05 julio, 2013

Manuel Pérez Casado, el mejor escultor de Porcuna

Manuel Pérez Casado nace en Porcuna en marzo de 1910, en el seno de una familia humilde, hijo de Jesús Pérez García, de profesión carpinterio funerario y de pelo pelirrojo, y de María Encarnación Casado García, una guapa y buena mujer como indican los testimonios.

El pequeño Manuel será el penúltimo de 7 hermanos: Pepe, Estrella, Carmen (mi abuela), Encarna, Jesús y Pablo (a estos dos últimos sí los conocí), y desde el principio comienza a trabajar en el negocio familiar junto a su padre, en la carpintería. Todo parece normal, hasta que un buen día cierto gusanillo comienza a picarle al pequeño y despierto Manuel, que comienza a trabajar a escondidas con el barro, modelando lo que su inspiración le dicta, con cada vez mayor calidad; y posteriormente, con la ventaja de tener mucho material dado el negocio familiar de la carpintería, pasa a trabajar también con madera.



Cuando su padre, que era un modelo de hombre, descubrió los pequeños trabajos de su hijo, se sorprendió mucho y le felicitó por ello, pero como era normal ante la dureza de la época, le animó a que dejara esas distracciones y continuara trabajando, ya que para ganarse la vida con eso había que ser muy bueno.

A pesar de ello, poco a poco en la familia se fueron dando cuenta de que tenían ante sí un verdadero artista. Después le dejaron un bloque de piedra y empezó a esculpir cosas, cada vez de mayor calidad y cada vez empleando más tiempo en ello. Ya en la adolescencia consigue ir a Sevilla y Granada para perfeccionarse, y su nombre comienza a ser conocido a nivel regional.

Como contaba el joven Manuel en la entrevista que le hizo el Dr. Fernán Pérez, en la pastelería de Enrique Herrera (integrante de una longeva saga de confiteros de Porcuna) le permitieron exponer sus obras, que consiguió vender aún sin cumplir siquiera 18 años. El propio Ayuntamiento de Porcuna le destinó una asignación anual para su perfeccionamiento, y definitivamente, dado que todo el mundo opinaba que el chico prometía, su familia hace un esfuerzo para conseguirlo llevar a la Escuela de Arte y Oficios de Madrid, donde se encuentra con Jacinto Higueras y perfecciona aún más su técnica. Allí participa en grandes exposiciones junto a los mejores artistas de la época y vive la vida bohemia del Madrid de entonces, en un entorno perfecto para desarrollar todo su potencial, aún con veintipocos años.



Por desgracia, la Guerra Civil va a truncar una carrera que prometía ser larga y fructífera, y con la edad de 28 años tiene un accidente que le deja ciego de un ojo, e inválido para continuar evolucionando para ser de los mejores de España. Después continúa viviendo ese horror en uno de aquellos malignos campos de concentración que pululaban por nuestra geografía, sin más culpa que la de haber esculpido un busto del socialista Pablo Iglesias por encargo del Ayuntamiento de izquierdas de la época. Allí topa con guardias de la peor calaña, como uno que contaba Manuel que le decía "cuidado que te tengo encañonado", consiguiendo que todo ese escenario de horror se le meta hasta las entrañas y le marque para siempre.

Cuando vuelve a Porcuna, ya nada es lo mismo, y todo parece venirse abajo, incluso la novia que anteriormente tuvo le falló ante tal fatalidad, pero a pesar de todo, el gusanillo de artista seguía picándole...

Continuaban adornando su casa de la calle Sebastián de Porcuna todos esos trabajos anteriores que le recordaban todo lo que fue y aún era: los bustos de sus padres, los de todos sus hermanos, las figuras de animales, el famoso busto de Pablo Iglesias que creó durante la República, etc... ¿Por qué no intentarlo de nuevo a pesar de la dificultad que la pérdida de la vista le acarreaba?



Como es lógico, en su familia no querían que trabajara porque estaba mal de la vista, pero a escondidas continuaba con su pasión, modelando en barro a sus pequeños sobrinos, que entre juegos y juegos posaban para él a cambio de unos caramelillos.

Así, poco a poco fue haciendo nuevos trabajos, pequeñas figuras de escayola que representaban  animales o personas, y que creaba a partir de unos moldes que había hecho. Posteriormente las pintaba y las vendía junto a su sobrino Manolito en las ferias de Cañete o Bujalance, entre otras.



Poco después la mala suerte se cebó de nuevo con él, y otra vez en su vista, sentido predilecto para cualquiera, ya que sufrió un desprendimiento de retina, dolencia grave para la época, cuya única posible solución tras la operación era pasar varias semanas en un cuarto oscuro mirando hacia abajo, lo que a muchos volvía prácticamente locos. También fue en parte el caso de Manuel, que llegó a ser tratado por los mayores experto que había en España en la época, los doctores Arruga y Barraquer, que no lograron salvar su visión. Así, sufrió un nuevo golpe, esta vez definitivo: con un ojo perdido y prácticamente ciego del otro, y sin capacidad para hacer lo que más le gustaba y para lo que había nacido: la escultura.

Aparte de su arte, Manuel, como persona inquieta, por supuesto tuvo otras aficiones. En aquellos duros años 40, como apenas podía ver, su pequeño sobrino Jesús Navas le leía libros, de hipnotismo, de electrónica, y de diferentes gustos que tenía, a partir de las cuales por ejemplo llegó a hacer funcionar un motor, que fabricó de cero, y casi sin ver nada. También divertía a sus sobrinos y familia con alguna sesión de hipnosis, arte que había aprendido de su hermano mayor Pepe, experto en el tema, y en las que demostraba su inteligencia, su capacidad de persuasión y en definitiva su gran valía, a pesar de la dificultad que la vida le había puesto.

En los años 50, Manuel ya era una sombra de lo que fue, sin ganas de vivir, porque le habían arrebatado su juventud, su vista, su ardor creador, y simplemente se fue dejando ir en su desgana y su desdicha, esperando que todo acabara.



Muere en septiembre de 1961, con sólo 51 años, y aún hoy, más de medio siglo después es recordado por su familia y conocidos, y considerado por supuesto como el mejor escultor que ha dado Porcuna. Ahora es momento de que lo sepa el resto del mundo...


PC: Ya en 1992, el gran poeta Alfredo González pedía que se le diera un merecido homenaje, cosa que todavía no se ha hecho. Quizá este sea el momento para que la familia y amigos colaboraren para hacer una gran exposición y una revisión de su gran obra y de todo lo que este artista malogrado creó. Por mi parte, como heredero suyo (del cuál no me han quedado más que las conversaciones en las que me han hablado de él), este es mi granito de arena. Seguro que vendrán más. Por ti, tito.

4 comentarios:

Ipolca dijo...

Preciosa historia que ya conocía en parte. Precisamente el otro día conocí en Almería a un familiar de Jacinto Higueras. Le preguntaré al respecto.

Javi dijo...

Gracias Ipolca. La pena es que conforme más tiempo pasa, más complicado es tener referencias en "primera persona". Curioso lo de Jacinto Higueras, y más si hubiera alguna referencia más del lado de Higueras a Manuel, aunque me extrañaría.

Un saludo.

Unknown dijo...

Hola buenas tardes; he leído este artículo suyo y me gustaría hacerle una pregunta. En la calle de Porcuna, donde vivía su antepasado, Jesús Pérez García, y donde tenía su carpintería, vivía una antepasada mía, Petra Burgos Corpas. Me gustaría que me indicase, si lo conoce, el nombre de la calle. Le estaría muy agradecido. Mi correo electrónico es baloojurado@yahoo.es y mi nombre es José Manuel Jurado de la Torre. Yo soy sobrino de don Manuel Burgos Corpas, sacerdote de Porcuna.

Javi dijo...

Hola José Manuel,

Como indicaba en el artículo, la calle era Sebastián de Porcuna. Un saludo, paisano.