Reviviendo viejos hitos
Son cosas del encierro, que como todos sabemos se prolongará nada más y nada menos que 4 semanas en total (si no se vuelve a prolongar, claro, y así sucesivamente...). La energía se va agotando, los días parecen todos iguales con el teletrabajo, y cuando un sábado te pareciera un lunes es que la cabeza se va perdiendo casi definitivamente.
La televisión se esfuerza día tras día en largas jornadas que no corresponden a su últimamente devaluado papel. La programación no ha cambiado mucho, basura y más basura ampliada con el tema del virus, pero encontramos un oasis en algunas de las cadenas deportivas, un oasis lleno de optimismo que no hace más que recordarnos glorias pasadas, hazañas de cuando todo era nuevo, de cuando cada victoria era un paso único para nuestro deporte, un adentrarse en un territorio virgen e inexplorado que parecía totalmente negado a los nuestros.
Así, la semana pasada nos pudimos alegrar de nuevo con el gol de Nayim que daba al Zaragoza su Recopa noventera, también con algunas finales europeas de balonmano y baloncesto, con equipos que ya ni existen o penan fuera de los primeros lugares de la clasificación, como el Joventut, el Ciudad Real y el Portland.
Este fin de semana fue glorioso: Arantxa ganó su primer Roland Garros (primer mujer española que ganó un grande del tenis), con 17 años y ante la imbatible y por desgracia compartidora de generación Steffi Graf, tras ir 5-3 perdiendo en el último set. Poco después Abraham Olano se proclamó Campeón del Mundo en Duitama, con su rueda pinchada mientras Induráin hacía una demostración de poderío frente al resto, por primera vez arriba del podio mundialista los nuestros. Más tarde Blanca Fernández Ochoa ganó su ansiado bronce en Albertville, tras cuatro años desde su caída en Calgary cuando iba a ser Oro, convirtiéndose en nuestra primera medalla femenina olímpica; después nuestras guerreras del balonmano ganaban el primer bronce mundialista y los chicos del agua el oro de Fukuoka que acabó cantando el himno a capela; y finalmente, Iniesta marcó ese magnífico gol para convertirnos por primera vez en campeones mundiales de fútbol. Así sí...
Recordando gloriosos momentos, uno detrás del otro, sin solución de continuidad, chutes de optimismo, de nostalgia, insuflando el aire que ahora falta por ausencia siquiera de presencia en la calle, allí donde el aire es rico. Bocados de ilusión, baños de gloria que ya vivimos, pero que nos vuelven a recordar ese momento en que tocamos el cielo, siempre momentos victoriosos (es una ventaja saber que ganamos seguro, con toda tranquilidad).
¿Qué nos deparará esta semana? ¿Quizá el oro de baloncesto de Saitama o los dos de balonmano? ¿Puede que algún Roland Garros de los de Bruguera o Ferrero? ¿Alguna de las grandes de Nadal o una de todas las tantas Davis? ¿Algún carrerón de Alonso? Sin duda que hay hazañas suficientes para rellenar 1, 2 ó 3 semanas, las iremos viviendo. Y cuando se nos acaben, ¿por qué no recordar aquellos tiempos, allá por los últimos 80 y primeros 90, donde todavía éramos un mar de complejos frente a los grandes países, potentes maquinarias deportivas engrasadas y en marcha hace años, frente a una incipiente España que aún no tenía los mimbres, pero que luego arrasaría con todo en un par de décadas imparables.
Mientras, las cifras del virus se han disparado por las nubes. España ya no está en el podio, ni falta que hace, y se espera que a final de semana tengamos buenas noticias numéricas. Aquí las esperamos, porque la hazaña que ahora más importa es la que habla de menos contagios y más curaciones. #QuédateEnCasa
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