cada situación, a cada cual más inverosímil y llegado a un punto, el caos colocase "en su sitio" a las cosas y a las personas... en él, el político de turno, que no ha cumplido su promesa, pasa a ser el mendigo en la puerta de una iglesia y a la inversa con el mendigo. El pobre pasa a tener una fortuna y el rico (se entiende el que se ha enriquecido de forma poco ética) pasa a tener la riqueza del pobre... un larguísimo etc. Lo malo es que esta máquina no existe (o si existe en ese mundo cuántico) o no podemos de momento utilizarla; pero sería (no como la tuya) para siempre y funcionando acorde a la realidad y no a la que nos quieren mostrar, digamos nuestra percepción...
Un abrazo.
P.D. A mí, todas la mujeres me parecen bellas (por dentro y por fuera) y de vez en cuando, hago el ejercicio y me reafirmo en lo que digo. El hombre, los hay que a veces se portan como auténticos caballeros; pero en general, se muestran tal y como hace al menos, un millón de años... aunque lleven traje y corbata.
Utopazzo: Poco que decir, tu última frase lo resume todo... Aunque el hombre se vista de seda, mono se queda...
Me alegra que tú "máquina" sí dure para siempre, aunque es verdad que dentro de ese ordenamiento que el caos produciría, quizá a lo largo del tiempo se volviese a producir otro caos, y por tanto otro reordenamiento... Quizá el mendigo que fue político, pueda volver a serlo, al fin y al cabo llamemos a estos sucesivos reordenamientos como si no fueran más que universos o reencarnaciones o quién sabe qué. Al final todos hablamos de lo mismo, pero no acabamos de entendernos.
Un saludo.
Publicar un comentario