28 febrero, 2014

Empatía chicos, empatía

Decimos que la empatía es la capacidad que tiene un individuo para ponerse en la piel de otro, para ser capaz de sentir como él, de entender sus circunstancias, su abanico de decisiones, sus motivaciones, sus miedos, sus dudas, sus inclinaciones o pulsiones.

La empatía puede parecer algo bueno, pero quizá el problema no es tener más o menos, sino carecer completamente de ella, ya sea de forma temporal o de forma perpetua. Ningún ser humano está a salvo de perder momentáneamente la capacidad de empatía, pues la vida a veces va demasiado deprisa y no nos permite tomar distancia, relativizar las cosas y volver a ser empáticos, sino que nos obliga a tomar rápidamente un camino; y en esa tesitura, domina claramente sobre todas las cosas el egoísmo natural de los seres humanos, que nos sirve como protección natural e innata frente a posibles agresiones, permitiéndonos hacer un juicio rápido a partir de una escala de valores muy sencilla (1º "yo", 2º "yo" y en tercer lugar "yo"). Nadie, ni los más Santos están a salvo de perder la empatía en cierto momento.

Pero, ¿qué pasa si tenemos tiempo de reacción? Pues muchos psicólogos dice que si ahondamos bien, al final la escala de valores de todos los seres humanos, igualmente es "yo", "yo" y "yo", ya que incluso la persona más buena del mundo, que da todo por los demás y que apenas tiene nada, en definitiva, y aunque sea sin darse cuenta, lo hace porque se siente mejor. Quizá nos diga "porque así el mundo es mejor", pero al final acabará diciendo "y si el mundo es mejor, yo me siento mejor". Es así de sencillo...

Pero no, no nos iremos tan lejos. Hay que reconocer que hay personas que cuando tienen un mínimo de tiempo para reflexionar, tienen una escala de valores muy loable (1º "los otros", 2º "los demás" y en tercer lugar "quien pueda necesitarlo"). De hecho, incluso en "quien pueda necesitarlo" están ellos mismos, pero hemos de fijarnos en lo abajo que quedan. Personas así no hay muchas, y si descubrís alguna, no os alejéis demasiado, pues pueden salvaros el pellejo en la tormenta, incluso en peligro de su propio pellejo por hacerlo...

Muchas veces se apela a la empatía de los demás cuando uno se quiere salir con la suya, pero no nos damos cuenta de que la empatía también ha de venir desde nuestro lado... Pedir empatía al otro no es tener la razón, pero tener empatía es una buena práctica que nos ayudará a reconocer mejor a los demás, y cómo funcionamos los seres humanos en cuanto a nuestras relaciones.  Por desgracia, en un mundo de "desempáticos", el "empático" es el ciego, y siempre, y digo siempre, sale perdiendo...

Empatía es llegar a una ventanilla de la Administración Pública indignado porque es la cuarta ventanilla a la que me envían y no montarle un pollo a la funcionaria, porque nos hemos puesto en su lugar y hemos pensado en cómo nos sentiríamos nosotros si la situación fuese al contrario ("menudo idiota, qué pollo me está montando, paso de él, voy a hacerle la gestión aún más lenta, será pavo el tío..."). ¿Queremos que piensen así de nosotros? No, así que seremos amables. De hecho, gracias a esa empatía hemos cambiado nuestra forma de actuar, y así nos ha ido mejor...

¿Por qué digo entonces que al final salimos perdiendo? Bien, realmente no salimos perdiendo, pues con esta herramienta nos irá mejor, pero digamos que en cierta forma vamos a parecer "el que siempre cede", o "el que no va a entrar en confrontación aunque se le pique", lo que si nos damos cuenta, si nosotros mismos nos ponemos en el lugar de nosotros mismos, nos causará gran indignación.

Os aconsejo ser empáticos alguna vez, intentarlo.

¿Y si fuerais la cajera del súper, agobiada con 10 marujas colándose unas entre otras y despotricando porque el súper tenga tanta cola?

¿Y si fuerais el pobre que tiene que pedir en una esquina porque no tiene para comer, se os caería la cara de vergüenza por hacerlo?
¿Y si fuerais la madre de un Ministro de Trabajo cuando hay 6 millones de parados y todo el mundo os llama "puta"?
¿Y si fuerais el vecino de abajo que escucha la música a todo trapo que acabáis de poner porque os vais de botellón?
¿Y si fuerais esa anciana que camina temblorosa por la calle con su bastón y casi se cae al pasar vosotros con vuestra peña distraídos hablando de ir al centro comercial?
¿Y si fuerais vuestro compañero de trabajo que os acaba de pedir que le cambiéis el turno para poder llegar un poco antes a casa el día de Nochebuena para hacer un pastel junto a su madre, a la que le quedan unos meses de vida?
¿Y si fuerais incluso vuestra mujer, o vuestro marido, que llega a casa cansada, que está enfermo y os pide que quitéis vosotros la mesa, pese a que estáis viendo vuestra serie favorita?

Empatía, chicos, empatía, lo que no quiere decir que seáis tontos.

Para terminar, se me está ocurriendo el nombre de un montón de personas buenas, y curiosamente me doy cuenta de que la mayoría eran o son muy empáticas. La empatía está de capa caída, es una empresa cuyas acciones están por los suelos, pasadas de moda. Ser bueno es una tara, un defecto que esta sociedad competitiva no puede permitirse. Los buenos han de meterse en una ONG o en una religión, curas, monjas o incluso rabinos e imanes que no atraen nada metálico. Los buenos no pueden ir ahí por la calle, de incógnito, como tú y yo, porque eso no tiene sentido. ¿Alguna vez hemos pensado eso?  Pongámonos en su lugar, pero más importante, tomemos de vez en cuando algo de distancia y hagamos el ejercicio más difícil de todos: pongámonos en el lugar de nosotros mismos cuando éramos niños, o en el lugar de nosotros mismos cuando seamos muy ancianos, ¿estaríamos orgullosos de lo que hemos hecho, acabamos de hacer, estamos haciendo o vamos a hacer?

¡Empatía, chicos, empatía...!

No hay comentarios: