26 septiembre, 2022

¿Y tú, a qué edad te diste cuenta de que no podrías cambiar el mundo?

 Como algunos de los más antiguos lectores sabréis, uno de mis objetivos vitales hace ya un par de décadas era cambiar el mundo; no cambiar mi mundo ni el mundo de cuatro o cinco de alrededor, sino cambiar el mundo entero, en general, del planeta Tierra y que le den a los forasteros del espacio exterior.

De hecho, conspiré de alguna manera en formas para ello, siendo una de las más curiosas y recordadas la de intentar entrar en los medios audiovisuales para manipular a la gente con el objetivo de cambiar el mundo para bien (y quisiera aquí remarcar lo novedoso de mi idea, ya que casi en el 100% de las ocasiones, los medios de comunicación están montados para manipular a sus espectadores/lectores/oyentes/loquesea para tener un pensamiento único alineado con la línea editorial de una determinada corriente de pensamiento, ideología, religión --vale equipo de fútbol también, claro--, mito, secta o lo que sea, pero siempre con un objetivo claro que busca el beneficio de unos en detrimento de otros), buscando el bien común y ningún beneficio particular en absoluto.

Tras intentar luchar esta última guerra, me di cuenta de lo dificíl que es mover o cambiar tantas cosas: ideas ancladas hace décadas, personas apoltronadas en un puesto que nunca merecieron pero que se creen merecedores de todo, instituciones antediluvianas sin capacidad de cambio alguna, privilegiados que dan hasta la última gota de sangre por mantener sus privilegios y poder legárselos a una siguiente generación a la que le importa un pimiento quién se los da (los mandan a penar a residencias) y que conspiran para conseguir más y más de ese pastel, oligarquías que literalmente matan para perpetuarse, personas egoístas que primero se salvan ellos y luego ya se verá, etc, etc... Así, me empecé a dar cuenta de que uno solo no puede cambiar el mundo, ni Franco, Tito, Stalin o Napoleón podían, porque todo es una evolución o devenir de las circunstancias y los tiempos dentro de los cuales nosotros estamos metidos en un determinado momento, pero que tuvieron lugar antes y seguirán después, hagamos lo que hagamos.

¿Y entonces, no vamos a poder dejar de ser hijos de nuestro pasado para llegar a ser los padres de nuestro futuro? Pues sí, personalmente podemos cambiar el futuro de los que nos siguen, de los nuestros, y de cuatro o cinco de más para allá, pero ya está, pinceladas, retoques y mejoras puntuales dentro del barco en el que vamos, pero nunca pudiendo cambiar el rumbo, que para eso sólo el propio barco tiene potestad.


 

¿Resignación entonces? ¿Es que promulgo la inacción total y dejarnos llevar por el hedonismo más placentero? Pues sí, ni más ni menos son cuatro días los que estamos en el barco, así que démonos al disfrute, siempre pensando en que las siguientes generaciones han de poder disfrutarlo también (aunque sólo sea por nuestro honor, para que no nos señalen como los que desbarataron la nave)

Ahora, sólo siento algo de impotencia, pero llegando más o menos (ojalá ) a la mitad de mi vida creo que ya he hecho demasiados intentos insuficientes para hacer ni cosquillas en el rumbo del barco. Me retiro a mis aposentos pero con un ojo aún puesto en el timón, por si en algún momento a los 'goblins' (llamo así a determinados personajes que manejan los hilos) se les ocurre despistarse y me lo prestan involuntariamente... Alguien algún día cambiará el rumbo, quizá a centímetros del precipicio, ojalá lo hagan, ojalá el propio barco/planeta Tierra sea capaz por sí mismo de hacerlo, y con el viraje radical quizá nos tire a todos nosotros al agua y adiós muy buenas. 

Lo veremos, lo contaremos...

2 comentarios:

Joselu dijo...

Me han gustado tus reflexiones de un joven que quiso cambiar el mundo y ha llegado a la conclusión de que no hay nadie que pueda cambiarlo. Sabia conclusión. Baroja escribió un libro cuyo título era "El mundo es ansí". Somos muchos, muchísimos, y cada uno es un barco a la deriva por un mundo proceloso. A veces nos unimos para animar a un equipo de fútbol o para celebrar las fiestas del pueblo o para irnos de bares o para ver series, cada uno en su casa, porque a la vez que somos individualistas, somos gregarios. Tienes razón, no hay nadie que pueda cambiar la deriva del mundo. A ver...

Javi dijo...

Gracias, no es posible otra conclusión si se le da algo de vueltas al asunto. A ver si al menos, ya que no podemos cambiarlo, el destino es clemente con nosotros. ;)