16 enero, 2022

Mentiras, nuestra tolerancia máxima

Tenemos una tolerancia enorme a las mentiras, cosa que no debería ser así. Nos mienten los políticos, los vecinos, los vendedores, los hermanos, los amigos, los enemigos, los conocidos e incluso nos mentimos a nosotros mismos. ¿Por qué lo hacemos tan alegremente? ¿Lo llevamos en nuestro ADN?

No, no es plan de convertirnos en un mundo ideal y utópico sin mentiras como el de la película aquella en que no existía la mentira y un hombre descubre cómo mentir (decir "lo que no es", que lo llaman) y casi se hace el dueño de todo, mal enseñanza esa: el que miente es el que gana o el que tiene mejores cartas, pero yo diría que es el que hace trampas o tiene las cartas marcadas.

A mí, me cuesta mucho mentir, me pondría muy nervioso al hacerlo, y además no suele ser lo primero en lo que pienso, prácticamente no entiendo que sea lo natural y por consiguiente no soy nada perspicaz para descubrir que me están mintiendo. ¿Por qué iba a mentirme nadie? ¿Tan importante soy? Pues eso, igual que no miento, no me gusta que me mientan y aparte no me cabe en la cabeza que alguien pueda hacerlo. Sólo tolero levemente la mentira "para sobrevivir", como un derecho a "no declarar contra ti mismo", pero para nada la tergiversación absurda para trepar, para pisotear a otro, para permanecer en el cargo, esas cosas deberían ser inmediata y duramente castigadas si viviéramos en otra sociedad, y no en el paraíso de la mentira.

Desde que tengo uso de razón he sabido que los políticos nos mienten a diario, es su trabajo, incluso los presidentes, que si no han robado nada los del PSOE de González, que si hay armas en Irak los del PP de Aznar, que no hay ninguna crisis los del PSOE de Zapatero, que no han robado nada los del PSOE andaluz, que M.Rajoy no es nadie, los del PP de Rajoy (bueno, al tenerlo más fresco, del PP de Rajoy se me ocurren miles de mentiras, podéis coger la lista de ministros y añadirle la mentira de cada uno, y no pararéis), que Europa no deja hacer cierta cosa pero luego ante la presión social sí lo hacen, los del PSOE de Sánchez (bueno, del PSOE de Sánchez mentiras hay todos los días varias, se pierde la cuenta, y la tolerancia sube, claro, porque lo contrario es pillar una úlcera), y el partido político hereditario, la familia real, también lo han hecho, como cosacos, como bellacos, sin que la República les amenace como debería hacer por tamaña traición a la lealtad de los que les permitieron restaurar su antidemocrática institución cuando ya habían perdido el sitio.

Mentir, nos mienten muchísimo en los programas del corazón, basura visceral, casquería para gente que se deja ir, pero que vende mucho y hace ricos a los que entran al trapo, mentiras diarias y polígrafos que intentan descubrirlas, descubriéndolas, curiosamente, esto ayuda a que la tolerancia suba. 

Nos mienten, bueno, se mienten unos a otros en esos programas de citas, en el MHYV, en el de las First Dates, en tantos otros, para intentar agradar, para engañar, no para sobrevivir pues ahí no hay ninguna situación límite, y la tolerancia sigue subiendo.

Nos mienten en el mercado para subirnos el precio, nos mienten las telefónicas que se inventan subidas indiscriminadas, nos mienten las gasolineras cuando pactan los precios, nos mienten las eléctricas, los chinos con su etiqueta de la CE falsificada, los del Corte Inglés cuando venden todo un 25% más caro que otros siendo el mismo producto porque venden un estilo de vida mentiroso, nos miente el de Seur cuando no nos encuentra para dejar un paquete pese a haber perdido el día en casa, nos miente el portero que nos ha robado una carta, nos miente la de la limpieza que no ha limpiado tanto como dice, el albañil que no ha echado tantas horas, el fontanero que nos cobra un desplazamiento tal como si hubiera venido desde Budapest, el del taller que sólo le ha dado a un botón pero "sabía cuál botón pulsar", el director general cuando dice que no habrá despidos, y todo hace que nuestra tolerancia siga subiendo.


 

Y luego están las mentiras piadosas, que aunque tengan perdón, son otra forma de hacer subir la intolerancia, pues mienten los padres al llegar regalos de Navidad, mienten los abuelos de los feos cuando dicen que son los más guapos del mundo, el médico cuando insistimos en que nos diga el diagnóstico mortal al dedillo, el ATS (sí, millenial soy, qué pasa) cuando dice que no va a doler casi nada, la novia cuando dice que no es por nosotros que es por ella, el entrenador cuando dice que hemos hecho un gran partido a pesar de perder 4-0, la amiga que nos dice lo bien que nos sienta el nuevo chándal fosforito, los hijos cuando le dicen a mamá que las coles estaban "pasables", y desde pequeños e incluso en entornos amigables y cercanos, en casa, nuestra tolerancia va subiendo.

 Y es un todo mentiroso que se traslada a la calle, y casi podríamos hacer un ejercicio de ver las mentiras que nos sueltan a lo largo del día, porque a media mañana ya tendremos las 10 primeras mentiras.

Mentiras, más mentiras, y poco a poco empezamos a darnos cuenta de que vivimos en un mundo inventado, en un mundo impostado donde nada parece ser verdad pese a que sí exista hueco para la verdad si miramos detenidamente, y donde sí que tenemos cosas reales a las que agarrarnos, pero sí, parte de ello es debido a tener tanta tolerancia a la mentira, a entender que la mitad de las mentiras son normales, casi evidentes y necesarias, más allá de las comentadas piadosas o de las supervivientes que hemos de entender que nunca podríamos erradicarlas, que son parte de nuestro ADN superviviente, pero sí, hay todo un océano de mentiras innecesarias más allá y esas, lo siento pero no las entiendo ni las entenderé y señalaré a todo el que lo haga, negativamente.

¿Es algo actual? No, ya en el imperio romano pasaba, seguro, y en el sasánida también, y entre mis paisanos los túrdulos de Ipolca, evidentemente, eso es así, fue y será, inevitablemente, pero al menos que me quede este derecho al pataleo, a censurar que me mientan porque sí, a ser mentido sin motivo, y de camino censurarme por aquellas veces que lo haya hecho yo, que pocas son, pero seguro que del estilo de comérseme los deberes el perro he tenido alguna, que podríamos llamar mentira de supervivencia, pero que no lo es, porque la alternativa era apechugar y aprender, y al haber sobrevivido la mentira y en este caso tú, ni aprendes ni apechugas, así que también sería una mentira innecesaria por no ser algo tan grave que te pongan un cero, pero sí, con tierna edad crees que un cero es el fin del mundo, por lo que sí, te vas animando y mintiendo y al final eres lo que cualquier otro, un bellaco...


No hay comentarios: