11 octubre, 2022

Para toda la vida, una mentira piadosa

Uno de los mayores engaños/desengaños de mi vida fue descubrir el verdadero significado de la expresión "para toda la vida", como gran mentira piadosa de nuestra existencia breve y casi insignificante --bueno, no: insignificante del todo si la observamos desde la distancia suficiente--.

No recuerdo cuándo fue la primera vez que la escuché, pero sería similar a alguna de estas:

-Tuvo una caída y se quedó cojo para toda la vida

-Esa reparación ya te va a durar para toda la vida

-Esa amistad ya es para toda la vida

-Una vez que lo aprendes ya es para toda la vida


En mi caso, dado que el acento en el que aprendí el castellano era el andaluz, lo escuché siempre como "pa tó la vida", lo que no sé si con motivo me da más impresión de hecho definitivo y rotundo cuando lo oigo.

Total, que cuando alguien me decía eso las primeras veces, yo lo entendí como un "para siempre", pero también lo entendí como un "para toda la vida de esa persona", un "para toda la vida de las personas que estamos hablando" y a la vez como un "para toda la vida y existencia del Universo", lo que en mi cabeza infantil seguía significando invariablemente un "para siempre", un "a perpetuidad", un "infinito para jamás y los jamases".

Así, era muy duro pensar en una cojera para toda la vida, pero también gratificante pensar que no volvería a tener que arreglar aquello, que jamás iba a perder esa amistad, o que ya lo aprendido era un conocimiento que jamás olvidaría y jamás debería reaprender.

Pero no... el cojo un buen día murió y dejó de ser cojo, la reparación volvió a romperse treinta años después, la amistad se rompió al llegar la cincuentena, y el señor alemán que hace que las cosas se nos olviden al llegar a mayores, hizo que aquello que aprendí tuviera que volver a aprenderlo, una y otra vez...

¿Para toda la vida? ¿Para toda la vida, de quién? 

Ahora es desgarrador pensar que tantos y tantos que dijeron la expresión ya no existen, y quizá debieron decir: "para toda tu vida", o "para toda la vida que me queda y continuando con la que te quede a ti, que eres más joven y supuestamente vivirás cuando yo no esté", y seguro que nunca queriendo decir un "para siempre jamás".

Pero vamos, en cualquier caso a cualquier persona que se le ocurra la frase, le importará un bledo lo que haya más allá de la vida del que escucha, o de la propia si es más joven que su interlocutor. Es un: "para siempre mientras vivamos los que escuchamos, y luego ya no hay consecuencias ni implicaciones para nosotros".


 

Luego están los "para toda la vida" en tiempo geológico, en plan: "el volcán ha hecho emerger una isla para toda la vida" o "el incendio ha destruido una montaña que no volveremos a ver igual en toda la vida". Son cosas que van a trascender a muchas generaciones de seres vivos, salvo árboles milenarios y tortugas centenarísimas, así que ese "para toda la vida" sí parece lo más cercano a aquel que de pequeño a mí me pareció ser, o me gustó pensar que sería así.

Ahora, cercanos a la muerte, mucho más que ayer, podemos pensar en ese "para toda la vida" como en un simple contrato de garantía de uno de nuestros cacharros electrónicos, que están garantizados para toda la vida útil, que a veces son incluso un par de años. Un móvil para toda la vida, tres o cuatro años; una lavadora para toda la vida de diez años;  un colchón para toda una vida de 15 años; o un coche para toda una vida de 25 años; caducos, años que parecen durar y pasan en un suspiro, y ahí te ves comprando otro móvil, otra lavadora, colchón o coche, y cogiéndole cariño a otras personas, cuando el resto, como se sabía, no duraron una vida.

A mí, mientras, me sigue sacudiendo la mentira desde entonces: no era para toda la vida, y así se lo haré saber a los que me dejaron cuando me los encuentre, mentiras piadosas para hacerme creer en la eternidad, en la estabilidad absoluta del statu quo, en una vida nada cambiante ante la que es fácil hacerse y conocer y reconocer cada rincón, zona confortable y de 'confort' que se llama ahora, y que entonces me hacía sentirme cómodo en mi lugar, en mi casa, en mi "para siempre". Y hoy, ya sé que todo era una patraña, una ilusión desdibujada: no existe el "para toda la vida", existe el "hoy", el "ahora", porque quizá mañana, ya no exista siquiera ese todo, esa vida.

2 comentarios:

Joselu dijo...

Ayer me enlazaron un vídeo de unos dos minutos de la Barcelona de 1908 que había sido reeditado con la velocidad de nuestros vídeos de hoy y no esa cámara rápida típica de las imágenes de época. Te dejo el enlace porque merece la pena BARCELONA 1908. Para toda la vida. Todos los que aparecen en el vídeo están muertos. Es un vídeo de muertos vivientes aunque parezcan vivos. Así es para todas las fotos que nos han hecho en vida, son fotos de muertos. Solo hay que esperar un poco. Esto que parece siniestro es esperanzador. Saludos.

Javi dijo...

Muy interesante, sí, y se agradece la lentitud, porque esa "prisa" de los vídeos antiguos agobia un poco. También agobia esa prisa en morirse que tenemos los humanos, si es que hasta los bebés que salen nos dejaron hace tanto por tanto esperar... Suena mágico, pero sólo es completamente natural. Saludos.