05 diciembre, 2022

De fascistas va la cosa

Yo soy fascista.

Parece mi comentario cuando me levanto en una fría sala dentro de un círculo hecho por personas sentadas que están en mi misma situación, una reunión de fascistas anónimos en la que el primer paso al llegar siempre es reconocer que se tiene un problema. ¿Cuándo pasó esto? ¿Cuándo tantos nos convertimos en fascistas sin saberlo? Nos acompañan en la fría sala muchos que antaño fueron comunistas convencidos, radicales de izquierdas, ahora condenados por la llegada de una nueva generación intransigente de puros de izquierdas que sólo creen en una verdad absoluta, fuera de la cual sólo existe el fascismo. Ante eso, los demás no podemos más que cambiar, ¿qué íbamos a hacer si no?

Yo soy fascista porque no creo que las personas seamos iguales, ni lo que llaman razas, ni por fuerza física o capacidad intelectual, ni entre hombres y mujeres, ni ricos y pobres, viejos y jóvenes, andaluces o aragoneses. No creo que seamos iguales y nunca lo seremos, pero sí creo en la igualdad de trato y en aprovechar esas cualidades distintas de cada uno de nosotros para enriquecer nuestro edificio, que como mínimo es lo que nos llevaría a una sociedad mejor.

Soy fascista porque creo que las leyes deberían amparar a todos, no sólo a unos frente a otros, que no debería haber discriminación positiva sino libertad, democracia y justicia para todos que no la hicieran necesaria, y que los que se excusan en la existencia de problemas sociales que jamás intentan resolver, sólo quieren mantener su chiringuito a toda costa.

Soy fascista porque creo que nos va mejor juntos, no separados, y creo que el voto de cualquier ciudadano de "provincias" debería valer parecido al de un independentista: parecido, que no igual.

Soy fascista porque creo que la inmigración debería estar controlada de algún modo, siendo la mejor manera de hacerlo el desarrollo local, la cooperación y la justicia, el respeto a otras culturas y dejar de esquilmar a los países del "tercer mundo" con nuestros préstamos y deuda imposible de pagar, quizá así no estarían desesperados por venir. ¿Quién querría ir a vivir a otro lugar si en el suyo se vive bien? (algunos, pero ya los menos).


 

Soy fascista porque el mundo me ha hecho así, pero a mí y a tantos otros nos habríais sorprendido votando a la izquierda, son trapos sucios de nuestro pasado, ahora ya no pasará, porque la izquierda ya no está en el lugar que solía, ahora somos todos como mínimo de centro-derecha.

Soy fascista porque creo que las personas han de ser consecuentes con sus actos, y responsables de los mismos, aunque el Estado está para salvarnos en culo a veces, pero no para que vivamos exclusivamente chupando de su bote.

Soy fascista porque creo que la propiedad privada está para respetarla, y a la misma vez los derechos a vivienda, a comer y vestirse han de ser inalienables.

Soy fascista porque amo a la lengua castellana por lo que es, fue y será, y creo que no hay que pervertirla con leyes para cambiarla, pues es un ente vivo que nadie debería controlar sino el hablante. Las palabras no son el problema, sino la mala intención de los que las usan y la falta de entendimiento de los que las malinterpretan a gusto de un totalitarismo.

Soy fascista porque creo que no se debe pagar impuestos varias veces por lo mismo, y que el ajuste verdaderamente importante sería que todos pagásemos el mismo porcentaje de impuestos.

Soy fascista porque veo que algunos están despilfarrando el poco dinero que tenemos en la compra de votos de funcionarios, sindicatos o jubilados, mientras nuestros hijos jamás se jubilarán o tendrán una pensión digna. La solidaridad entre generaciones es nula, y entre los que tienen trabajo fijo de por vida y los que no, también.

Soy fascista porque me llamáis así, porque me decís que lo soy, porque detesto las paridades impuestas, porque creo en la meritocracia y no en muchas cuotas subvencionadas (aunque sí creo que hay que beneficiar a los que de verdad tienen difícil el acceso por cualquier motivo), porque censuro vuestros chiringuitos montados para generar más puestos de trabajo públicos que son menos necesarios que en educación o sanidad (para los que el mantenimiento del chiringuito no deja dinero suficiente).

Soy fascista por el mero hecho de resaltar lo que no me gusta del pensamiento único actual, porque retrato a los que se visten de plurales para mostrarse brutalmente cerriles y partidistas si se les examina mínimamente. Porque no creo en los linchamientos en redes sociales. Lo soy porque creo que las causas sociales son de todos, y nunca deberían apropiárselas unos pocos para hacer política o servirse de ellas.

Soy fascista porque creo en la tradición, en lo que somos, de dónde venimos, en la historia de uno de los países con más historia, en la herencia tan impresionante que recibimos, que estamos obligados a mantener en vez de la leyenda negra que algunos intentan promover, y a la vez siendo capaz de aceptar que no todas las tradiciones son dignas de mantener, y que en todas las historias hay borrones. Añadiría aquí que creo e las instituciones y símbolos que nos representan a todos, la historia que tienen por detrás, y creo que son de todos y nadie debería apropiárselos, y para modificarlos está el parlamento.

Soy fascista porque veo vuestros continuos errores, vuestro tráfico de influencias, vuestra prevaricación, vuestro cohecho, en toda la cara como el de los anteriores gobiernos, y pese a que me lo llaméis por mostrar a las claras lo que hace mal una gente mal llamada de izquierdas, soy fascista y lo seguiré siendo si es que no callarme lo es.


 

Y así, todos y cada uno de los que no votamos a Podemos y sus circunstancias, al PSOE y a algunos partidos independentistas (tampoco a VOX, Ciudadanos o al PP, claro, en general porquería también, pero vestida del otro lado) somos fascistas por tener dos ojos, dos orejas y una nariz para oler, oír y ver todo lo que hacéis mal a nuestro alrededor y contarlo con la boca, sintiendo en la piel el dolor de ser llamados así, comparándonos con el horror.

Eso les pasa a muchos hoy en día en España, gente que va de frente, que no esquiva tu mirada, como decía la canción, gente con la conciencia tranquila, que no es de unos colores pase lo que pase, que vota al que cree que lo hará mejor. ¿Quién hace eso todavía hoy en día? (diría que siguen siendo la mayoría de la población, pero ahí anda). Evidentemente, y sin duda, sí, lo somos: un puñado de fascistas.