18 noviembre, 2022

El Mundial de la vergüenza

Hoy vengo un poco en son de "artículo de opinión", aunque nunca seré tan duro como debería ser, me extenderé tanto como la ocasión merecería, ni servirá de nada, como tantas cosas que escribimos ahí al aire sin hacer lo que deberíamos hacer para arreglarlo, que sería seguramente quemar las calles y asaltar el parlamento, quién sabe.

Esta semana empieza el Mundial de Fútbol. ¡Bien, eso es que estamos ya en mayo o junio!, ¡pues no, ahora empieza el frío, pues estamos en noviembre y te queda medio año para ese calorcito que anticipabas al comenzar el párrafo! Hay un Mundial en Catar, ese país en el que suelen correr más de cincuenta grados de termómetro en los meses habituales en los que se suelen celebrar los mundiales, así que se cambiaron las fechas y a correr...

Esto de disputar un Mundial en un país en el que los derechos humanos valen menos que en "Occidente" es un arma de doble filo, y a la vez una gran representación de la doble moral del capitalismo: si da pasta, estos son mis principios, y si lo contrario a mí también da pasta, estos también son mis principios. 


 

El caso es que nadie se ha rasgado ninguna vestidura ni se la ha cogido con papel de fumar como debería. Las mujeres han callado y los defensores de la libertad, las banderitas, los lacitos de colores o incluso la ecología y como digo los derechos humanos, han otorgado, ya sea con miles de muertos mediante en la construcción de los estadios, como con las normas puestas a las féminas, a los deportistas que van a venir o incluso a sus propios conciudadanos. Normas impensables pero que vamos a ver en unos días, mirando hacia otro lado, claro, como sólo sabemos hacer los que estamos tranquilamente sentados en un sillón en democracia, mientras escribimos en un PC o smartphone último modelo cosas que no solucionan nada más que nuestra propia conciencia de al menos habernos manifestado aunque sólo sea verbalmente, criticando semejante pantomima.

Total, que como Mundial que es, hay que verlo a ver si gana España y todo eso, pero siempre siendo conscientes de dónde venimos y hacia dónde vamos, de que nos hemos vendido por un puñado de petrodólares, y de que la única solución sería el boicot más indiferente posible, incluso retirarse alguna que otra selección con principios, algunos jugadores activistas de los de verdad e incluso patrocinadores de esos que no son hipócritas del todo (aunque poderoso es don Dinero).

Como experimento sociológico y deportivo (lo del Mundial en noviembre es algo inédito) no tiene parangón, pero no sé si tanta parafernalia lo merece, si vender nuestra alma al diablo (que ya la tenía de eventos anteriores, en cualquier caso) no nos causará la más defenestrante de las locuras más adelante, en una deriva hacia la destrucción. Quién sabe, sólo son 22 tíos detrás de una pelota, qué daño puede hacer eso a nadie...

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