Vivir es la inspiración de escribir
Tras un par de semanas prácticamente confinados (a qué me recordará...) me encuentro vacío de ideas, sin frescura, prácticamente atorado y absolutamente desinspirado. Claro, ¿qué me va a inspirar? ¿Ver el telediario? ¿Alguna de las tareas caseras del día a día? ¿Mirar por el balcón? ¿Quizá comprar el pan? ¿Puede que los ruidos de los hijos de p (me callo) de los vecinos? ¿Alguna divagación sobre el bien y el mal, la vida y la muerte?
Uf, el confinamiento reblandece el cerebro, y eso que tienes todo el conocimiento mundial e histórico a golpe de clic de un móvil (bueno, de clic nada, a golpe de pulsación de dedo), e incluso puedes hasta ponerte a leer aquello que antes hacían los mayores, un libro, sin pantallas ni nada, teniendo que hacer el esfuerzo de pasar las páginas, pero sí, algo que también te hace vivir otros mundos más allá del tuyo que no estás viviendo en ese momento. Ni que decir tiene que el ver series en Netflix también ha de ayudar, pero no es vivencia en primera persona, y eso se nota.
Me recuerda a aquellas personas que dicen que siempre sueñan con cosas de la vida diaria: que van a trabajar, que se están duchando, que están sentados viendo la tele... ¿aburrido? Puede ser, no digo yo que no. Obviamente si su vida fuera de otra manera, seguramente soñarían otra cosa, pues los sueños, sueños son.
Y pienso algo tan evidente como que cuando escribes estás plasmando lo que vives, que vivir es la inspiración de todo poeta o escritor, de cualquier artista en general, e incluso de los que no lo son.
Echemos un vistazo a la historia para confirmarlo: ¿cuántos grandísimos escritores no han sido unos crápulas y vividores, unos sátiros y mujeriegos, unas sátrapas y hombreriegas, unos balaperdida, unos vivalavida, unas casoperdidas? Pues eso, tantas andanzas y vivencias, tantas idas y venidas, tantas gentes conocidas, olvidadas y recuperadas, tantos lugares viajados, tantos alcoholes probados, tantas peleas, tantos amores, tantos engaños y emboscadas...
Todo eso hace que la mente fluya, que tenga dónde inspirarse, en recuerdos, en invenciones fabricadas a partir de esos recuerdos, e incluso en otras fabricaciones inspiradas ya en esas invenciones, rizando el rizo de la mente y la imaginación al poder. Así consiguieron tamañas obras, tamañas creaciones dignas de tan ajetreadas vidas.
Y ahí está la clave, salir un momento a la calle e inspirarte, si a veces no hace falta demasiado, y otras no vendría mal una gran borrachera para tomar parte en una aventura que más adelante sea la perfecta fuente para basar tus futuras obras.
Quizá haya que tomarlo al pie de la letra, así que en cuanto acabe este confinamiento provisional saldré a beber, saldré a salir, saldré a vivir extrañas y tamañas aventuras, y luego, no os preocupéis, que os lo contaré aquí, o quizá no, como otras tantas veces.
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