Apariciones
Como esa vez en que vas andando por tu pasillo y al final ves un niño de unos 6 años que no conoces ni estaba ahí antes. Esa vez que a las 3 de la mañana te despierta una voz y alguien te toca, alguien que no existe ni estaba ahí antes. Quizá como esa lámpara que cobra vida con su cara fantasmagórica que forma parte de un tenebroso plan para acabar contigo. Como ese árbol que claramente está sonriendo maléficamente en tu cara, también dentro de un malicioso plan de todo el bosque para buscar tu fin.
Así son las apariciones, cosas que estaban ahí esperándote para que las descubrieras, que nunca antes existieron ni después existirán. Quizá el alcohol, quizá el sueño, quizá la medicación, o quizá realmente conviven las apariciones con nosotros, espejismos de otra dimensión quizá tan cercana.
Otras veces una aparición es un espectro del pasado que vuelve cuando no te lo esperabas, quizá un niño de tu clase de 7 años, una antigua exnovia, un enemigo acérrimo de cuyo motivo de enemistad ya ninguno os acordáis, una profesora de instituto que ves anciana tras 40 años desde que te dio clase, incluso ese alguien que creías fallecido hace décadas y de cuyo fallecimiento real te acuerdas ahora.
Mis espectros son como todos los de todo el mundo, como los de la Casa de los Espíritus o alguno de Cien Años de Soledad, espectros latinoamericanos de habla andaluza. Mis espectros son fantasmas de la oscuridad, malévolos, también antepasados que me protegen de ellos, incluso como todo el mundo, a mí se me aparecen en la oscuridad jugadores de la selección de fútbol de Irlanda que compitió en un Mundial el siglo pasado, a veces Staunton, otras veces Kevin Moran... quién sabe, quizá Andy Townsend o puede que incluso algún día tenga el honor de recibir la visita de Peter Shilton el inglés, como si de una visita de Navidad Dickensniana (de Dickens) que fantasmagóricamente al estilo de "Los Fantasmas Atacan al Jefe" me viniera a ver en plan catarsis epifánica vital, momento clave de mi vida para cambiar todas las fechorías cometidas por una existencia de excelencia, lejos de todo ese mal genio anterior.
De hecho, es cierto que vengo de una amplia tradición, pues el primer
fantasma aparecido en mi familia data ya de finales del siglo XIX, cosa
documentada y bien referenciada, que por desgracia ya nadie recuerda,
pues la última persona que podía dar fe murió ya en los años 60 del
siglo pasado. No obstante, aquella aparición de mi "abuelo chino", padre
del original Raspavelas desde siempre ha sido una historia bastante
curiosa y verosímil debido a la cantidad de datos al respecto, que
probablemente para Iker Jiménez serían un filón, e incluso para
incrédulos albergaría algo de duda.
En fin, todos
tenemos y tendremos fantasmas, y quizá como el de Canterbury, algún día
podamos disfrutar durante unos cientos de años de serlo, aunque con
suerte sin sufrir maldición alguna, simplemente por diversión. No
temáis, no vienen a hacernos daño, la mayoría... por suerte yo sé que
nuestros antepasados cuidan de nosotros frente a los malos fantasmas,
ellos no permitirían que nos pasara nada, y nosotros no lo haremos de
nuestros seguidores tampoco.
"Este está loco", pensaréis... sí, habéis dado en el clavo, de remate, concretamente en el minuto 7 de la segunda parte, en un escorzo digno de Santillana, cuyo fantasma también seguramente se me apareciera en su momento, pese a ser aún ciudadano vivo como los irlandeses de Italia'90, que un fantasma y las apariciones no entienden de vida ni muerte, y un fantasma no necesita siquiera que el individuo del que procede esté aún vivo, porque los fantasmas, nuestros fantasmas, existen incluso antes de que nazcamos, cómo iba a ser de otra manera, cómo si no se explica que encontremos en la vida cosas "hechas para nosotros", pues porque ya las habíamos puesto previamente ahí; si no nosotros o nuestro propio fantasma, entonces nuestros fantasmas antepasados amigos.
Desde aquí, simplemente, saludaros a todos, queridos fantasmas, queridas apariciones de mi vida, malos o buenos, porque de todo ha de haber en la viña del señor, yo sé que me leéis. Bueno, no porque tengáis conexión a internet, sino porque en esta habitación de la Vieja Obulco, justo en la misma muralla del patio de armas del viejo castillo calatravo, os reunís conmigo, en torno a mis palabras que os evocan y os mantienen vivos en la memoria, y por dentro mientras os miro, os reís, y sé que las vibraciones que ahora mismo aquí hay son esas risas y esa complacencia entre nosotros, y de esta manera y con estas letras que ni leéis, porque mis propios pensamientos y tecleos mentales ya os llegan a vuestros entenderes. Gracias por vuestros cuidados, y algún día nos veremos en la misma dimensión, hasta entonces, no seréis más que apariciones, apariciones nuestras, de ayer y de hoy.
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