Lloviendo en la vieja Obulco, buen tiempo
Hoy está lloviendo en la vieja Obulco, sensaciones completamente olvidadas ya. Olor a humedad, gotitas sonando en las plantas, ríos encharcados por las calles, sonido de ruedas evacuando como locas al pasar por ellos. Paraguas vueltos a la vida, algunos para dar un último servicio ya inesperado, otros por fin estrenados tras tanto tiempo.
Pienso que debo por fin cambiar las escobillas del coche, que las tengo preparadas hace años, pero no llueve. Pienso que tengo que renovar los zapatos, que tienen un agujerillo por el que entraría agua, pero no llueve. Pienso que tengo que arreglar el rincón de la habitación, que crea humedad, pero no llueve. Pienso que tengo que arreglar el tejadillo, pero no hace falta, nada de eso es necesario, porque nunca llueve.
Y la aceituna se encoge de hombros, se arruga ante la adversidad, el olivo desprende miedo ante la llegada de una cosecha que no podrá ofrecer. Toda una tierra olivarera asustada ante el abismo de una cosecha de campeonato regional, porque no llueve. Pantanos que tampoco pueden dar de sí, pozos casi con hilillos finos de lo que fueron vastos veneros, caños que apenas expulsan unas gotas y que antaño eran chorros gordos.
Y al menos pienso que el del tiempo se ha equivocado, y que está lloviendo algo más de lo esperado, y la esperanza espera con esperanza, redundante a sí misma, y si la esperanza se tiene a sí misma es que aún queda, y aún podemos soñar con que todo esto no haya sido más que un sueño. Más que nada tenemos ya con estar medio confinados, con ver que un simple virus nos está maltratando, pero que sólo sea eso, la salud, que es lo más importante, y si ya nos toca el trabajo, el dinero o el amor de los horóscopos, apagamos y nos vamos.
Y mientras escribo así sigue cayendo mansamente y sin hacer daño, sin viento y sin torrencialidades absurdas provocadas seguramente o no por nuestro afán destructivo que algún día nos obligará a abandonar este joven planeta azul que envejece a pasos agigantados por nuestra falta de mantenimiento.
Esta tarde habrá barro, hojas caídas, como ya no recordamos, habrá agua corriendo por las cunetas, bajando por las canales, llenadas albercas y piscinas. Los niños con sus botas de agua volverán a jugar al pincho, habrá resbalones y salpicaduras, canalones graciosos que mojarán calvas, incluso olerán a huevo podrido algunas instalaciones de fontanería. Todo sea por vivir esta lluvia de vida que hoy nos riega por fortuna tras tantas borrascas eludidas, tras tantas borrascas que vienen cargaditas de agua y que descargan completamente en el Norte cuando vienen de arriba a abajo, o que descargan completamente en Huelva, Cádiz o Málaga cuando vienen por abajo, llegando aquí un cabreante chispeo.
Arroz con leche y migas, sopitas calentitas, primeros mantecados incluso, o dulces del día de Todos los Santos. Preparaciones que huelen a otoño, castañas, granadas, aceitunas de cornezuelo recién machacadas que van cogiendo ya el aliño, primeras mandarinas incluso. Todo al servicio de un día, de una tarde, de una noche que despiertan los sentidos tras tanto atontamiento, la alegría de una nueva estación que tardaba en llegar. Apetece, que no es poco, porque cuando algo es tan esperado es glorioso.
Y así, con lo que claramente yo diría que es buen tiempo, con cielo encapotado y gris, con un en teoría entristecido y lluvioso día, me despido con esa ilusión de ver que la normalidad al menos meteorológica, llega, acaba llegando, como todo. Esta tarde esperamos que continúe, lloviendo en la vieja Obulco, buen tiempo...
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