De puente y en cola
De vuelta tras un largo puente, bueno, largo, algunos llevamos de vacaciones todo el mes de diciembre, que ya es decir, y va pegando trabajar, apetece, bueno, casi que no...
El puente lo comenzamos haciendo cola en el garaje, y luego en el primer semáforo que nos encontramos. Después en la rotonda que estaba ya a tope, y más tarde en el hipermercado, con su consiguiente cola de coches en la salida de la autovía y en la entrada a la gran superficie. Luego hicimos cola para pagar y cola en el aparcamiento para salir. Hicimos una larga cola en la autovía porque había habido un toquecillo entre dos coches, y luego cola para aparcar en el pueblo y para subir al ascensor en casa. No contentos con eso, llegamos casi literalmente meándonos, por lo que hubo que hacer cola incluso en el baño...
Luego nos fuimos por fin a ver la Navidad, haciendo cola en la bola para fotografiarnos, cola en el árbol de Navidad para ponerle regalitos, cola para comprar en el súper y en la tienda de regalos, cola en los toboganes y columpios y finalmente cola en el bar para pedir la cervecita.
Al día siguiente como toda España nos fuimos a Málaga a hacer una cola tras otra, a fotografiar lo fotografiado, a unirnos a la manada y a la corriente que nos lleva como plancton, a ver lo que todo el mundo ya había visto y contado, a ser uno más de millones, a alienarnos hasta límites insospechados, a volver satisfechos por no ser más ni menos que nadie, sino iguales a todos. Así, nos fuimos a Madrid, a Barcelona y a Vigo, a emparanoiarnos, a epileptizarnos, a volvernos locos con las cancioncitas y las lucecitas, a hacer mucha mucha cola, horas de cola para ver un Belén, para comprar lotería, churros, bocatas de calamares, como si el hecho de hacer cola nos hiciera más humanos y fuera una experiencia que contar a nuestros nietos: "hijo, yo perdí un total de 20 horas en mis vacaciones haciendo cola, eso era más duro que la guerra".
Y así volvimos de vuelta, tras 5 horas de atasco, que son otro tipo de colas aún más sangrientas, pensando en todo lo disfrutado en esas magníficas colas, mientras esperábamos que la gente se moviera de una vez por todas, mientras esperábamos sin saber ya para qué hacíamos cola, qué habíamos hecho nosotros para merecer esto, pero mal de muchos consuelo de tontos, mientras que la España vaciada seguía vacía ofreciéndonos esa tranquilidad para quiénes quisiéramos cogerla, al mismo tiempo que la España tumultuosa nos ofrecía estrés a todos los demás.
Y así, corrimos hacia la tranquilidad, hacia la España sin colas, hacia las bolas tranquilas, los árboles sin fotografias, los paseos sin codazos y miedo a los tirones, los bares con una mesa libre y la música sin estridencias, y contentos y felices por no estar en la marabunta de la bandada de pájaros en la que tantos han convertido tantas grandes urbes, estuvimos disfrutando de un puente tranquilo sin tener que hacer ni una sola cola. Os lo recomiendo, aunque para llegar no tengáis que esperar detrás de nadie, cosa que a algunos les dará pavor...
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