22 julio, 2025

Nunca son suficientes las historias sobre nuestra guerra

Si hablamos de los libros que tratan sobre la Guerra civil, he de decir que pocos son, pues es una historia que nos toca tan cercana y a la vez ya tan olvidada por las últimas generaciones, a quien sólo los abuelos que crecieron en el odio a los que a su vez les dejaron sin sus mayores han seguido machacando para que semejante barbaridad no se olvide.

Pocos libros y pocas películas son, pese a haber cientos que intentan más o menos esbozar lo que aquello fue, siendo gran parte de ellas muy tendenciosas hacia un bando u otro, ambos plagados de hermanos que combatían enfrente sin saberlo, o a sabiendas pero con obligación. Muchos lo han intentado narrar a su manera, tapando sus desdichas y reforzando sus hazañas, si es que es una hazaña matar al vecino por envidia, por rencor, por xenofobia a veces, por el mal humano de nuestra propia limitación animal, si es que los animales tienen culpa de algo más que de vivir su instinto.

Por suerte, aún quedan algunos que pueden contárnosla, pero de una forma cada vez más gris y entre tinieblas, cataratas y lagunas del olvido, mojadas humedades del alma que poco a poco se van vertiendo hacia ese lugar donde la historia se empieza a confundir con el mito, y entonces, sólo todo lo escrito y todo lo publicado y lo creado son el poso que para siempre habrá dejado este conflicto. 



A mí sólo me queda ya un familiar que me la pueda contar, y a tantos sólo les quedan personas a quienes otros se la han contado de primera mano, es la ley de vida de los casi 100 años que han pasado, y que por lógica intratable intentan también tapar con su frío manto del olvido tantos malos ratos, tantas desdichas, tantos desastres, tanta inmundicia, tanto odio, tanta inquina en un escenario que fue de ensayo para la todavía más horrenda Segunda Guerra Mundial.

A mí, aunque desee que el tema siga candente, que no se pierda, que no haya que volver a explicar una y otra vez las cosas, me cuesta cada vez más ver las películas, leer los libros, ponerme en la piel de aquellos, siendo cada vez todas esas obras más puras, menos nacionales, menos republicanas, más ecuánimes que se podría decir, quizá por la distancia que mi generación y la siguiente podemos tener, que nos permite relativizar el conflicto y verlo de una forma más racional y real, menos visceral, sin colores; y el problema es que se me empiezan a aparecer esos milicianos, esos regulares, y se colocan detrás de mí aprovechando los puntos ciegos, no sé para qué, no sé si para asustarme, para llevarme con ellos, para darme mi merecido, y no, no me gusta, y aunque cada uno tenemos nuestro punto de vista sobre esa Guerra Española que nos contaran nuestros mayores de viva voz y luego leyéramos en novelas, en libros de historia y viéramos en películas, series o documentales, al final la verdad es la que es: España se mató a sí misma envenenada por los que yo llamo "goblins", por los que deberíamos haber expulsado (y no a las minorías), por los que nunca parecen ser los afectados de los conflictos.

A mí, que me cuesta cada vez más ponerme en el pellejo de los de entonces, aquel desastre me sigue pesando, cada vez que veo fotos, cada vez que alguien de ahora da testimonio de lo sufrido en carnes paternas, de lo vivido por primos, tíos o abuelos que ahora andan desaparecidos en fosas comunes y que parece que se nos van a aparecer a todos un día del juicio final para por fin saberse resarcidos de sus afrentas, con nombres y apellidos bien puestos blanco sobre negro, documentados para que nadie pueda evitar recordarlos borrándolos como pretendían. 

                                         Ayuntamiento de Porcuna tras los bombardeos de la Guerra
 

¡Qué bandos ni qué ocho cuartos!, España ni más ni menos, la Hispania aquella que fuimos y seremos, a merced de unas ideas que van y vienen con el tiempo y que entonces parecían inamovibles, pero que a la vista de los siglos parecerán simples modas. No, recordar para no olvidar, para no repetirlo, para no dar pábulo a los que alientan lo contrario de la paz, así sí, así pocas historias hablando de la guerra son, faltan más, habla tú si sabes, si te contaron, quizá a alguno se le hiele la sangre de pensarlo y deje de malmeter hoy día con cuatro ideas fáciles de sillón, porque no tiene nada que ver, una guerra es otra historia, y si de algo está seguro un nonagenario o centenario actual español es de que no, no hay nada peor.

 

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