Por tierras de la Lusitania central
Porque no sólo de España, Andorra y Gibraltar vive la península Ibérica, también hay ciertas cosas que se pueden hacer en Portugal, e incluso que sólo se pueden hacer allí, aunque a veces pensemos que son el "hermano pobre", y solo sean simplemente el "hermano", uno más, querido y desde tiempos prehistóricos.
Para empezar, una de las cosas que más me sorprendió de Portugal (y que la leyenda dice que es lo contrario), es que sus autovías/autopistas son mucho mejores que las españolas, diría que infinitamente. Lo primero es que la velocidad máxima es de 120 kilómetros hora y no va cambiando a 100 cada poco para molestar a los conductores o intentar recaudar con los radares, y por supuesto no se pone a 80 km/h o incluso menos en los túneles para intentar entorpecer y ralentizar la circulación o causar atascos, no, eso me ha sorprendido mucho, la circulación es fluida y el firme de las carreteras es muchísimo mejor que en España. Eso sí, en muchos casos son de peaje por lo que si quieres ahorrarte algo de tiempo al desplazarte toca pasar por caja.
Otra ventaja importante es que la comida en general es más barata, pudiendo comer bastante bien por poco más de 10 euros por persona, que eso en la España hostelera subida a la parra hace muchos años, es una quimera (por no hablar de las cervezas a 3 euros sin tapa de aquí, que allí no pasan del 1,50€). Eso sí, como contra tenemos el elevado precio actual de los combustibles, que andan por 20 ó 30 céntimos más caros que al otro lado de la frontera.
A partir de ahí, y una vez que empiezas a ver banderitas rojas y verdes, gallos varios, toallas y muchas ces con cedilla, te das cuenta de que Portugal es el país de las pastelerías y las barberías, que crecen como setas en todas las esquinas, con sus pasteles de Belem y buenos dulces en general similares a los de aquí, con sus barbas pobladas y sus palabras que parecen sacadas del castellano antiguo. Por supuesto, empiezas a recibir un "boa tarde" o "obrigada" en los establecimientos, y la sensación de que ambos idiomas son muy parecidos pero su pronunciación los hace separar, es clara (se suele decir que ellos nos entienden mucho mejor que nosotros a ellos, y a eso también contribuye que están mucho más acostumbrados a recibir españoles que nosotros portugueses).
Una vez que estás allí puedes pasear tranquilamente por los tejados de una catedral y ver un templo romano como los de Évora, visitar uno de los monasterios más impresionantes de la península como el de Alcobaças o ver a la gente intentar no ahogarse con las olas de Nazaré, justo mientras degustas la puesta de sol. Por supuesto puedes ver castillos cada dos por tres, igual que aquí, y conventos potentes como el de Cristo en Tomar, cerca también de Batalha, el lugar surgido tras la derrota castellana en Aljubarrota. Sin olvidar, también, lugares como el turístico Óbidos y su licor de Ginja, o Caldas da Rainha (de la rainha Isabel, claro) con su diario mercado de la plaza de la fruta o sus dulces y mangos de paraguas con forma de "mango masculino". Más arriba también puedes visitar la universitaria Coímbra o las ruinas de su vecina romana Conímbriga. En cualquier caso, mi frase más repetida fue: "hay que ver cómo le gusta a esta gente un azulejo", y es que la mayoría de iglesias están alicatadas con azulejos azules, lo que les da un aspecto curioso y bastante bonito a la vez. Para comer, tenemos el omnipresente bacalao, y para beber suele haber buen vino y poca variedad de cerveza, y la facilidad para encontrar "snack bars" con los que tomar algo rápido y muy barato.
En fin, es el centro de Portugal, ni más ni menos que la zona menos famosa, pero con mucho que ofrecer, y muy recomendable para ese tipo de visitas más tranquilas lejos de los bulliciosos polos turísticos de Lisboa y Oporto, aunque no tan tranquilo como el Algarve, que a veces parece no ser más que un puñado de playas continuación de Huelva.
PD: Pondré alguna foto cuando las tenga, de momento será un artículo sólo de texto
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