31 octubre, 2022

Sensaciones placenteras

 A todos nos pasa de vez en cuando (menos de lo deseable, que tampoco sería el 100% de nuestro tiempo, porque entonces nos acostumbraríamos y no seríamos capaces de valorarlo): de pronto algo hace que nos encontremos exagerada y raramente bien, ya sea un sabor, un olor, un sonido, una perturbación en el ambiente, una brisa de aire, un buen presentimiento que nos es familiar, una visión, etc., que nos hacen estar a gusto al 100% y pensar que ojalá dure para siempre.

Este tipo de sensaciones suelen estar relacionadas con conceptos como la tranquilidad y la relajación, pero también con la nostalgia o con aquellas que nos hacen recordar la infancia, y por supuesto las que nos hacen conectar con lo más profundo de nuestro ser animal irracional.

Ayer tenía yo una de esas, cuando la temperatura era perfecta, una de esas conjunciones de humedad, viento y grados celsius que se suele dar sólo en determinados días de octubre en los que la temperatura ya empieza a ser fresca pero permitiendo aún que uno esté en pantalón corto en casa (en marzo no pasa porque venimos del frío y lo que nos agrada es sentir la calidez, por lo que sería al revés). Así, abrimos las ventanas y entra esa brisa refrescante que para nada es molesta, y los sonidos son ligeros y nada estridentes, y la quietud del ambiente denota que todos y cada uno de los seres están también embriagados por condiciones ambientales tan perfectas. 


 

Se escucha de fondo una niña jugando a las construcciones, lanzando ininteligibles mensajes mientras se explica qué va montando y desmontando, lanzando al aire o simplemente observando, a la vez que les habla a esas piezas. También se oye la radiofórmula, con canciones repetitivas y sin alma que hasta suenan bien en una situación así, tan suaves, tan reconfortantes, haciendo compañía, dando vida, cumpliendo su papel como un elemento más de toda esa sensación placentera que me recorre, y pienso: ojalá quedarme ahí para siempre, con el frescor fragante del patio, escuchando a la niña y a su radiofórmula cuando practica esa primera psicomotricidad haciendo sus torres piececitas, y creyendo entonces que el mundo es un gran lugar para vivir, un lugar seguro, un lugar donde el tiempo está completamente detenido para siempre, donde somos y seremos los mismos, donde jamás yo envejeceré, ni los míos, y la misma niña será para siempre niña, encerrada en un tiempo que nunca le permitirá crecer ni llegar a ser la persona que le toque ser.

Y así, como siempre dentro de este tipo de momentos, pienso que en algún momento va a terminar, y aunque no quiero tocar nada, casi ni respirar o pestañear, poco a poco veo que se va, y empiezan a sonar anuncios, y la niña se va con su música a otra parte, y mis quehaceres diarios me llaman y me sacan por fin del trance. Me la guardo en la memoria para otra vez, aunque al día siguiente la plasmaré para siempre (para "mi siempre") en la internet. Ya se fue el momento, mi sensación placentera del día. Hoy volveré a buscarla a la misma hora, y seguro que no volverá a ser lo mismo, otras llegarán, siempre sin avisar...

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