11 septiembre, 2025

La última generación que piensa que las raíces importan

"Yo soy de la última generación que piensa que esto (conocer las historias y recuerdos de los antepasados) es importante".

 

La frase encierra mucho más de lo que parece, pero en definitiva es el resumen de lo que ocurre en el mundo actual, que ha pasado en unas cuantas décadas de un régimen a otro, como si del paso del "Antiguo Régimen" al nuevo se tratase, como un cambio de ciclo total, como si se hubiera cerrado completamente un volumen para empezarse a escribir otro, como si lo anterior fuera de Marte y lo siguiente de Venus, dándose lugar a una sociedad completamente diferente, heredera del anterior porque al final muchos objetos y personas todavía permanecen, pero a la que no conoce ni la madre que lo parió, habiéndose evolucionado en medio siglo lo mismo que en los anteriores cinco siglos, que es una barbaridad, pero que muchos se atreverían a asegurar sin temor a discrepancias. Así, tantas cosas que se daban por supuestas en nuestra antigua forma de pensar, en nuestros valores, en nuestra idiosincrasia, ahora están totalmente obsoletas y sólo aparecen en las películas antiguas...

En este caso la frase es de un descendiente de emigrantes españoles a Hawai, cuyo periplo tuvo lugar a primeros del siglo XX, y que ve con alegría cómo muchos de ellos siguen queriendo a la madre patria aunque ya hayan nacido en los EEUU y se hayan educado en inglés, idioma con el que sueñan. 

El trasfondo es que ve cómo las siguientes generaciones ya no hacen ningún caso a esas historias de aquellos bisabuelos y tatarabuelos que les son muy lejanos, ni a las fotos, ni a los objetos de recuerdo que les legaron. Parece que los jóvenes ya piensan en otras cosas, y no les interesa saber si el abuelo de su padre trabajó en tal o cuál cosa para sacar adelante a su familia, o en si su bisabuelo emigro a su país desde otro muy lejano. Es ley de vida, esa lejanía es cada vez mayor porque cada generación va dividiendo por dos todo ese recuerdo, que acaba por quedar totalmente desdibujado con el paso del tiempo.

Al final, todo ello es consecuencia de la enorme pérdida de valores agigantada en estos últimos años por la pérdida también de la identidad religiosa (que, ojo, sólo nos está pasando a "nosotros", no a las demás religiones, mucho más radicales y alienadoras en mi opinión, lo que deja al individuo menos resquicio o libertad para salirse del redil). A "nosotros", como decía, nos ha dejado de importar lo que quedó atrás, viejo, cadudo y reaccionario, pese a que nosotros sólo somos un eslabón más de la cadena, y ya nuestros padres y abuelos fueron unos "nosotros", jóvenes y revolucionarios, que eso no quiere decir que haya que romper con todo el pasado.

 

 

En el fondo me entristece, porque significa el fin de un mundo en el que tantos lucharon tanto, siglos y siglos de personas como nosotros, que desembocaron en lo que ahora somos, y en los que pensamos como si fueran alienígenas sin seso, sin capacidad de discernimiento o coherencia, sin idea alguna, pese a que si en su momento hubiese habido posibilidad de ir a la Universidad, todos habrían ido como ahora pasa, y al revés: si nuestro mundo aún no hubiera cambiado hasta 2100 por decir algo, ahí estaríamos todos metidos en el campo como jornaleros, no lo dudéis, no sois nada especial, no valéis más por descender de un privilegiado sistema, sólo la casualidad os hace creer mejores, nada más.

Y luego, es curioso que cuando la gente se interesa un poco por la genealogía reciente y empieza a investigar sobre su familia, la mayoría se impresiona de lo que consigue y empieza a amar un poco más esas raíces, su propia historia, esa historia que sólo te pueden contar los de tu sangre, como se podría decir, tu verdadera historia; frente a la "historia oficial real" que cuentan los libros a su antojo sin tener en cuenta a las personas, nunca se las tiene en cuenta...

En fin, y sin más remedio ni consuelo, mi generación y la de ese señor sexagenario van a ser, efectivamente las últimas que piensan que las raíces importan, a las que levemente les puede interesa una antigua historia familiar del siglo pasado, así que simplemente dejemos apagarse ese Antiguo Régimen y seamos testigos del cambio y demos la bienvenida al nuevo, que siempre nos parecerá peor, incluso aterrador, pero saquemos la parte buena: habremos sido testigos privilegiados del mayor cambio en la historia de la humanidad, ése que tuvo lugar en esos 50 años que pasaron desde 1990 a 2040 aproximadamente, y en cuyo proceso el propio planeta Tierra y los seres de dos patas que en él habitan acabaron siendo unos completos desconocidos.

 

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