Nuestro agreste terruño y su trágico tráfico
Paseando por el terruño, por la vieja Obulco, los pájaros cantan, las nubes se levantan, las mariposas saltan de florecilla en florecilla, la brisa es embriagadora, los niños juegan, los mayores hablan pausadamente, suena de fondo música celestial...
De pronto un ensordecedor ruido de moto acelerando como loca, de esas de campo estilo Puch, nos rompe los tímpanos.
Cuando empezamos a tranquilizarnos, de repente unos adolescentes tiran un petardo que explota como una bomba, haciendo caer los palos de nuestro sombrajo.
Poco después vemos llegar a la Guardia Civil que persigue a un delincuente de esos que a veces llegan con la aceituna. Parece ser que además, alguien ha entrado en varias cocheras esta noche, sin tener que ver con este aceitunero, y más con la falta de vigilancia nocturna.
Al rato, un coche se ha parado en el estanco y otros tres detrás, provocando un gran atasco, ya que muchos suelen ser muy listos y se aceleran para poder pasar aunque vean que vienen coches enfrente, y no llegan a tiempo. Todos están pitándose unos a otros.
Cuando todo parece haberse tranquilizado, nos vamos a pasear un rato al paseo, en un día en el que no debería haber motos en la Redonda.
De pronto una moto viene a lo lejos haciendo un caballito durante 100 metros sin ver lo que tiene delante, por lo que nos apartamos asustados. Al final del paseo otros niños tirando bombazos con sus petardos atómicos, y al lado del parque dos coches haciendo derrapes como si de un circuito se tratara. Decidimos irnos de ahí cuanto antes.
Al llegar al paso de cebra un coche pasa delante de nuestras narices, sin atropellar a nadie por milímetros. Decidimos tirar por mitad de la calle, pero en el otro estanco también hay coches y el tráfico es complicado por lo que volvemos a la acera para el concurso de sortear cacas.
Con todo más tranquilo, de pronto por la acera viene un patinete que nos esquiva de milagro, y justo después un quad acelera a todo lo que da para cruzar media calle principal, muy divertido, colegas. Curiosamente, observamos unos segundos un paso de cebra de más adelante y da la sensación de que es invisible, no existe: los coches ruedan por encima como si nada y sin bajar la velocidad, y las personas esperan a que no haya coches para cruzar, parece lo más sensato...
Pasamos por una terraza donde huele a porro que echa para atrás, sin ser lo más hostil que hayamos visto hoy en Porcuna, ni mucho menos, y sin serlo tampoco la discusión entre dos marroquíes que parece que está llegando a cierto nivel de agresividad.
También pasamos junto a una amable policía municipal, que no sabe ya que hacer con tanto desajuste, pero es que verdaderamente son cosas de segundos, y aunque saben quiénes hacen qué, no les da tiempo a pillarlos in fraganti.
Y así, nos vamos cansados de tanta violencia a nuestra casa, a escuchar cómo los coches tocan el claxon para saludarse unos a otros, con el deber cumplido de haber vuelto a pasar miedo, peligro, riesgo, en este, nuestro agreste terruño. A quien corresponda...
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