Si Chicote levantara la cabeza...
No os podéis ni imaginar el daño que ha hecho Chicote a los clientes ocasionales de los bares de tapas, cafeterías y restaurantes varios.
Uno ya no puede entrar tranquilo en un bar sin estar fijándose en todos y cada uno de los detalles de la decoración, la forma de servir del camarero, la pinta de las tapas, la presentación de los platos, el sabor de los ingredientes e incluso la cara que te pone al pedir la cuenta, si está atento a lo que le puedas pedir o la rapidez general en actuar.
Hoy me pasó eso mismo al entrar en cierto bar de tapas de la Calle Alhamar de Granada. La verdad es que decidimos darle una oportunidad porque era el más cercano a nuestro destino, y porque otros parecían o demasiado finolis (equivalente a quedarte con hambre), demasiado de pescado (queríamos carne) o demasiado de gente mayor (nosotros acabamos de estrenar la treintena).
Puede que también fuera porque no teníamos demasiadas expectativas, pero un sólo parámetro puede resumir nuestra impresión: volveremos, y se lo dijimos al camarero.
La verdad es que casi no entramos por varios motivos: toldo viejo y descolorido, pinta exterior antigua, cristales opacos que no dejan ver si hay gente dentro o no (el ver mucha gente dentro de un bar de tapas suele ser indicativo de "buenas tapas", aunque sin evitarte salir con olor a fritanga, que ya se suponía) y nombre no demasiado creativo (el apellido del dueño).
A pesar de eso ya habíamos decidido entrar, y nos encontramos con un bar pequeño, con 4 mesas para 4 personas, en las que sólo había una pareja de unos 50 años con un par de copas de vino. El camarero no es demasiado mayor, y su mujer, que no aparenta más de 45 es la cocinera. Las tapas parecen interesantes y no son exactamente las habituales y evidentes que hay en todos los bares de fama. Decidimos pedir a ver qué pasa, total, siempre se puede no volver...
Pedimos 2 de jamón asado (especialidad de la casa), una cerveza (nos la pone en un vaso ancho, donde la misma cerveza sabe 3 veces mejor que en un tubo, que debería estar prohibido...) y un Nestea (digo la marca porque me da la gana y porque seguramente esté cobrando una comisión de la marca Nestlé, de la que también consumo Nesquik algunas mañanas, aunque ahora no recuerde cómo se escribe exactamente y no quiera mirarlo en Google para no ser como el resto que no se atreven a dar un paso sin consultar a 'San Google'). Nos ponen una abundante tapa para cada uno, lo que comienza a cambiar nuestra impresión, cada vez mejor.
El camarero es granaíno, eso está claro: a primera impresión borde, sin que nada haga parecer que pueda sonreír o gastar una broma, o resultar acogedor o agradable. Bien, como tampoco es que haya mucho tiempo nos pedimos dos tapas extra. Nuevamente buenas tapas y un precio final de 3,30 cada uno para haber comido bastante bien y en un lugar agradable y sin aglomeraciones.
Así, poco a poco el espíritu de Chicote nos abduce y posee, y nos hace pensar cómo rábanos está ese bar tan solo, sin que haya que esperar un rato para probar su jamón asado, sin que la gente lo conozca (no habíamos oído nunca hablar de él). Para ser un "mi bar" o un "nuestro bar" necesitaría algo más, como más vida, como más personalidad, no sólo por ser nuestro debido a que nadie más lo conoce... Nos daban ganas de decirlo a los cuatro vientos, pero por otro lado tampoco queremos que la próxima vez no podamos entrar... Claro, que tampoco queremos que la próxima vez esté cerrado o traspasado por culpa de la crisis y la escasez de clientes. Dilema grande el nuestro...
Sólo diré, para terminar, que mejoraría muchas cosas en el bar, como en tantos, y que Chicote ahí tendría un diamante en bruto, pero hay que ver cómo no pudieron estar quietos nuestros cerebros, sin pensar y repensar cómo cambiar eso, tan castizo como era, para convertirlo en otra cosa a gusto de otro que pueda triunfar; sin darnos cuenta de que al fin y al cabo, y aunque no deje de ser uno más, desde ese momento ése también fue, este también es: un nuestro bar.
...De ti y de mí...
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