23 abril, 2025

Cómo habría sido nuestra adolescencia con tecnología

Creo que una de las mayores satisfacciones de los millenials de más edad, nacidos en los 80, entre los que me encuentro, es la de haber crecido sin tecnología, y más concretamente sin móviles ni internet, en un mundo prácticamente analógico y muy similar al de nuestros padres o incluso abuelos (si hablamos de niños crecidos en pueblos). Ya los nacidos en los 90 sí que tenían internet en casa o podían acceder a ella en los "cibers", y por supuesto la posibilidad de tener un móvil (aunque fuera "tonto", no "smart" como vinieron luego)

No es que esté denostando todos esos avances, ni mucho menos, pues nos habrían hecho la vida más fácil (y más complicada en cierto sentido); pero sí que siento que somos unos privilegiados por haber conocido ambos mundos, el antes y el después, siendo sin duda esa última generación que conoció bien el mundo analógico y luego también formó parte de esos "nativos digitales" al llegar toda la tecnología cuando aún estábamos como mucho en la veintena y pudimos adoptarla sin esfuerzo como nuestra. Podría hacer el símil de esa generación que conoció la vida antes y después del fuego, la otra que la conoció antes y después de la rueda, o las otras que la conocieron antes y después de la luz eléctrica y la radio o televisión, sin duda cambios capitales como este que nos ocupa (incluso la llegada de la IA nos pilló aún en esa segunda adolescencia de la treintena).

 

                                                                   Fuente: Flickr
 

Partiendo de esto, y viendo cómo es la niñez y adolescencia de los "centenialls" o generación "Z", y cómo pinta la de la generación "T" (de tablet), que se están criando con una pantalla para hacerles callar y no molestar, con un dispositivo en el cole para distraerse mejor, con un móvil e internet en la mano (sin instrucción alguna y suponiendo que esa condición de "nativos" les hace ser autosuficientes) para ver de qué manera son capaces de autodestruirse, con perfiles en redes sociales para estar totalmente a la intemperie social, etc.; dando todo lugar a numerosos problemas psicológicos, de acoso, ansiedad y fobia social, que en esas edades siempre nos parecen gravísimos y lo son. Así, como decía, me gustaría haber podido ver qué habría pasado si nosotros hubiéramos tenido esa misma tecnología en los 90, ese móvil pegado todas horas, esas redes sociales malignas, esa tablet todo el día puesta, y esa suposición adulta de que al ser tan "nativos digitales" nuestros cerebros son tan diferentes de los suyos que eso nos haría inmunes a cualquier peligro, qué equivocados...

Y así, me veo con mis padres en un restaurante, ellos comiendo y yo viendo David el Gnomo en la tablet, jugando al Pong en el móvil o escuchando las canciones de The Police, Dire Straits, Madonna o Michael Jackson en Spotify. Luego creciendo con mi primer móvil antes de la comunión, enganchado a las redes sociales, acosando como toda la clase al pobretico que recibía bullying, que ahora se transformaba en unas fotos retocadas en las que tenía cuerpo de cerdo, y todos se reían de él, y también de ella... y acusaban más adelante a alguna pobretica de ser un poco ligera de cascos, ya ves, con una palabra más fuerte, con 12 años... y se encerraba en sí misma y quería quitarse de enmedio. E intentabas encajar como se pudiera, haciendo tiktoks con tus amigos para que todo el mundo pudiera verlos, incluso los malos... y te escribía gente de todas las partes del mundo para insultarte o para decirte lo grande que eras, pero los insultos podían más...

 


 

Y así me veía pasar el instituto, siempre con esos apéndices, hablando en clase por Whatsapp, chateando, mandando directs de Instagram a quién sabe qué adolescentes obsesos de cuarenta años que te van pidiendo más y más y que acaban chantajeándote con que todo el mundo verá o sabrá tal y cual cosa... Antes el chantaje era de cuatro amigos tontos de tu barrio, ahora puede venir de Nueva Zelanda en un plis-plas. Y disfrutamos de la ventaja de tener aquí y ahora una cámara de vídeo para grabar nuestras fechorías (no siempre malas, claro), nuestras andanzas, y reenviarlas por ahí, de poder preguntar a Google en cualquier sitio ante cualquier duda, de reformulárselas al ChatGPT, de poder avisar a tiempo de que no vamos a llegar a tiempo, de poder queda con quien queramos y como queramos. Y modificamos el lenguaje y nos hablamos con emojis y con abreviaturas requebradas y encriptadas para que los mayores no nos entiendan, y disfrutamos con ello como haría cualquier generación, y poco a poco somos inmunes al mundo exterior, ensimismados en tanta tecnología, que no nos permite disfrutar ya de las pequeñas cosas, porque ese mundo tecnológico es aún mucho más pequeño y absorbente. 

Y así se nos pasó poco a poco esa adolescencia con tecnología, como cualquier otra, con sus aprendizajes, con sus estudios, con sus experiencias varias, con sus acosos, con sus inseguridades, con sus reafirmaciones, con sus certezas, con sus amores, con su amistad, con sus malos y buenos momentos, con sus desastres y fines del mundo por tonterías sin importancia, con sus pérdidas, con sus alegrías y tristezas, con todo lo que conlleva al fin y al cabo crecer, tengas un móvil en la mano o no, somos exactamente los mismos que nuestros abuelos, bisabuelos y tatarabuelos, el medio cambia pero nosotros seguimos siendo unos seres tiernos que enfocan una etapa de la vida sin saber lo que les espera, y así, tengamos unos increíbles avances tecnológicos o no a nuestra disposición, lo seguirá siendo...

 

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